Se derechiza Italia. Anoche y tras dos días de elecciones, se conocían los resultados electorales que daban la victoria a la coalición de —voy a omitir cualquier barbaridad— Silvio Berlusconi. Esto marca un regreso del gobierno italiano a exactamente veinte meses atrás, momento en el que tuvo que apearse por perder los anteriores comicios.
Pero no sólo esto. Su coalición, que con el mal gusto al que nos tiene acostumbrados, ha ido más allá si cabe y se presentaba bajo el nombre de partido Il Popolo della Libertà, ha conseguido más del 46% de los votos y la mayoría absoluta en el parlamento. Si bien el resultado no es muy sorprendente, hay que tratar de ver qué consecuencias puede traer y que a priori trae. La primera, que ha ganado la coalición de un personaje popularmente conocido por ser, además de un esnob, un empresario y político populista demagogo —típico de populistas de derechas— que ha sido declarado culpable de corrupción y extorsión —todos recordarán el juicio en el que quiso defenderse a sí mismo— pero absuelto por haber preescrito el caso. Una coalición constituida por este partido, con estructura de mercenarismo político —en Forza Italia se ofertaban distintos rangos de pertenencia al partido en función de la tarifa y cenas con miembros de éstos; una cena con Berlusconi podía llegar a costar 20.000 €— coaligado con la extrema derecha —caso de Alianza Nazionale, de Gianfranco Fini que será el presidente de la Cámara— y la derecha de la extrema derecha, caso de los separatistas de la Lega Nord —sin muchos matices un partido fascista— que ha triplicado sus resultados respecto a la anterior elección. Paralelamente desaparece, por efecto del llamado voto útil, el pluralismo político y por primera vez en la historia de la democracia italiana los comunistas no tendrán representación parlamentaria.
Italia era en Europa, seguramente una de las democracias más asentadas y plurales de todo el continente, al menos hasta la llegada de Berlusconi. Para ilustrar este hecho, baste decir que la participación ha sido de algo más del 80% pero a su vez, la más baja de los últimos 20 años. ¿Qué quiere decir todo esto? Que Italia, como Europa, cae víctima de uno de los más peligrosos vicios de la democracia: el bipartidismo. Ahora la izquierda italiana parlamentaria es —también sin muchos matices— centro izquierda. La búsqueda del mal menor —tratar de evitar la victoria de la derecha— conlleva, además de entregar el voto a una opción en la que no se cree plenamente, el fin de la protesta social merced a la disminución participativa de la ciudadanía en la vida pública, fruto a su vez de la apatía de quien no se siente plenamente representado a nivel parlamentario. Esto trae inevitablemente consigo la debilidad del sistema democrático. Actualmente, similar a la democracia española, lo que mueve al electorado de izquierdas —aunque en una medida mucho menor que en España claramente— no es el convencimiento político sino la animadversión a la tan odiada y mal vista derecha, pero sin tener fe en un proyecto que de izquierdas tiene poco.
En Italia, tanto Veltroni como Berlusconi se han acusado mutuamente de copiarse el programa. Sorprende que, aun en el caso de que la derecha hubiera hecho esto, la “izquierda” tenga un programa político siquiera similar a una coalición de la derecha con la extrema derecha y la derecha de la extrema derecha. Todo el mundo coincide en que las medidas sociales son básicas y vitales, sin embargo, se afirma sin miramiento alguno que lo que debe hacerlas efectivas es el correcto y buen funcionamiento de la economía. Lo social depende absolutamente de lo económico, todos parecemos aceptarlo y nadie parece querer darse cuenta de que el orden lógico y sobre todo humano, sería más bien el inverso. En España al menos, la evolución del empleo no la da el ministro de trabajo y asuntos sociales —Caldera, si es que alguien lo ve algo por televisión— sino el de economía. Una violación del sentido común.
Hoy informa El País: “Serán años muy difíciles pero decisivos (…) las basuras, la vivienda, las ayudas a las familias, Alitalia, renovar las infraestructuras y tomar medidas fiscales” —en palabras de Berlusconi—. La renovación de las infraestructuras es, casi con total seguridad, la privatización de las mismas, empezando por la mentada Alitalia —que acabará como la española Iberia si nadie lo remedia— y las medidas fiscales, pues seguramente quienes más lo notarán serán los estratos más bajos de la sociedad. Y continúa: “daré menos espacio al teatrito de la política y de las televisiones. Aplicaré una política exterior diferente; no haré conferencias de prensa y no leeré los periódicos que obviamente tomarán posición contra mí. Quiero esforzarme y ser el estadista que cambie el país”, todo esto mientras anuncia “una actitud de diálogo” para elaborar las reformas.
La derecha misma se derechiza, con éxito, mientras la “izquierda” hace lo propio derechizándose y pasando a ser, de izquierda a centro izquierda y, de aquí en no demasiado, a ser centro derecha. El ejemplo en España es ilustrativo. Aquí gozamos de lo que podríamos denominar un momentáneo ficticio bienestar político pero no estamos libres o exentos ni de la extrema derecha ni de los condicionantes que ésta trae consigo, ya que el patrón neoliberal es el que gobierna toda la política. A nivel global sucede algo parecido en política internacional y mientras nunca antes, desde después de la II Guerra Mundial, el espectro político nacional y mundial había sido tan sumamente conservador, la estratificación social y las desigualdades nunca habían sido tan desproporcionadas. La tendencia no parece que vaya a cambiar aunque paradójicamente la ciudadanía parece quejarse, al tiempo que anuncia su pérdida de confianza en la clase política. Curioso cómo se presenta el mundo en el que tras el final de las tan mediáticas injusticias mundiales con la caída del Muro de Berlín y el “fin” del comunismo, es decir, de las ideologías, nuestras democracias no hacen más que mirarse al ombligo de sí mismas.
El sur de Italia nunca había sido tan pobre y las perspectivas de futuro para los jóvenes de las regiones al sur del Lazio se reducen cada vez más restrictivamente a la emigración al norte, al ejército, o a la mafia. Con este panorama gobierna en Italia un empresario —cómo no, del norte—, en coalición con un partido de extrema derecha y otro fascista que representa al separatismo del norte de Italia. No parece pues, que vayan a aportar muchas soluciones a las regiones y los estratos sociales más desfavorecidos.
La situación italiana es lamentable y parece despertar tantas carcajadas en nuestro país como lamentos en el suyo; pero que nadie se equivoque, Italia camina al paso que marca Europa.
3 comentarios:
Y además La Liga norte se ha llevado al parecer votos de la izquierda...¿Como es posible??? POSIBLE!!!!
Que desgracia...La que se avecina!!
lo peor ya digo, la restriccion del arco parlamentario, q ahora seran solo tres partidos en la camara. hoy he estado hablando con un chico italiano y resulta q con la ultima ley electoral promovida por berlusconi antes de perder las anteriores elecciones, subieron el porcentaje para lograr grupo parlamentario al 8 por ciento!!!! pues con la tonteria, hay un 25% de italianos q no van a tener representacion parlamentaria. otra contradiccion e injusticia democratica, como se come esto????
yo es que no entiendo nada, como es posible que el partido comunista italiano no tenga representacion??
la verdad lo de que coincidan los programas electorales a mi no me sorprende tanto...mira la politica economica que tiene el partido socialista..y luego busca diferencias con las del partido popular.. es que girar a la derecha es tan facil, aqui no hay mas que ver las carteras ministeriales y quien las lleva.
en cualquier caso... lamentable!!!
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