jueves, 29 de mayo de 2008

Mayo del '68 (II)


En plena resaca triunfal tras la reapertura de la Sorbona, que no era para menos, pues le habían ganado el pulso al gobierno, comenzó una honda expansiva producto de las movilizaciones estudiantiles que tocaron, ahora decisivamente, a los obreros.

En cuestión de cinco días, del 13 al 18 de mayo, habían sido ocupadas 120 fábricas y, al empezar la nueva semana, los huelguistas eran ya entre cuatro y seis millones, que se convirtieron en once en pocos días.

Tal era la euforia y la capacidad de movilización sociales, que en una ciudad como Nantes el comité huelguístico central de obreros, campesinos y estudiantes, tomó el Ayuntamiento sustituyendo al prefecto y al alcalde el día 27 de mayo.

Sin embargo, los intereses del Partido Comunista Francés distaban enormemente de aquellos que reivindicaban los estudiantes, pues no buscaban un cambio del sistema establecido ni mucho —algo a todas luces utópico en aquella coyuntura— sino una rentabilidad política, una reafirmación del poderío que aún tenía. Hay que tener en cuenta que la CGT —el sindicato vinculado al PCF— había disminuido en dos tercios su afiliación entre 1947 y 1955, y para 1968 la densidad sindical era de apenas el 20%. El PCF y la CGT buscaban, en definitiva, mejoras sociales y laborales para los trabajadores.

George Pompidou llegó a ofrecer un aumento del salario mínimo del 35% y un incremento general del 10, además de medidas para llegar a la semana de las 40 horas. «Pero, de forma elocuente, 10.000 obreros de la Renault en Billancourt, el bastión emblemático de la CGT, rechazaron los acuerdos; los obreros repitieron esta acción en otros lugares; (…) Los obreros querían cambios que representaran calidad de vida: más respeto a uno mismo, mayor participación en la toma de decisiones, mayor control de la vida cotidiana: todo lo que implícitamente significaba la autogestión» (G. Eley, 2002).

La falta de acuerdo entre estudiantes y obreros y los órganos de representación de ambos, que no encontraron lugares comunes en los que apoyarse de forma decisiva, desarticuló e hizo ciertamente estéril, en el momento decisivo, el empuje conjunto de ambos. Charles De Gaulle, quien había estado desaparecido durante semanas dejando sin la cabeza visible al gobierno —bajo la representación de su primer ministro G. Pompidou—, tras asegurarse la lealtad del ejército en el Rin, regresó finalmente el 30 de mayo y en una alocución radiofónica declaró que no dimitiría y animó al pueblo francés a la acción cívica contra el «totalitarismo comunista». Se convocaron unas elecciones para los días 23 y 30 de junio al tiempo que se acababa, por medio del ejército, con los últimos resquicios de huelga y ocupación de fábricas. La coalición gaullista obtuvo el 60 por 100 de los escaños —con un 40 por 100 de votos—, mientras todos los demás perdían representantes —el PCF perdió 39 escaños; el PSF, 61; los tres escaños del PSU desaparecieron— y a los jóvenes menores de 21 no se les permitió participar en la votación.

lunes, 26 de mayo de 2008

Falta de democracia interna en un partido supuestamente democrático

Hay crisis en el PP, o al menos eso es lo que parece ser en vista del cruce continuo y confuso de declaraciones entre los supuestos “rebeldes” del partido o las informaciones que continuamente transmiten los medios.

Resulta que ahora el partido pues está experimentando una transformación interna, lo que el antiguo ministro y luego candidato en Cataluña Josep Piqué recomendó hacer tras la derrota electoral de 2004 insinuando que el partido debía emprender un giro al centro y llevar a cabo una profunda remodelación. Pues bien, esa remodelación parece ser que se ha producido, o está en fase de hacerlo, y es que ahora ya no se ven rostros duros como Acebes, Zaplana, Aguirre, y un largo etc. que trata de ser sustituido por otros más benévolos, menos desgastados y con la eufemística etiqueta que hoy día nadie sabe muy bien qué es lo que significa de demócratas liberales. Es decir de “centro”.

Los resultados electorales le han demostrado al PP que desde la derecha dura no es posible, al menos con un PSOE que no se muestra tan intransigente como el de Felipe González, ganar las elecciones. Y en esas están. Pero a Rajoy, el encargado de llevar a cabo esta limpia, le han crecido los enanos. Y esto es lo que a mí más me sorprende de todo.

