viernes, 6 de diciembre de 2013

Muere Nelson Mandela, uno de los últimos grandes personajes del siglo XX



Dejo aquí un extracto del documental Fidel Castro, la historia no contada, que tenéis enlazado a la derecha, en la sección «Vídeos recomendados». En este fragmento, Nelson Mandela insiste a Fidel para que visite Sudáfrica.

Es cierto que es un fragmento de un documental biográfico del dirigente cubano y no del propio Mandela, pero muestra las vinculaciones políticas que los medios de occidente hoy ocultan.

Mandela fue, ante todo y por encima de cualquier cosa, un luchador por la emancipación de su pueblo y de los oprimidos. Ésta debiera ser su reivindicación. Parafraseando a Gabriel Celaya, como cada uno debe recordarlo a él para recordárselo a otros.

Hasta siempre Madiba y que la tierra te sea leve.

jueves, 12 de septiembre de 2013

11 de septiembre, Barcelona: una «diada» multitudinaria

Reconozco que no me siento nacionalista, es un sentimiento que me cuesta, no digamos ya el independentismo. He estado hoy por las calles de Barcelona y puedo decir sin demasiadas dudas que mucha, muchísima gente de Cataluña no tiene este problema que yo tengo. Supongo que si fuese catalán de nacimiento lo entendería mejor y es que la cuestión nacional es connatural a la relación entre Cataluña y España.

No me remontaré a 1714, pero es imprescindible tener en cuenta esto, tanto como la situación concreta que se da en el resto del Estado, pues no son espacios estancos. Por supuesto, si de una fecha traumática y clave hablamos, para cualquier análisis me quedaría con 1938-1939; pero volvamos al tema. Hoy Cataluña clama por la independencia como hace dos años en fecha tan señalada nadie podía imaginarse que hiciera. Muchas cosas han cambiado en este tiempo, y desde luego la coyuntura tanto política como social y económica tienen mucho que ver en ello. Digámoslo sin tapujos: hoy por hoy, España es un proyecto que incita a la secesión.

Si la lengua es un elemento esencial -no el único por supuesto- de unificación de un territorio y una identidad, la represión del catalán (p. e. la sentencia del Tribunal Supremo) ha tenido como principal efecto aumentar el sentimiento de desafección, ya de por sí existente, entre Barcelona y Madrid. Al españolismo aún no le ha dado para comprender que un único proyecto de nación en un espacio tan diverso y multicultural como es la Península Ibérica es sin más imposible. Basta con recorrer el territorio, de Gijón a Cádiz, de La Coruña a Cartagena, para comprender esto. La riqueza cultural es tan grande como necio el empeño por homogeneizar.

La historia es a este respecto, tozuda. Y es que el actual proyecto nacional hunde sus raíces en la pérdida colonial (el llamado «Desastre del 98») y la necesidad, ya durante el reinado de Alfonso XIII, de reconvertir la idea de la identidad española del imperio (ya desaparecido) a la religión católica. Esta política fue implementada agresivamente en años de la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930), cancelada de base con la Segunda República y vuelta a ser puesta en primer plano al imponerse la dictadura franquista. El proceso dirigido de la «Transición» evitó una ruptura con el pasado y las herencias han perdurado. Los fantasmas de España vuelven porque hay espiritistas esencialmente de derechas que los invocan día sí día también.

Y de estos polvos, en no poco, los actuales lodos. El modelo de nacionalismo español (descargado en Castilla) asocia la monarquía borbónica a la nación y no son pocos hoy quienes, por republicanismo o por la bochornosa imagen de la Casa Real, quieren cambiar esto. El Partido Popular y el proyecto reaccionario nacional, al secuestrar la idea de España, siembran separatismo porque no pueden hacer otra cosa que reprimir negando. Es hasta tal punto así, que el federalismo, el proyecto histórico de nación de las izquierdas catalanas desde el anarquismo (la forma cultural del obrerismo en Cataluña desde finales del siglo XIX a 1939) al catalanismo de ERC, pasando por el PSUC, teorizado precisamente por un catalán, Francesc Pi i Margall, quien fuera presidente de la Primera República española, parece haber quedado prácticamente abolido y ya no se ven restos de él.

Triste es comprobar cómo España es hoy patrimonio exclusivo de la derecha, entre otras cosas, producto derivado de un independentismo que en parte se alimenta de esta imagen tan negativa que ofrece el actual proyecto de nación. Y tristes se pondrían aquellos hombres y mujeres que dieron su vida por otro país bien distinto durante la guerra y tras ella. A decir verdad, si no nos hubiesen legado otros hombres imborrables testimonios, a las generaciones más actuales les sería difícilmente imaginable una entonación orgullosa de la voz «España» desde el progresismo. (Se puede ver más abajo la intervención de Ramón Cotarelo en el vídeo «Cataluña, Good bye Spain?» 11'35'', 25'45'' y sobre todo 41'13''). Paco Ibáñez puso voz a varios poemas de la mejor generación que el mundo de la cultura española dio jamás. Aquí no podría hacer justicia a esto, así que apenas dejaré dos testimonios, los de Rafael Alberti y Gabriel Celaya.

