viernes, 17 de junio de 2011

¿Violencia? ¿Cuál? ¿De quién?

Perdón, sí que se vio una, aunque mucho menos explícita, más dura y reaccionaria que la de los acampados. Fue, por supuesto, de puertas para adentro; afuera, mientras, poca cosa puede decirse en términos de 'violencia': escupitajos, zarandeos, insultos de todo tipo y gusto, dicen que arrojamiento de pintura, de agua, etc. Especialmente poética e inspiradora, por original, resultó la metafórica cáscara de plátano que le lanzaron a un no-comunista (no sé si 'anti', pero desde luego aupado en no poco por PCC y PSUC), Joan Herrera, etiquetado políticamente como 'ecosocialista'.

"Yo estuve allí", como suele decirse, y desde luego la opinión de la piraña mediática se corresponde muy poco con la mía propia. La contaminación, parcialidad informativa y labor propagandística orientada en la dirección de los intereses del status quo por parte de los media es muy esperable. Casi predecible. Pero hace daño aparentemente. Se está hablando de "quiebra" o "ruptura" en el movimiento, provocada por dos (supuestas) grandes tendencias: los 'violentos' y los 'no-violentos'.

Las puntualizaciones pueden ser muchas, pero por llevarlo a un ámbito más abstracto, la división podría ser (en un sentido exactamente invertido) entre violentos-funcionalistas y no-violentos-marxistas. 

Más allá de la identificación individual que haga cada uno, existen dos grandes corrientes en lo que a concepción de la violencia respecta. Los primeros entienden como legítima la característica que Max Weber atribuía al Estado moderno: la exclusividad en el empleo de la violencia. De esta forma, es el Estado quien posee la 'razón' de uso de los instrumentos de coerción, así como de represión. La contraposición con la segunda es frontal. Así, desde una perspectiva marxista de la violencia, ésta puede manifestarse no sólo mediante el uso 'explícito' de la fuerza, sino por medio de leyes y universos normativos. Y por supuesto estructurales.

Lo más lamentable de los hechos de los días 14-15 es la posición de quienes, dentro del movimiento o en su órbita, han condenado la parte violenta de los "indignados" siguiendo el discurso moralista y moralizante dado por los medios, por considerar tales actos como "ilegítimos" dentro del propio movimiento.

Y ahora bien, ¿qué es lo legítimo; qué lo establece? Se está manejando una determinada (y muy interesada) interpretación de lo que es violento y lo que no. Dado que es un problema de hegemonía pura (quien controla los medios posee preeminencia de discurso), lo que debe hacerse es condenar la manipulación informativa y reivindicar unas acciones que buscaban sabotear una votación en extremo violenta: los recortes presupuestarios en el Parlament catalán. Su sola propuesta atenta directamente contra la soberanía popular, que ha sido sustraída por la voluntad de los mercados. 

Eso es ilimitadamente más violento y quienes se hayen a este lado de la barricada no habrían de olvidarlo.