domingo, 5 de diciembre de 2010

Una reflexión sobre lo leído en el conflicto de controladores

En estos dos últimos días se ha hablado mucho del tema de los controladores aéreos y las consecuencias que su ilegal acto ha tenido. Me ha parecido reveladoramente interesante todas las posiciones encontradas dentro de la blogosfera, y han sido muchos los compañeros de IU con quienes he discutido del tema.

Para empezar, decir que quienes se han posicionado en contra de los controladores —con más o menos matices— lo han hecho alegando los privilegios de que este colectivo goza. A mi entender este argumento ocupa un espacio innecesario, porque no tienen en absoluto nada que ver con lo que ha ocurrido aquí. Por tanto me parece un argumento falaz que no habría de entrar en el debate, tengan los privilegios que tengan. ¿En qué afecta a la discusión? ¿Qué elemento o condicionante añade?

Otro punto fuerte ha sido la patente ilegalidad en las formas de la protesta. Esto, que es innegable, en mi modesta opinión tiene matices. Para mí, esta ha sido derivada directamente de la clásica ‘acción-reacción’ y este argumento no es algo gratuito. No entiendo que se le exijan a nadie legalidades cuando quien es el primero que ha (en teoría, por supuesto) de respetar las leyes (el Gobierno mismo) no lo hace. El Decreto que ha encendido la mecha, es absolutamente impresentable, presumiblemente será en unos meses —ya tarde— declarado ‘inconstitucional’ como ocurriera con el ‘Decretazo’ que propició la pasada huelga general, pero se ha aprobado saltándose la negociación colectiva y el Estatuto de los Trabajadores, todo ello amparando la privatización de la mitad de AENA. Que sea un modus operandi a que se nos tiene acostumbrados el actual Ejecutivo no lo hace distinto ni mucho menos permisible. Exigirles a los trabajadores que se amparen en la legalidad (cosa que no discuto que no han hecho) cuando el Gobierno mismo se la ha saltado, no sólo no puedo hacerlo sino que no entiendo ni comparto que así se esté haciendo. No niego que los controladores han (perdón) jodido literalmente las vacaciones de muchos miles de personas, pero no han empezado ellos y esto habría cuando menos de ser tenido en cuenta antes de centrar las miradas sobre éstos. Huelga decir que con ello no trato de justificar a nadie.

Pero esto es lo que me lleva a lo siguiente: ¿por qué centrar —guiados por los medios, como de costumbre— miradas, culpas y el debate sobre lo controladores? De lo que se tendría que estar hablando, de no estar todo el mundo poniéndose en la piel del damnificado en un alarde de empatía que la sociedad actual nos tiene poco acostumbrados, es de que se haya aprobado —de modo, repito, harto irregular— la privatización de una de las últimas empresas públicas que quedan para pagar los desaguisados financieros ya no sólo con el sueldo contante y sonante de los impuestos de la ciudadanía, sino con el patrimonio de todos con todo lo que ello conlleva; de un discurso demagogo y populista que está ejerciendo el Gobierno para llevarlo a cabo, buscando un cabeza de turco —hallado— en los controladores, diciendo que se niegan a trabajar por mantener sus privilegios.

De paso me veo en la triste obligación de decir —lo cual no es menos ridículo—, para que no parezca que soy un insolidario insensible porque todo esto «no iba conmigo», que lo lamento mucho por quienes hayan perdido sus enormemente merecidas vacaciones.

Pero independientemente de lo que nos gusten o no los controladores aéreos, lo que este colectivo (gremio si prefiere alguno) lleva años pidiendo —en contra de lo que sostiene el Gobierno, que miente— no son aumentos de sueldo sino de plantilla, lo cual habría de ser una notable preocupación de quienes de modo habitual tomamos un avión, porque ello guarda relación directa con la seguridad aérea, bastante tocada por la especulación en los últimos años como mostró el último accidente grave en suelo peninsular, el del avión de Spanair.

Que en el controvertido Decreto se haya agregado una cláusula preventiva que contempla este tipo de incidencias permitiendo el paso de la gestión del control aéreo a Defensa, me parece terriblemente elocuente. Me gustaría insistir en todo ello porque, repito, la atención en este asunto debería volcarse de unas vacaciones perdidas al ámbito de lo puramente político.

