domingo, 31 de enero de 2010

"Cuba, para la reflexión"


Estos son tiempos para la reflexión en economía. Tras algunas décadas de predominio neoliberal patrocinado por la escuela de Chicago, la economía mundial se encuentra frente a una crisis de consecuencias imprevisibles, pero en cualquier caso gravísimas. Lo mínimo que se podría pedir al espíritu científico es cambiar los paradigmas, invertir las evidencias, reaccionar, en suma, ante esta bancarrota intelectual que impidió diagnosticar y prever la catástrofe que se avecinaba. ¿Es eso lo que se está haciendo?

Hemos conocido distintas versiones más o menos destructivas del capitalismo, lo mismo que del socialismo. Pero, respecto a la lógica interna que distingue a uno del otro, hay algo que debería hoy interesarnos vivamente. El socialismo puede dejar de crecer, el capitalismo no. El socialismo puede ralentizar la marcha, el capitalismo no.

Pensemos en el ejemplo de Cuba. Al hundirse la URSS, Cuba perdió repentinamente el 85% de su comercio exterior. Su producto interior bruto decreció nada menos que un 33% en términos absolutos. Uno puede hacerse una idea de la catástrofe si se piensa que en Europa nos echamos a temblar ante la perspectiva de perder un punto en el crecimiento previsto. Y a ello se unió un endurecimiento del bloqueo estadounidense. Sin embargo, la gente no murió de hambre en Cuba, no perdió sus zapatos, ni su educación, ni su seguridad social, ni tampoco su dignidad. Lo pasaron muy mal, pero no se enfrentaron al fin del mundo como habría ocurrido con semejantes indicadores en los países capitalistas.

En medio de la actual sacudida, cuando el capitalismo destruye cuerpos en África y puestos de trabajo en España, cuando erosiona sin remedio las condiciones de habitabilidad del hogar humano, cuando para ello tiene al mismo tiempo que recurrir al lubricante de las mafias, al estímulo de los integrismos religiosos, a la restricción de los derechos laborales y al recorte de las libertades, en ese momento, todas las miradas se dirigen, en efecto, hacia Cuba… pero para condenarla y hostigarla. ¿Por qué? ¿Qué pasa allí? ¿El récord de muertos en un solo día? En México. ¿El de sindicalistas y periodistas asesinados? En Colombia. ¿El de pogromos racistas contra inmigrantes? En Italia. ¿Homofobia? En Polonia. ¿Xenofobia institucionalizada y leyes raciales? En Israel. ¿Fanatismo religioso y machismo criminal? En Arabia Saudí. ¿Control de las comunicaciones, suspensión del habeas corpus, tortura, secuestros, asesinatos de civiles? En EEUU. ¿Malos tratos a detenidos, periodistas e intelectuales procesados, periódicos cerrados, corrupción galopante, inmigrantes en centros de internamiento? En España.

Bien, aceptemos que, en este cuadro dantesco, Cuba es apenas un “mal menor”. El que desde Europa y desde España se preste tanta atención negativa al país con menos problemas del planeta –como ha hecho el diputado Luis Yáñez (Público, 9-1-10)– demuestra de sobra, en todo caso, que no es lo malo de Cuba lo que se censura, sino lo que en Cuba se opone a esta lógica dantesca y a sus efectos; es decir, lo que tiene precisamente de bueno.

Los economistas Jacques Bidet y Gérard Duménil recuerdan que lo que salvó al capitalismo en las primeras décadas del siglo pasado fue la organización; es decir, la misma planificación que los liberales identifican horrorizados con el socialismo. Gobiernos e instituciones planificaron sin parar, como siguen planificando ahora, aunque lo hicieron para conservar y aumentar los beneficios y no para conservar la vida y aumentar el bienestar humano. Pero la planificación es ya, como quería Marx, un hecho. Basta sólo cambiarla de signo. En los últimos 60 años, la minoría organizada que gestiona el capitalismo global se ha visto apoyada, a una escala sin precedentes, por toda una serie de instituciones internacionales (el FMI, el Banco Mundial, la OMC, el G-8, el G-20 etc.) que han concebido en libertad, y aplicado contra todos los obstáculos, políticas de liberalización y privatización de la economía mundial. El resultado salta a la vista.

