martes, 31 de julio de 2012

La lectura obrera

Mientras los obreros torcían los cigarros en un salón de atmósfera asfixiante, el cronista les leía durante cuatro horas diarias, a veces libros de propaganda social, a veces dramas, a veces novelas, a veces obras de filosofía y vulgarización científica. Generalmente los libros que se habían de leer eran elegidos por un comité de lectura, porque los tabaqueros, no los patronos, pagaban directamente al lector lo que querían, unos, cinco centavos, otros, un peso, al cobrar los jornales los miércoles y los sábados (...). Y así el cronista recuerda haber leído obras de Galdós, de D'Annunzio, de Kipling, de Schopenhauer, de Lropotkin, de Marx, de Sudermann. Un día, apenas comenzaba la lectura, observó que algunos oyentes dejaban el trabajo para escuchar mejor, y a los pocos minutos no volvió a oírse ni el chasquido de las chavetas al recortar las puntas del tabaco. En las dos horas que duró la lectura no se oyó ni una tos, ni un crujido (...). Era en La Habana, en pleno trópico y el público se componía de negros, de mulatos, de criollos, de españoles; muchos no sabían ni leer siquiera; otros eran ñáñigos. ¿Qué obra podía emocionar tan intensamente a aquellos hombres? Hedda Gabler, el maravilloso drama de Ibsen (...). Nunca disfrutó Ibsen en Cristianía de un público más devoto y recogido.

Ramiro de Maeztu, de su Autobiografía: «Juan José en Londres». En este fragmento narra una anécdota de su etapa como lector público, allá por 1908. Aquí lo hemos reproducido de José Carlos MAINER: "Notas sobre la lectura obrera en España (1890-1936)".

miércoles, 11 de julio de 2012

La marcha minera llega a Madrid

De noche, bien de noche, desfila por las calles de Madrid la «Marcha minera». Es recibida y arropada por más de 150 mil personas, quienes marchan con ellos. ¡Quién estuviera allí!