Porque esa solidaridad que estamos viendo es con el consumidor, no con el ciudadano, para con quien la última huelga general dejó bien patente lo insolidario de los españoles. Todos nos vemos a nosotros mismos no como individuos sino como consumidores, y es en esto que descargamos nuestra solidaridad con los damnificados del puente. Me remito a un breve texto de Miguel Izu que me ha parecido interesante:

Gracias al conflicto de los controladores aéreos nos hemos enterado de cuál de los derechos de los ciudadanos es el más importante. Y resulta que es el derecho a volar, uno que ni siquiera está en la Constitución. Es lo que se deduce de que haya sido el único que ha merecido un real decreto urgentísimo para militarizar un servicio público y que haya llevado al Gobierno a plantearse la declaración del hasta ahora inédito estado de alarma previsto para, entre otros, los casos de paralización de servicios públicos esenciales para la comunidad.

Con todo esto lo que se está haciendo —quiérase o no— es una consideración muy clara: se anteponen los derechos de los CONSUMIDORES a los de la CIUDADANÍA. Quienes critican en primer plano a los controladores están haciendo esta yuxtaposición. A algunos se lo he hecho notar y se me ha negado que así sea. Pero quitarle protagonismo a la pérdida de un viaje para centrarse en lo que ha rodeado esto —al tiempo que yo ponía la responsabilidad del Gobierno—, para algunos supone justificar a los controladores. Y nada más lejos de mi pretensión.

La responsabilidad, primera y última, es del Gobierno. Dicho esto, los controladores habrían de pagar las consecuencias de quien lleva a cabo un conflicto laboral (desde luego no con el delito de sedición). Pero argumentos como el de las UCI's, que se han podido leer por todas partes, resultan increíblemente falaces y oportunistas, y cabe decir lo mismo al respecto: si los médicos se ponen en huelga porque se va a privatizar la sanidad pública y el gobierno lanza un decreto saltándose la negociación colectiva —que dicho sea ha estado desoyendo durante meses— y autoriza la militarización del servicio caso que se produzcan parones, pues sí vería perfectamente justificada una huelga y no dudaría en hacia donde señalar, y nunca sería a los médicos por mucho que cobre un cirujano. Por lo demás, el hacer análogo un paciente en espera de operación con la de un pasajero en espera de arribar a su destino es no entender nada o querer tergiversarlo todo.

El ambiente obviamente está aún muy caliente, y supongo que de no ser así, a unas vacaciones perdidas se antepondría la pérdida —definitiva— de una empresa pública, de un modo de actuar netamente AUTORITARIO que comienza a ser costumbre y que propició ya una huelga general, al uso de militares para poner ORDEN en una situación que la prensa (y muchos blogueros) ha calificado de caótica, porque lo que precede al orden, como todos saben, es el CAOS. Me preocupa muy especialmente el aplauso colectivo al uso de la fuerza militar, apenas mencionado de forma sucinta por atender al chivo expiatorio. Cuidado con el precedente que se ha sembrado y que el pueblo ha sancionado con pública aclamación.

Dejo un blog que quizás pueda resultarle a alguno interesante. Aquí señala, entre otras cosas y con comentarios deshabilitados, que los controladores, además de no ser funcionarios desde 1991 con la creación de AENA, hablan de sus reivindicaciones de los últimos años, de cómo se ha estado perdiendo personal al tiempo que se aumentaban las horas extra y desoían las voces que pedían aumento de plantilla, o ‘únicamente’ el 9% de los controladores españoles tiene un familiar en plantilla. (http://www.controladoresaereos.org/?p=1310)

5 comentarios:

pilar dijo...

vamos preparando las maletas...

Maria dijo...

Gracias por esta exponsición tan clara y fundamentada, que brilla ante una masa descerebrada.

John Cornford dijo...

¡Vaya pues muchas gracias María!

fiorella dijo...

Te leí comentando en otros blogs, comparto tu analisis. Un beso desde Montevideo-Uruguay

John Cornford dijo...

Muchas gracias Fiorella, se agradece enormemente. Un saludo desde Barcelona!