Es dolorosamente cierto que el franquismo enterró a sangre y fuego la creación de un espacio de construcción cultural de un nacionalismo inclusivo, que es característico de la izquierda, para sustituirlo por uno excluyente que clama por la asimilación forzosa de todo aquello que no pueda ser por naturaleza propia considerado parte del modelo único. España, por (de)méritos propios o por el ensañamiento de la historia, es hoy por hoy, más que nunca, un Estado fallido.

Dejo aquí tres muy buenos debates a este respecto de con seguridad los dos mejores programas de este tipo que aquí puede verse:




miércoles, 17 de julio de 2013

El espacio del Hombre en el capitalismo avanzado

Enlazo aquí una breve entrevista realizada a Eric J. Hobsbawm, célebre historiador marxista británico recientemente fallecido. En la entrevista se quiere plantear la cuestión de la moral capitalista, si es posible el desarrollo de este sistema buscando siquiera un mínimo de bienestar general a través de un pequeño reparto de la riqueza por él creada.

Hobsbawm responde con un argumento que empíricamente resulta difícilmente rechazable: «un elemento de la producción se ha vuelto prescindible, la gente.» Y continúa arguyendo que hubo un tiempo en el que el 80% de la población era campesina, pues ésta era la única forma de producir alimentos; hoy basta un 2% o menos para producirlos. Lo mismo está ocurriendo con otros sectores productivos.



miércoles, 24 de abril de 2013

«La muerte de los partidos»

Dejo aquí un excelente artículo de Alejandro Suárez, coordinador de IU en Oviedo, Asturias, quien trata un tema del que me gustaría haber ya escrito y en el que me gustaría meterme. En cualquier caso, muy en esta línea, aunque tenga cosas no poco discutibles.

Los partidos han muerto. Nos hemos convertido en máquinas que sirven principalmente a los intereses de nuestros aparatos organizativos, que se han independizado de los intereses de la gente a la que decimos representar e incluso de los intereses objetivos de las propias formaciones políticas. El aparato, la parte, ha cobrado una vida propia que se sitúa por encima, y muchas veces en contra, del todo, que es el partido. Esa inversión de los términos produce un inexorable vaciamiento ideológico, mediocridad creciente de unos cuadros dirigentes burocratizados, hermetismo, un seudopatriotismo de grupo y muerte del partido como instrumento de transformación social. Ésta es una realidad muy dura a la que debemos hacer frente todos los que estamos en la parte profesional de la política, primero analizándola y luego asumiendo nuestra gran responsabilidad en este estado de cosas. Los partidos hemos perdido toda nuestra fuerza impulsora -en expresión de Berlinguer- y, por tanto, somos incapaces de dirigir una realidad socioeconómica que nos supera y nos sitúa en su retaguardia como espectadores. Y si no dirigimos la realidad, que es nuestra función pública, nos convertimos en entidades tragicómicas y, lo que es peor, hacemos que el Estado, que toda la estructura pública en cuya cabeza aún estamos situados, sea inservible para garantizar la protección social de la gente. Ya les pasó algo similar a las democracias de los años treinta. Lo más peligroso es que la muerte de los partidos deja inerte el ámbito político. Y si la política se detiene, son los intereses de los más fuertes económicamente los que diseñan el presente y el futuro. Esto es así en Oviedo, en Asturias, en España y en esta Europa ya al servicio de los bancos. Todo esto acarrea desilusión e impotencia ciudadana, descreimiento, pulsiones antisistema, triunfo de los extremismos y que el poder se residencie en el dinero y no en el Estado, fracaso del ideal democrático.

¿Por qué han muerto los partidos? Pues porque está determinado por la propia esencia humana y social. Así es nuestra naturaleza, no es producto del azar, ni del buen o mal hacer de líderes, dirigentes o grupos. En la conferencia «La política como profesión» pronunciada en 1919 Max Weber analizó que «el aparato da jaque mate a los diputados y está en situación de imponerles su voluntad. Los diputados se convierten en un rebaño de votantes muy disciplinado. Los partidos se enfrentan entre sí desprovistos de convicciones, puras organizaciones de cazadores de cargos que elaboran programas para conquistar votos. Hay un partido organizado de abajo arriba como una empresa fuertemente capitalista». El profesor Michels identificó la «ley de hierro» de la oligarquía: todo grupo siempre crea una élite dirigente, un aparato, que acaba luchando por su propia pervivencia y se aleja de la militancia y de la sociedad. Todos los partidos padecen de este mal, por tanto, la solución no está en el cambio de personas, en la búsqueda de mejores líderes, sino en la generación de una estructura que minimice las tendencias oligárquicas. Y ha de ser posible porque no hay democracia sin partidos.

