miércoles, 14 de abril de 2010

Y como cada 14 de abril...


¡VIVA LA REPÚBLICA!



El herido

Para el muro de un hospital de sangre.

I

Por los campos luchados se extienden los heridos.
Y de aquella extensión de cuerpos luchadores
salta un trigal de chorros calientes, extendidos
en roncos surtidores.

La sangre llueve siempre boca arriba, hacia el cielo.
Y las heridas suenan, igual que caracolas,
cuando hay en las heridas celeridad de vuelo,
esencia de las olas.

La sangre huele a mar, sabe a mar y a bodega.
La bodega del mar, del vino bravo, estalla
allí donde el herido palpitante se anega,
y florece, y se halla.

Herido estoy, miradme: necesito más vidas.
La que contengo es poca para el gran cometido
de sangre que quisiera perder por las heridas.
Decid quién no fue herido.

Mi vida es una herida de juventud dichosa.
¡Ay de quien no esté herido, de quien jamás se siente
herido por la vida, ni en la vida reposa
herido alegremente!

Si hasta a los hospitales se va con alegría,
se convierten en huertos de heridas entreabiertas,
de adelfos florecidos ante la cirugía.
de ensangrentadas puertas.

II

Para la libertad sangro, lucho, pervivo.
Para la libertad, mis ojos y mis manos,
como un árbol carnal, generoso y cautivo,
doy a los cirujanos.

Para la libertad siento más corazones
que arenas en mi pecho: dan espumas mis venas,
y entro en los hospitales, y entro en los algodones
como en las azucenas.

Para la libertad me desprendo a balazos
de los que han revolcado su estatua por el lodo.
Y me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos,
de mi casa, de todo.

Porque donde unas cuencas vacías amanezcan,
ella pondrá dos piedras de futura mirada
y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan
en la carne talada.

Retoñarán aladas de savia sin otoño
reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida.
Porque soy como el árbol talado, que retoño:
porque aún tengo la vida.

Miguel Hernández, Poemas del alma

domingo, 11 de abril de 2010

Del debate en TVE sobre Cuba

Acabo de ver el programa de 59 segundos completo. Tremendo. Menudos tertulianos que mandaron para atacar al régimen cubano: los dos cubanos allí presentes por la parte de la disidencia, defendiendo la política estadounidense contra la isla, diciendo que el bloqueo no existe y que los cubanos no se mueren de hambre “gracias a EEUU”; luego dirán que el imperio no tiene lacayos a sueldo. Jorge Moragas, del Partido Popular, acusando a Willy Toledo de hacer “propaganda comunista”, y divertidos estuvieron por su parte los representantes del PP y PSOE, aquél y Pedro Zerolo respectivamente, que pese a estar en el “mismo” lado de la mesa (aquel de la acusación contra Cuba), no perdieron un momento para sacar los trapos sucios del otro, en un alarde de puro y burdo bipartidismo. Será que el ello es ya algo insertado en su código genético. Por cierto que a Fariñas (disidente en huelga de hambre con quien contactaron telefónicamente) le faltó tiempo para poner su caso en relación con el de Ochoa y su juicio, y no para condenar la sentencia de muerte a éste, sino para decir que no había hecho nada para ser encontrado culpable de narcotráfico.

Puede sorprender, a quienes consideran todo este circo mediático perfectamente normal y justificado, que para no haber una campaña en contra de Cuba (en la que por cierto cayó con el más burdo oportunismo político IU de Madrid), el programa, que constó de 1h. 36’, y en el que hablaron del Gürtel y de la acusación contra el juez Baltasar Garzón (asuntos bastante importantes en el panorama político nacional) estuvo un tanto descompensado. Y es que a Cuba le dedicaron desde el minuto 40 hasta casi el cierre. Muy equitativo, desde luego, y fuera por cierto del alcance de los 45’ a los que aludió la guapísima y pluriempleada presentadora de TVE-1. Por cierto diré que Lidia San José, que merecería, por muchas cosas, un capítulo aparte, para haber firmado la carta del “Yo acuso al Gobierno cubano”, pareció estar bastante poco informada.

Pero supongo que no será tanto el bajo nivel dado por los anticubanos (y digo bien) como que lo que tenían era que argumentar sobre la base de la justificación difamatoria, y así es difícil construir una buena argumentación. A Cuba se le pueden criticar muchas cosas, pero desde luego cuando hablan varias voces que contraponen sus opiniones dejando el monolitismo interpretativo de lado, lo que sale a relucir es una realidad bastante más policromática. Y esto es así porque se pueden emplear datos internacionales que avalan el alto nivel de desarrollo humano alcanzado por la isla que, curiosamente, es el que se empeñan todos los medios en velar.

A Cuba, como digo, se le pueden echar muchas cosas encima, como a cualquier Estado del mundo, y más desde puntos de vista de izquierda, por ser en sí misma un modelo emanado desde postulados socialistas. Pero hablar de condenar a todo un Estado por violentar los DDHH cuando, y siempre según datos de AI por supuesto, es el que menos los viola en su continente, resulta cuando menos ridículo. Plantear acta de acusación sobre este punto desde las argumentaciones del Imperio que rige el mundo y sus principales aliados parece un ejercicio de neocolonialismo bastante evidente.

El programa completo, aquí.

martes, 6 de abril de 2010

De esta manera, la postpolítica subraya la necesidad de abandonar las viejas divisiones ideológicas y de resolver las nuevas problemáticas provistos de la necesaria competencia del experto y deliberando libremente en función de las necesidades y exigencias puntuales de la gente. Quizás la fórmula que mejor exprese esta paradoja de la postpolítica es la de Tony Blair cuando definió el New Labour como el «centro radical» (radical centre): en los viejos tiempos de las divisiones políticas «ideológicas», el término «radical» estaba reservado o a la extrema izquierda o a la extrema derecha. El centro era, por definición, moderado: conforme a los viejos criterios, el concepto de Radical Centre es tan absurdo como el de «radical moderación».
Lo que el New Labour (o, en su día, la política de Clinton) tiene de radical, es su radical abandono de las «viejas divisiones ideológicas», a menudo expresado como una paráfrasis del conocido lema de Deng Xiaoping de los sesenta: «Poco importa si el gato es blanco o rojo, con tal de que cace ratones». En esta misma línea, los promotores del New Labour suelen subrayar la pertinencia de prescindir de los prejuicios y aplicar las buenas ideas, vengan de donde vengan (ideológicamente). Pero, ¿cuáles son esas «buenas ideas»? La respuesta es obvia: las que funcionan. Estamos ante el foso que separa el verdadero acto político de la «gestión de las cuestiones sociales dentro del marco de las actuales relaciones sociopolíticas»: el verdadero acto político (la intervención) no es simplemente cualquier cosa que funcione en el contexto de las relaciones existentes, sino precisamente aquello que modifica el contexto que determina el funcionamiento de las cosas. Decir que las buenas ideas son «las que funcionan» significa aceptar de antemano la constelación (el capitalismo global) que establece qué puede funcionar (por ejemplo, gastar demasiado dinero en educación o sanidad «no funciona», porque se entorpecen las condiciones de la ganancia capitalista). Todo esto puede expresarse recurriendo a la conocida definición de la política como «arte de lo posible»: la verdadera política es exactamente lo contrario: es el arte de lo imposible, cambia los parámetros de lo que se considera «posible» en la constelación existente.

Zizek, Slavoj, “La postpolítica…”, en En defensa de la intolerancia, Diario Público, 2010, pp.33-35.