¿Y si planificásemos al revés? ¿Y si prestásemos un poco de atención positiva a Cuba? Esto no lo hemos probado aún, pero lo que intuimos en la actualidad es más bien esperanzador: a partir de una historia semejante de colonialismo y subdesarrollo, el socialismo ha hecho mucho más por Cuba que el capitalismo por Haití o el Congo. ¿Qué pasaría si la ONU decidiese aplicar su carta de DDHH y de Derechos Sociales? ¿Si la FAO la dirigiese un socialista cubano? ¿Si el modelo de intercambio comercial fuera el ALBA y no la OMC? ¿Si el Banco del Sur fuese tan potente como el FMI? ¿Si todas las instituciones internacionales impusiesen a los díscolos capitalistas programas de ajuste estructural orientados a aumentar el gasto público, nacionalizar los recursos básicos y proteger los derechos sociales y laborales? ¿Si seis bancos centrales de Estados poderosos interviniesen masivamente para garantizar las ventajas del socialismo, amenazadas por un huracán?

Podemos decir que la minoría organizada que gestiona el capitalismo no lo permitirá, pero no podemos decir que no funcionaría. Según una reciente encuesta de GlobeSpan, la mayoría que lo padece (hasta un 74%) apuesta ya por otra cosa.

En su artículo, el diputado Yáñez decía amar a Cuba. Por eso, le deseaba lo mejor: incorporarse al capitalismo, justo cuando este ha demostrado su fracaso y su incompatibilidad, al mismo tiempo, con el bienestar humano y con la democracia, con la dignidad material y con el derecho. Nosotros no amamos a Cuba: respetamos a sus hombres y mujeres por lo que han hecho y por lo que siguen haciendo. Quizás a Yáñez le tranquilice pensar en Colombia o en Arabia Saudí. A nosotros nos tranquiliza pensar en Cuba, esa isla donde incluso los límites, los problemas, los errores de la revolución señalan inflexiblemente, desde hace 51 años, la posibilidad histórica de una superación del capitalismo y de una alternativa a la barbarie.

Por Santiago Alba Rico, Carlos Fernández Liria, Belén Gopegui y Pascual Serrano para Público.

lunes, 18 de enero de 2010

No sería la primera vez...

"Francia exige a EE.UU. que aclare su papel en Haití.
La UE avisa de que 'es hora de coordinar la ayuda y no de desplegar soldados'. Algunos medios franceses hablan de Haití como el 51 estado norteamericano".

"Chávez acusa a EE.UU. de "ocupar" militarmente Haití.
El presidente venezolano asegura que Obama está enviando 'miles de soldados armados como para una guerra' a la isla caribeña".

Y, entre tanto y ante la evidencia, el Grupo Prisa tiene la respuesta:

"10.000 marines más para evitar el caos en Haití" (el título difiere de la página de "inicio" con el de la noticia: "Unos 10.000 marines más llegarán a Haití en las próximas horas")

¿Ingenuidad o beneficio de duda? Si es que hay dudas respecto de la política exterior estadounidense con Obama, claro.

Puede verse aquí una noticia que, siendo de lo más "neutra", se me antoja especialmente maniquea, tal parece que preparara el terreno a hechos ya consumados. En contraste, podría leerse esta otra, bastante más analítica y documentada; su título es enormemente elocuente.

sábado, 9 de enero de 2010

De eurodiputados y visados

Si bien ciertas cosas no son en nada nuevas, sí lo son realmente cansinas. Y lo son porque discutir según qué y con quién puede ser exasperante por un motivo muy básico más allá de que una postura pueda ser más difícilmente defendida que otras. En este caso concreto, resulta “cansino” defender a Cuba. Y no por un problema de la coherencia política de la isla, si no de lo fatigoso que es ver cómo algunos (digamos la mayoría) son incapaces de ver en la pequeña isla caribeña un país “normal”, al uso.

Hoy publica un artículo de opinión Luis Yáñez-Barnuevo, quien tristemente hubo de regresar a su casa tras unas frustradas vacaciones en La Habana por causa, dice, de unas autoridades gubernativas que no le concedieron permiso para el ingreso en el país. El título ya se las trae, pero desde luego el contenido me parece lamentable y sangrantemente insultante, por cierto como la ilustración que lo acompaña. Por lo demás, habría que decir que está todo lo bien escrito que cabe presuponérsele a un diputado, pero poco más. Las referencias empleadas, además de poco originales, son las panfletarias de siempre o las de moda de ahora, y el uso de cada una denota un cierto conocimiento superfluo de todas ellas. (Por supuesto, dentro de lo escueto que permite vislumbrar dicho artículo).