Por supuesto, era de prever que la cúpula de un partido netamente de derechas que recicló o, mejor, asimiló todo el abanico derechista del franquismo —el cual comprende una muy amplia extrema derecha— se dejaría llevar hacia el “centro”, es decir, hacia el moderantismo. Resulta que esa extrema derecha, representada en toda la gente que fue el otro día a la sede central de la calle Génova —y por supuesto muchos más que no acudieron—, en María San Gil, en Acebes, Zaplana, Esperanza Aguirre, el ex presidente Aznar y muchos más como se está ahora viendo, es reticente al cambio.

Esto, que es una obviedad, no es lo que me ha llevado a escribir sobre el tema. Resulta que, para empezar, se quiere volver a recuperar lo que se viene a denominar el “centro” político y por el que tantas veces han disputado tanto el PP como el PSOE y que, en realidad, nadie sabe muy bien lo que es pero que se acepta por evocar muy apropiadamente en forma de eufemismo político el equilibrio. El centro es, pues, algo deseable ad hoc tanto para el Partido Socialista como para el Partido Popular, pero lo que sorprende es que al líder de la agrupación, que es Mariano Rajoy —designado a dedo por Aznar, pero a fin de cuentas aceptado por todo el partido— le pueda poner en apuros un cese como el de María San Gil, que es la líder del partido en Euskadi, que por lo demás es voluntario y no obedece a ningún criterio fuera de que a ella misma no le guste el rumbo al centro que pretende liderar Rajoy.

Y en estas le han crecido los enanos a don Mariano. Era de prever, e imagino que él ya contara con ello, que el ala más derechista del partido no fuese a aceptar de buen grado este giro al moderantismo que parece querer llevar a cabo, máxime en un momento en el que la intransigencia es la bandera que todo el mundo reconoce en el Partido Popular. En esta lucha fratricida por mantener el integrismo dentro del partido se han sumado la COPE, Libertad Digital y varios de los rostros y las voces más representativas de estos “plurales espacios” como Federico Jiménez Losantos.

Lo que a mí más me sorprende, lo que me deja anonadado, es la naturalidad y descontextualización con que los medios tratan el tema. Se oye a diario que “hay crisis en el Partido Popular”, pero los análisis sobre ella dejan fuera cuestiones tan de fondo como la legalidad de la misma. A Rajoy lo han puesto “a dedo”, eso es claro, pero esto nunca planteó un problema a nadie en el seno del PP, por muy trágica que para la democracia aquella designación tan vertical hubiera sido. Es más, la naturaleza antidemocrática del Partido Popular se deja sentir a cada movimiento que realiza cada uno de sus miembros, militantes o seguidores más integristas. María San Gil, unilateralmente y a título personal, abandona su cargo y fuerza que el congreso del PP en Euskadi se adelante a julio y, progresivamente y a pasos agigantados, van saliendo nuevas voces que se suman a la de San Gil —la cara visible de momento de la rebelión— que piden un cambio en la dirección y que Rajoy abandone el cargo y no presida el congreso previsto para el 20 de junio pero resulta que nadie plantea una candidatura alternativa a la del propio don Mariano. ¿Dónde queda aquí la democracia interna de cualquier partido político? Igual resulta que no todos los partidos gozan de ella, como es el caso, puesto que la legitimidad que tiene San Gil o cualquiera de las voces adversas a Rajoy es absolutamente nula y de ahí que éste se lance a desafiar a cualquiera a presentarse como candidatura alternativa al congreso de junio. Parece ser que por el momento a ninguna adversa voz le salen las cuentas como para dar el paso.

Ahora bien, ¿cómo un partido que ni tan siquiera es mínimamente democrático en su funcionamiento y dinámica interna, puede siquiera pretender asumir un discurso demócrata o, sin más, serlo de manera efectiva en la práctica?

Yo, sin más, creo que no puede serlo y a la vista están las diferencias, que son en realidad absolutas disputas, entre los que son demócratas dentro del PP y los que, venidos de la derecha franquista, tienen dificultades muy serias para siquiera aparentar serlo.

miércoles, 14 de mayo de 2008

60 años de una ocupación, una guerra y un exterminio

«Nosotros no podemos celebrar el nacimiento de un Estado fundado en el terrorismo, masacres y la expulsión de su tierra de otro pueblo» —The Guardian, Londres, declaración de un centenar de intelectuales judíos, mayo de 2008—.

