miércoles, 9 de abril de 2008

La Llama Olímpica y la causa tibetana


Por primera vez —que se haya visto— se ha apagado la Llama Olímpica. Ha sucedido en París, donde numerosos y fervientes partidarios de un Tíbet independiente han protestado contra la ocupación de esa región por parte del gobierno chino, tratando de boicotear en lo posible la gran cita olímpica. Como cabía esperar, China comienza, poco a poco, a ser el centro de todas las miradas. Por supuesto, no sólo se habla de deporte sino, más bien, sólo de política. Esto es lo que no sorprende.

Se habla del despotismo chino que reprime con gran virulencia las pacíficas reivindicaciones tibetanas que piden la independencia de su región. Ahora bien, que un grupo de fanáticos ingleses o franceses hayan protestado contra las injusticias del mundo, en este caso cristalizadas sobre la indefensa región de los lamas, y manifestada esta a través de la extinción de la antorcha olímpica, no supone sino un sesgo informativo que, a fin de cuentas, ¿sobre qué informa o busca informar? ¿A alguien, después de estos incidentes, tiene una mínima idea qué es lo que sucede en el Tíbet y cuál es su situación política actual o su realidad histórica?

Este tipo de noticias, lejos de arrojar luz, tienden a confundir a la audiencia y quizás porque la cosa, así tal cual se ha dejado, está bien como está. De hecho sólo podemos sacar una cosa en claro, el mundo y la opinión pública en general están con la causa tibetana. De momento, la noticia ha logrado el alineamiento con la posición del Tíbet.

Es fácil argumentar esto pero, de hecho, en Italia suelen verse pintadas a favor de un Euskadi libre o un gora ETA, a la que se refieren, como hiciera Aznar hace algunos años durante la primera tregua de ETA, como Movimiento de Liberación Nacional. Evidentemente, recomendaría a esos italianos —yo y casi cualquier español— que se informasen antes de opinar sobre un tema tan delicado y difícil como este. ETA no es el EZLN, como tampoco el Tíbet es Vietnam. Así pues, ¿por qué se defiende tan fervorosamente el Tíbet y cuál es la realidad política e histórica de la región?

Para empezar, diría que es un país que, precisamente por el desconocimiento tan sesgado y general que de él se tiene, está enormemente idealizado en el imaginario colectivo mundial —u occidental al menos—. Se trata de un país que, históricamente, a penas ha gozado de independencia real o práctica y, tradicionalmente, se le ha considerado parte integrante de China. Si bien habría que decir que esta consideración cambió después de la II Guerra Mundial y 1949, año de la revolución, cuando las estrategias políticas de países como Gran Bretaña y Estados Unidos fueron orientadas a tratar de debilitar y desestabilizar a la nueva república comunista. En la actualidad, no obstante, ningún país del mundo —ni siquiera los EE.UU.— ha reconocido al gobierno del Dalai Lama en el exilio, considerando al Tíbet como una región de China.

De ser protectorado británico con intereses comerciales de todo tipo y de países como EE.UU. a colonia del Japón desde antes de la Segunda Guerra Mundial —creo que desde 1937—, el Tíbet sólo figuraba en los mapas de aquellos que practicaban alpinismo de élite. Esto cambió por supuesto después de 1949, comenzando las habituales campañas, en el contexto de Guerra Fría, orquestados por la CIA y EE.UU. orientadas a difamar y poner a la opinión pública mundial en contra de los regímenes comunistas. La estrategia entonces, igual que ahora, promover el separatismo de dos de sus regiones, Taiwan y Tíbet.

A partir de 1950, fruto de la nueva política norteamericana, comenzó a acusarse a China de destruir y reprimir una rica y milenaria cultura tibetana de la que entonces poco o nada se sabía. Pero la cultura de los lamas es algo más que unos monjes corriendo o rezando en un templo a 4.000 metros de altitud ajenos a lo que sucede en el resto del mundo. Habría tres aspectos muy arraigados en la cultura tibetana que habrían sufrido cambios más o menos fuertes bajo la “nueva” China pese a contar con amplia autonomía legislativa.