Las referencias a la “libertad”, aparte de que resulten muy molestas, lo son además baratas y tremendamente maniqueas. Y es que hablar de “desarrollar políticas sociales” y “de igualdad” fuera de los márgenes de “libertad y democracia”, en un sistema capitalista, lo que es sin más es un oxímoron y como tal debiera empezar a ser considerado: capitalismo e igualdad social o del tipo que sea es, sin más, un contrasentido atroz y terrible en tanto que no se tiene por tal. Para los socialistas moderados, la referencia en este caso será siempre Fernando de los Ríos y su más que famoso viaje a la Unión Soviética de 1920. Evidentemente, ni Yáñez ni muchos de los que gustan de usar y abusar la referencia del “¿libertad para qué?” se habrán leído El Estado y la revolución u otros muchos escritos de Lenin. Por supuesto, tampoco el propio de los Ríos, pero quedarse en la pregunta es lo bastante resultista como para que resulte poco tentador tratar de ir más allá. Curiosidades de la vida, hoy Público el que ofrecía era el libro de John Reed, Diez días que estremecieron al mundo, y no el de F. de los Ríos.

“Por todo ello, para mí la lucha contra la patología totalitaria de la derecha –que es el fascismo– y la patología totalitaria de la izquierda –que es el comunismo cuando llega al poder– es la misma lucha”. Aquí quisiera remitir a alguno de los post ya publicados en este espacio (por ej. el anterior), por lo que no insistiré más en esta cuestión, pero comparar fascismo con comunismo debiera dar una idea bien de lo limitado del individuo a nivel de los conocimientos que expone, bien de lo oportunista y malintencionado de sus palabras. Me gustaría saber qué habría dicho una de sus referencias, la de Camus, miembro hasta su expulsión (lo cual no quiere decir que dejase entonces de ser comunista ni mucho menos) del Partido Comunista Francés. En este sentido, supongo que a cualquiera le haya chirriado la afirmación de “es la misma lucha” [contra el fascismo y el comunismo], dado lo ocurrido en los países de la Europa occidental ocupados por los nazis durante la II GM, como muy elocuentemente demuestra el cambio de intención de votos en 1945 desde el socialismo a los partidos comunistas en lugares como Francia, Checoslovaquia, Grecia o Italia.

Otra nota más que gastada es la de Orwell y su libro 1984 que, paradójicamente para todos aquellos que suelen emplearla, sitúa su historia en Inglaterra y no en la Rusia soviética. Ello no era una metáfora, y para quien lo viese exagerado hechos como los de los últimos años están demostrando lo contrario, a la vista de la degeneración de nuestro sistema legal y jurídico en la indefinida batalla contra el terrorismo. “¿Leyeron en mi cerebro?”: pues a la vista de lo reconocido por él mismo que tenía pensado llamar a “sus amigos” en La Habana, podríamos decir que sí, que efectivamente lo hicieron, pero por supuesto Cuba, al igual que todo país, cuenta con servicios de inteligencia y espionaje que se dedican, entre otros menesteres, a controlar este tipo de cosas.

Desinformación o malinformación es la única disyuntiva que habría que resolver en este caso, pues nuestro eurodiputado “yerra” al afirmar que el Partido Comunista Cubano lleva en el poder 52 años, pues pese a ser el único partido legalmente admitido según la Constitución de 1976 (aprobada por cierto en referéndum) no interviene en el proceso electoral ni puede proponer candidaturas.

No entraremos a valorar los supuestos premios a los que Yáñez alude, pero pocas dudas quedarán a la vista de la última edición de los supuestamente más prestigiosos de entre los prestigiosos (los Nobel), del oportunismo y manipulación de este tipo de eventos. Desde luego, las Damas de Blanco no son un feliz ejemplo de represión si no más bien de control de la soberanía nacional. Discutible o no, el que ello pueda ser siquiera cuestionado es en sí motivo más que suficiente como para no tomar pies juntillas el discurso que nos dibuja a este grupúsculo femenino como vestal de la libertad y justicia, cosa que sí lo son, en cambio, las Madres de la Plaza de Mayo, que protestaron enérgicamente por tales comparativas.