Efectivamente, hoy celebra el Estado de Israel su 60 aniversario y la frase arriba citada creo q no podría ser más apropiada. A la vez que esto se celebra se conmemora también la subyugación de otro pueblo, el palestino.

A la llegada al poder del actual presidente del gobierno español, el socialista J. L. Rodríguez Zapatero, prometía ante las Naciones Unidas, es decir, no ya sólo ante los españoles sino ante el mundo entero, el luchar por la defensa de los derechos de los pueblos saharaui y palestino. El primero lo intercambió por beneficios pesqueros en los caladeros marroquíes que, sin embargo, se sitúan en las costas del territorio del Sahara; por el segundo todavía no se sabe que le han dado.

El drama palestino es, sin lugar a dudas, el mayor drama humanitario del mundo. Conflictos de hambre hay seguramente más dramáticos en muchas zonas de África, sin embargo, el crimen contra el Pueblo palestino es además un conflicto armado, un problema político de gran envergadura que tendría que hacer actuar no a UNICEF sino a la ONU. He aquí la diferencia.

El conflicto, sin embargo, se ha acallado sensiblemente por parte de los medios, que cada vez miran menos hacia lo que ocurre en Oriente Próximo, bien dedicándole menos espacio —tendencia muy generalizada en lo que a las noticias internacionales se refiere— bien confundiendo al público con lo que allí sucede. Esto, no obstante, viene siendo tradición en el trato de la información, pues lo único que el espectador detecta es un vago y muy poco analítico “están locos todos”, a lo que cabría añadir un “en igual medida”.

En opinión del historiador británico Eric John Hobsbawm —el intelectual más conocido de Gran Bretaña—, Oriente Próximo es la zona más inestable actualmente del planeta y el factor mayor de inestabilidad, además de la acción geoestratégica de occidente —especialmente de EE.UU.—, es el Estado de Israel, el mayor aliado estadounidense en la zona junto con Turquía, otro socio que también se las trae y el genocidio practicado actualmente contra el Pueblo kurdo es cuanto menos digno de mención y condena internacional —Turquía es en la actualidad el país que más armamento recibe de Estados Unidos en el mundo junto con el Estado de Israel—.

Alguien podría pensar que si ningún Estado condena a Israel será porque, como se nos dice insistentemente por parte de su propia administración y la estadounidense, es porque “tienen derecho a defenderse”. Israel es el único Estado del mundo que nunca ha cumplido ni una sola resolución de la ONU. Pese a no tener una gran trascendencia mediática, hay toda una larga serie de países que condenan las atrocidades que este Estado practica en nombre de su “propia existencia” y toda una serie de destacados personajes y cargos que así lo hacen, pese a no tener su espacio en los medios de comunicación occidentales.

Así, Louise Arbour, alta comisionada de Naciones Unidas de Derechos Humanos, en julio de 2006 decía algo tan áspero como que “Los dirigentes israelíes deberían ser acusados de crímenes de guerra”. ¿Por qué tan radical condena a las acciones israelíes y no así a las acometidas por los milicianos palestinos? Evidentemente, no es comparable el terrorismo que practican unos, con el que realizan otros. Sin más. Todo tiene sus matices y aquí no sólo merece la pena remarcarlos, sino que es un deber imprescindible hacerlo.

El territorio de Palestina correspondía a un pueblo que llevaba en él habitando durante miles de años y que, en la actualidad y desde hace ya 60 años, le ha sido arrebatado. La lucha del Pueblo palestino es la de un pueblo por su independencia. En España, si se celebra la “guerra del francés” —por mucho siglo XIX que sea— no debiera discutirse la lucha palestina. Las guerras de liberación son guerras que, guste o no, incluso el mayor pacifista ha de estar de acuerdo con ellas. No se discute, o no debiera discutirse, la lucha armada del Pueblo iraquí contra la ocupación de las potencias del mundo denominado occidental y especialmente de Estados Unidos nuevamente.