Primero estaría quizás el tema religioso. La propia Constitución estipula la libertad de culto, además, como por todos es conocido, en China existen varias religiones mayoritarias y todas politeístas que, a diferencia de lo que acostumbran las monoteístas —y concretamente el cristianismo—, no suelen tener mayores problemas ni contradicciones en respetar otros cultos. Segundo, aquello referido a la administración social. Este punto sí habría sido severamente afectado tras la revolución china, y es que el sistema político-social tibetano era, sin más, de tipo feudal. Pekín obligó al Tíbet a abolir la servidumbre, costumbre más que arraigada en la región. Por último, la aplicación de la reforma agraria por parte de la República Popular en los territorios tibetanos, contó con la oposición de su élite social, la cual se negó a aceptarla. Esto fue lo que condujo al levantamiento armado de 1959 que se cree, pudo estar financiado por la CIA.

Cabría añadir que el máximo defensor de la causa tibetana es el presidente de los Estados Unidos, G. W. Bush, amante como todo el mundo sabe de las costumbres y culturas exóticas. Sorprende que el país más beligerante del mundo —multiplica por nueve el presupuesto militar chino— sea el que más llamamientos a la paz y al diálogo hace. País que, además, es mundialmente reconocido por la idiocia reinante y la irrespetuosidad que tanto gobierno como ciudadanía manifiestan hacia otras culturas pese, a ser en sí mismo un mosaico informe y ecléctico de muchos lugares distintos y cuya cultura se la podría denominar, sin más, de consumo, tiene la hipócrita actitud de erigirse en defensor de la causa del Dalai Lama. No pongo en duda la buena voluntad de aquellos que, a mi entender equivocadamente, trataron y consiguieron apagar la Llama Olímpica, pero precisamente son ellos quienes más debieran saber que en muchas ocasiones las formas progresistas tienen en realidad un trasfondo reaccionario.

Lejos de mí, pese a lo escrito, defender al gobierno chino —que de comunista considero que tiene poco—. No pretendo ni mucho menos insinuar que China realiza en la región una labor humanitaria hacia las pobres e ignorantes gentes del Tíbet o insinuar que la prosperidad y el comercio están llegando por fin a esos últimos confines del mundo que, incluso siendo así, son los propios tibetanos quienes debieran decidir si así lo quieren.

Desde luego la situación media de los tibetanos ha mejorado, igual que la del pueblo chino, tras la Revolución Cultural. No obstante, en China hay muchas cosas criticables y puede que la situación del Tíbet sea una de ellas, pero si implica el apoyo a la alternativa reaccionaria lamaísta, apoyada para colmo por los EE.UU. —un tanto extraño para un hombre de paz como el Dalai Lama buscar apoyos en el tipo de la foto—, diré más bien que la solución al caso tibetano tendrá que esperar a que una alternativa más convincente y legítima cobre forma.

4 comentarios:

Pilar dijo...

Yo es que creo que China, lo siento, dejando un lado que mantenga un regimen comunista, no tendría que haber conseguido ser sede de los Juegos Olimpicos, por oscuros, anti-derechos humanos y núcleo centrifugador del proceso de deslocalización mundial. En mi opinión, son uno de los últimos países ejemplos de nada, junto con EEUU e Israel. Lo del Tibet, es, por decirlo de algún modo, y entrecomillas, una causa menor...
Un beso

John Cornford dijo...

Bueno, yo es que lo del comunismo chino lo pongo en seria duda, ya para empezar. Aun así, lo de ser centro de deslocalización mundial no es culpa, al menos exclusivamente de China. Empresas españolas que cierran en España para irse a Marruecos como Zara por ejemplo no es solo culpa de Marruecos, sino sobre todo de Zara y también de España. Nadie cuestionó los juegos de Atlanta pese a ser en EE.UU., el país que más conflictos ha generado en el siglo con más conflictos de la historia. Yo lo que digo es que lo del Tíbet es propaganda anti China en un momento en el que esta economía emergente desestabiliza el bienestar del Primer Mundo. La opinión pública de occidente debe estar preparada para aceptar potenciales políticas contra el país asiático.
Otro beso.

Pilar dijo...

Visto desde ese punto de vista, tienes razón... Está claro que a los dueños del dinero les da igual donde producir y que se olvidan de sus colores con tan de producir más y más barato, pero si el Gobierno chino ofrece a sus compatriotas a precio de saldo, las empresas no se van a chupar el dedo... Esto en lo que a la localización se refiere.

Y la verdad es que habria sido la caña boicotear tambien los juegos de Atlanta, jajaja...

Bueno, lo dejamos así :DD

John Cornford dijo...

Okis, lo cerramos aquí pero es un tema guapo para comentar. A ver si un día pongo algo relacionado con el tema.