Huelga decir, y ya por ir terminando, que en Cuba cualquier autoridad europea o del lugar que sea tiene pleno derecho y permiso para entrar en el país, siempre y cuando (como en el resto de lugares de este mundo) sea para cumplir con su agenda oficial, cosa que no se corresponde con el caso del Sr. Yáñez. Sobra pues decir que “por el contrario, altas autoridades del poder cubano entran sin problemas en Europa y realizan su agenda en el Parlamento Europeo sin la menor cortapisa. Esa es la grandeza de la democracia”. Una vez más, qué gratuito resulta hablar de “democracia” y llenarnos con ella la boca. Podríamos hablar de la Constitución Europea y luego del Tratado de Lisboa, todo según los estrictos filtros democráticos (y 2) (ver si no los titulares aquí) o de las leyes de inmigración europeas o de la distribución social e igualitaria que aludía al inicio Yáñez en las democracias capitalistas. Todo exquisitamente democrático y participativo. Soberanía popular en estado puro, o casi.

Por concluir, tres o cuatro cosas: 1) si en Cuba hicieran como ocurre en, por ejemplo, EEUU o el Estado de Israel, en donde te facilitan un formulario en el que juras los motivos de tu viaje, este hombre estaría legalmente en la cárcel. 2) Si un cubano (o de donde fuese) viniera a España a entrevistarse con el llamado “entramado de ETA” (conglomerado ambiguo en el que entra casi de todo lo que se quiera), se le denegaría automáticamente el permiso de entrada; está, por razones de “seguridad nacional”, absolutamente prohibido. 3) Que “el futuro de Cuba le corresponde decidirlo a los cubanos” no hay ninguna duda, pero que lo diga alguien que iba a reunirse con la disidencia no es muy coherente. Por contra, el hecho de que tras 52 años el consenso social y político de la isla sea el abierto por la revolución es en sí elocuente y lo demuestra la estabilidad política de que goza (otras dictaduras latinoamericanas no dispusieron de ella ni en períodos muy sensiblemente más breves) sobre todo si de lo que hablamos es de un país pobre. Y 4) Que la expulsión del eurodiputado socialista Luis Yáñez-Barnuevo, no fue arbitraria si no acorde a las leyes. Ah, y una más, que para país terrorista, el que justifica las guerras y no el que sufre su política exterior.

domingo, 3 de enero de 2010

La mala reputación

La mala reputación
(Letra origina de Georges Brassens)

La mala reputación
En mi pueblo sin pretensión
tengo mala reputación
haga lo que haga es igual
todo lo consideran mal
yo no pienso pues hacer ningún daño
queriendo vivir fuera del rebaño

No, a la gente no gusta que
uno tenga su propia fe,
no, al la gente no gusta que
uno tenga su propia fe,
Todos, todos me miran mal

salvo los ciegos es natural

Cuando la fiesta nacional
yo me quedo en la cama igual
que la música militar
nunca me supo levantar.
En el mundo pues
no hay mayor pecado
que el de no seguir
al abanderado.


No, a la gente no gusta que
uno tenga su propia fe,
no, a la gente no gusta que
uno tenga su propia fe,
Todos me muestran con el dedo
salvo los mancos quiero y no puedo.

Si en la calle corre un ladrón
y a la zaga va un ricachón,
zancadilla pongo al señor
y aplastado el perseguidor.
Eso si que si que será una lata
siempre tengo yo que meter la pata.

No, a la gente no gusta que
uno tenga su propia fe,
no, a la gente no gusta que
uno tenga su propia fe.
Todos tras de mi a correr

salvo los cojos es de creer.

No hace falta saber latín
Yo ya se cual será mi fin,
En el pueblo se empieza a oir,
Muerte, muerte al villano vil,
Yo no pienso pues armar ningún lío
Con que no va a Roma el camino mío,

No a la gente no gusta que
Uno tenga su propia fe
No a la gente no gusta que
Uno tenga su propia fe
Todos vendrán a verme ahorcar,
Salvo los ciegos, es natural.