De igual forma, no es lo mismo el terrorismo de Estado —jamás así llamado por los medios de comunicación­ practicado por el Estado de Israel, en el que se emplean tanques, alta tecnología y todo el aparato gubernamental represivo como el derribo sistemático de las casas de los familiares de milicianos muertos en acciones contra la ocupación israelí. Muchas son los que piensan que el fanatismo religioso es el que hace a los suicidas palestinos autoinmolarse con tal de llevar a cabo su misión. Y yo me preguntaría ¿qué clase de fanatismo, uno similar al visto estos días en las fiestas del Rocío en Andalucía? Una persona, si está desesperada como lo está el Pueblo palestino es capaz de eso y de mucho más. Ese mucho más es cargar con el peso de una guerra que dura ya 60 años y que es, sin matiz alguno, un frente abierto. ¿Qué hace que no sea declarado conflicto armado? Simplemente la falta de reconocimiento al más que legítimo Estado palestino y que, de modo más secundario, la diferencia entre unos y otros en cuanto a lo que cuestión militar se refiere hace más que difícil que la opinión pública pueda verlo así. Supongo que sería distinto si ambos contasen con tanques y no unos sólo con kalahsnikov.

Golda Meir, primer ministro israelí de 1969 a 1974, apuntó en su día una frase que viene a ilustrar perfectamente la realidad en la zona: “¿Cómo vamos a devolver los territorios ocupados? No hay nadie a quien devolvérselos. No hay tal cosa llamada palestinos”. Sin embargo, ante este tipo de posturas cabría recordar el muy sabio dicho popular de “el que siembra vientos, recoge tempestades”.

La guerra sin embargo se adivina interminable por lo que convendría, de una vez por todas, tratar de llegar a una solución que ponga fin al conflicto y establezca una salida acordada. No estaría mal comenzar por lo que la mayoría de palestinos piden junto con muchos otros intelectuales del mundo y que, en palabras de todo un rabino como Yisroel David Weiss merece especial atención: “los sionistas utilizan el Holocausto en beneficio propio… El sionismo no es judío sino una agenda política… Lo que queremos no es una retirada a las fronteras de 1967, sino una retirada de todo lo que está incluido, de manera que el país puede ser de nuevo de los palestinos y nosotros podamos vivir con ellos”. Ojalá todos pudieran verlo así y lo único que es claro es que ambos pueblos han de poder convivir.

Hace poco tuvo lugar el salón del libro de Turín y el invitado de honor resultó ser israelí; una amiga que conocí hace poco en esa misma ciudad me lo contaba y decía sentirse indignada por este hecho. Desde luego, por mucho menos de lo que hace Israel, a otros Estados se les aplican condenas y bloqueos que a este Estado criminal ni se imagina poner en práctica. Por mi parte, y creo que de buen criterio, suscribo la opinión de Aaron Shabtaï manifestada en una carta que el escritor —de origen israelí— redactó a fin de explicar su posterior negativa a participar en el Salón del Libro de París de este mismo año de 2008 en el que Israel fue el país invitado: “no creo que un Estado que mantiene una ocupación y comete cotidianamente crímenes contra civiles, merezca ser invitado a ninguna semana cultural… Es un acto bárbaro travestido cínicamente de cultura”.

sábado, 10 de mayo de 2008

El secuestro o la falta de criterio de Amnistía Internacional

A continuación, os paso un artículo aparecido en la Red Voltaire que acabo de leer y que me ha parecido no sólo muy bueno sino también de lectura obligada. Lo firma Salim Lamrani, "profesor, escritor y periodista francés especialista en las relaciones entre Cuba y Estados Unidos".

Por supuesto, el tema es peliagudo, puesto que todo el mundo tiene enormemente idealizada a la organización Amnistía Internacional y que, pese a su necesaria labor que desgraciadamente no tiene el reflejo que debiera en la política internacional, sobre todo, de los principales Estados y potencias mundiales (especialmente EE.UU.). No obstante, las noticias de condena de esta organización son siempre discriminadas y exquisitamente seleccionadas por los medios, por lo que suelen llegarnos condenas a países como Cuba, Venezuela, países del Oriente Próximo, China... esto en su amplia mayor parte, de condenas a EE.UU. o, sin irnos más lejos, España, pues no abundan (de hecho de nuestro gran país nunca se habla mucho, o mejor nada, a este respecto).

El secuestro en algunos casos de la organización no gubernamental es claro y enormemente acallado. El tema es tabú, sin más. Esto es evidente puesto que todo el mundo considera al organismo AI como absolutamente neutro y fidedigno, por lo que el solo rumor de compra de alguno de sus miembros sería toda una tragedia mundial ya que, entonces, de quién podrá fiarse la ciudadanía mundial en lo que a violación de Derechos Humanos se refiere.

Lo que yo veo al menos claro es que, poniendo un ejemplo, tanto el Pueblo Palestino viola los DDHH para con los israelíes como el Estado de Israel los viola para con el Pueblo Palestino. Ahora bien, ¿estamos hablando, puede en verdad hablarse, de una misma realidad objetivamente idéntica y asimétrica? Ambos se matan entre sí, de acuerdo, pero ¿es de verdad comparable la lucha de un Pueblo por su liberación, como lo hace el Pueblo iraquí, como la aplicación sobre un Pueblo sometido del terrorismo más mortífero e implacable de todos, esto es, del terrorismo de Estado? Evidentemente no es lo mismo y, en este caso como en muchos otros, el matiz es indispensable.

No es igual ni comparable, por terminar ya, lo que Lenin distinguía como nacionalismo de la nación oprimida con el nacionalismo de la nación opresora. Esto es vital.

Sin más, os paso el artículo en forma de enlace. Una advertencia, parece muy extenso, sin embargo, las dos terceras partes del artículo son ejemplificaciones de la legislación de distintos países, por lo que es al inicio donde desarrolla su argumentación.

Las contradicciones de Amnistía Internacional.

Un saludo a todos.

sábado, 3 de mayo de 2008

«Se mueve, después de todo» Mayo del ’68 (I)

La cita no es mía, está sacada de un libro que recomendaría enérgicamente, Un mundo que ganar de Geoff Eley, que titula de esta forma el capítulo dedicado a Mayo del ’68, del que tal día como hoy, un 3 de mayo aparentemente ordinario, se cumplen nada menos que 40 años.

Evidentemente este es un acontecimiento ininteligible sin el contexto mundial: el 2 de enero, Fidel Castro declaraba 1968 Año del Guerrillero Heroico a la memoria de Ernesto Che Guevara, muerto hacía tres meses en Bolivia. En Asia sucedían mientras varias cosas, por un lado, se seguía mirando la Revolución Cultural en China, en Japón los estudiantes protestaban contra la presencia del buque norteamericano Enterprise, en Corea del Norte se apresaba al barco espía también norteamericano Pueblo y, sobre todo, a finales de este mes de enero, el Vietcong lanzaba el ataque que desde entonces cambiaría el curso de la guerra en Vietnam, la ofensiva del Tet.

Como dice Eley, “el radicalismo europeo de 1968 era totalmente internacionalista, inspirado por movimientos revolucionarios no occidentales o por la ira que Estados Unidos despertaba por contrarrevolucionario”.

Por su parte, en Checoslovaquia se iniciaba un proceso trascendental. A primeros de enero, el presidente estalinista Antonín Novotny, fue sustituido como primer secretario del KSC por Alexander Dubcek. En marzo, se había liberalizado la prensa, abolido la censura cultural, reconocido la libertad académica y rehabilitado a las víctimas de las purgas. “Su programa del 10 de abril centró las esperanzas políticas en lo que se conocería por la Primavera de Praga. No obstante, contrariamente a lo que se suele informar o leer al respecto, este proceso no era revolucionario ni mucho menos y en ningún momento perseguía la escisión o el fin del socialismo en la pequeña república soviética, sino, como dan a ver dichas reformas, buscaban un cierto aperturismo que permitiese una mayor maniobrabilidad político–sociales dentro de los parámetros del socialismo. El problema con que contó fue que la propia URSS nunca permitiría unas reformas políticas, por nimias que estas fueran, si no eran bajo supervisión suya. La invasión de Checoslovaquia, por ello, hizo ganarse la condena de los partidos comunistas occidentales, entre los que se encontraba el Partido Comunista de España.

Italia, Gran Bretaña, Alemania Occidental e incluso España, ya habían contado con sus revueltas estudiantiles que ponían en entredicho de un modo más o menos radical, la propia autoridad del Estado. En Francia, que se habían producido movilizaciones similares a las de Alemania e Italia, el salto cualitativo lo propició toda una serie de factores que fueron a darse en la capital, París. Según Geoff Eley, los factores, grandes rasgos, decisivos se encontraban en el enorme aumento del número de estudiantes que provocó un cierto colapso y gran malestar debido a la insuficiencia de las instalaciones y a un fuerte entorno “alienante”. Incluso en los EE.UU., donde nunca nada parece moverse, se radicalizaba el movimiento por los derechos civiles, al tiempo que crecía la combatividad de los Panteras Negras y los disturbios iban a sucederse hasta llegar a su punto más álgido con el asesinato de Martin Luther King.

Todo comenzó en la Universidad de Nanterre, en el noroeste de París, donde las movilizaciones en contra de la guerra del Vietnam habían sido ya el año anterior virulentas. El 22 marzo, seis estudiantes de esta universidad fueron detenidos por protestar contra dicha guerra, a lo que los estudiantes respondieron ocupando las oficinas del rector. Así fue como nació el Movimiento 22 de Marzo, que se asentaba en la unión estudiantil fuera de cualquier sectarismo político, ya que se había acordado que todas las decisiones se tomarían en asambleas generales. Un manifiesto del Movimiento fue firmado por 1.500 estudiantes y en él se concentraban las esencias por las que se distinguiría el mayo del ’68: “rechazo total de la universidad capitalista–tecnocrática, de la división del trabajo y del llamado conocimiento neutro (…) complementado por un llamamiento a la solidaridad con la clase obrera”.

Al comenzar el mes de mayo otras universidades y hasta fábricas de otras zonas de Francia parecían sumarse a las protestas. Al Movimiento 22 de Marzo se sumaron además la UJC —marxistas–leninistas— y la JCR. Por supuesto, las movilizaciones no se habían detenido durante el mes de abril pero la chispa que hizo saltar definitivamente la combatividad social se produjo un viernes, al congregarse una multitud en el patio de la Universidad de Nanterre. El rector llamó a la policía, que detuvo a los presentes. Sin embargo, al momento en que la policía se disponía a irse, otros estudiantes los atacaron. La policía actuó con brutalidad excesiva, deteniendo a 596 personas e hiriendo a incontables. La respuesta de los estudiantes fue inesperada y arremetieron violentamente contra la policía.

Se mandaron a cuatro estudiantes a la cárcel y la Sorbona fue cerrada. Se convocó una huelga para el lunes en la que se exigía la amnistía para los detenidos y la reapertura de la universidad. Veinte mil policías hicieron frente a la multitud, que llegó a agrupar a treinta mil manifestantes y consiguió contener la carga policial. La violencia empleada por la policía hizo despertar las simpatías de la ciudadanía y, tras esta última actuación de las fuerzas policiales, una encuesta revelaba que cuatro quintas partes de los parisinos estaba a favor de los estudiantes.

El martes y miércoles se realizaron grandes marchas pacíficas. Y el jueves tuvo lugar un intenso debate. El 6 de mayo parecía que la situación se normalizaba, sin embargo, el gobierno seguía guardando silencio y las negociaciones con el vicerrectorado fracasaron debido a que se negaron a transigir en el punto sobre la puesta en libertad de los detenidos. La noche del viernes 10 de mayo se reprodujeron las movilizaciones tras el fracaso o mejor la negativa a negociar de las autoridades gubernativas y 20.000 manifestantes ocuparon el Barrio Latino. Cohn-Bendit, representante del Movimiento 22 de Marzo y cara visible de la revuelta estudiantil, convocó por radio una huelga general.

El Partido Comunista Francés no se había interesado decisivamente por el movimiento, pues consideraba a los estudiantes “pseudorrevolucionarios” de la clase obrera. Pero conforme avanzaban los acontecimientos, sucedió que los comunistas de base pasaron a tomar parte en las decisiones y siendo parte importante de todo el movimiento estudiantil que ya había cobrado tal forma y acaparado la suficiente atención y simpatías de la opinión pública, que la CGT —el mayor sindicato de Francia, vinculado al PCF— consideró llegado el momento de conjugar el movimiento estudiantil e incipientemente obrero, con una llamada a la movilización general de la industria francesa.

De esta forma, el 13 de mayo 800.000 obreros realizaron una marcha a favor de los estudiantes y Cohn–Bendit figuró en primera fila con los líderes del PCF y la CGT. Tras esto, Pompidou, primer ministro de De Gaulle, retiró la policía y reabrió la Sorbona. Los estudiantes la declararon “zona liberada”.

Mayo del '68 francés