¿Qué hacer? ¿Cómo recuperar nuestra fuerza impulsora? Dos cosas tan simples que, como todo lo sencillo, son letales para quienes viven mejor con una democracia oligárquica, unos parlamentos impotentes y unos partidos inservibles. Primero, más democracia, disolución de los aparatos en la sociedad. Nuestra fuerza es la gente, nuestra raíz ha de buscar su nutriente en la ciudadanía. Apertura total y por imperativo legal de las estructuras organizativas, de los sistemas de elección de nuestros representantes, de la elaboración de listas electorales. Absoluta transparencia en nuestros modos de funcionamiento económico y de las retribuciones de quienes cobramos del erario público. Elecciones primarias para elegir todos los cargos institucionales en las que participen afiliados, simpatizantes y ciudadanos voluntarios. Listas desbloqueadas, limitación de la acumulación de cargos y sistemas de limitación del tiempo en el que se ejercen las responsabilidades públicas. Organización de candidaturas electorales que superen los límites de cada partido y se estructuren en torno a programas amplios incorporando personas independientes y pluralidad de posiciones ideológicas. Circunscripciones que garanticen que la responsabilidad del representante sea primero hacia la gente y el programa y no hacia un aparato que ha de limitarse a su función natural, la de ser mero organizador. En segundo lugar, hay que reforzar el sistema de ideas. Se necesita más análisis crítico para que el programa de transformación sea creíble y los partidos políticos no se conviertan en oferentes al gusto del consumidor, sino en intelectuales colectivos. Son necesarios partidos políticos fuertes ideológicamente que vayan conquistando la hegemonía cultural y política de nuestra sociedad, que aspiren a dirigir la realidad socioeconómica, partidos diseñados para contribuir a reforzar el tejido cívico, sindical, social. En definitiva, más apertura y más ideas críticas, más ideas de transformación. Así de simple. Con lo primero se consigue la fuerza necesaria para enfrentarse a los poderosos económicamente, se consigue derrotarlos con mayorías sociales sólidas que nos respalden en todas nuestras decisiones institucionales. Con lo segundo se dice dónde se quiere ir, qué es lo que se pretende.

Estas ideas fueron las que puso encima de la mesa hace ya treinta años Gerardo Iglesias cuando impulsó la creación de Izquierda Unida, que pretendía ser el embrión de una nueva forma de hacer política en un nuevo siglo que se vislumbraba y demandaba nuevos instrumentos organizativos e intelectuales. También era una nueva manera de pensar la izquierda y su capacidad de generar otro mundo posible. No por casualidad su primera visita cuando fue nombrado secretario general del PCE fue a Enrico Berlinguer. No se avanzó en ese sentido porque la inercia de los aparatos no lo permitió. Ahora, el fracaso de los partidos es evidente debido a su impotencia ante la magnitud de una crisis que se puede llevar por delante las conquistas sociales de todo un siglo. Es la oportunidad de organizar la política de la forma que ya apuntaba Gerardo Iglesias en los ochenta. Recuperemos ese discurso y seamos útiles para aquellos que más lo necesitan, los ciudadanos que viven modesta y honradamente de su trabajo cuando se les respetan los derechos elementales que fueron definidos y conquistados por el movimiento obrero desde su nacimiento. Y seamos conscientes de que una reforma de este calado hará que muchos de los actuales miembros y cargos públicos de los partidos tengamos que ceder los puestos y el liderazgo a otros que generen más confianza y más apoyo electoral, pero, como me dijo Gerardo Iglesias en una frase que evocó el recuerdo de su padre político, Horacio Fernández Inguanzo, «con la sensación del deber cumplido».

Alejandro Suárez Coordinador de IU de Oviedo y concejal.

lunes, 15 de abril de 2013

Del caudillismo a no aceptar que se trata de un proyecto

La victoria de Nicolás Maduro en las recientes elecciones venezolanas tiene una lectura trascendental que aún es pronto para presuponer si la oposición lo habrá entendido por fin. Todo parece indicar que no. Pero, ¿se darán cuenta realmente de qué va esto? Hartos de dar vueltas en torno al discurso del caudillaje del recientemente fallecido comandante Hugo Chávez, ahora se tropiezan con que, en adelante, su némesis difícilmente podrá ser llamada chavismo. Esta pretendida definición, irá poco a poco diluyéndose. Y no hay visos de que le puedan decir «madurismo».

En efecto, se ha pasado de un militar con relieve de personaje histórico a un nada glamuroso (aunque de buena planta) chófer de autobús municipal, que a tenor de los resultados, tiene en efecto mucho menos «tirón» electoral. En los parámetros morales del elitismo que maneja la oligarquía venezolana, difícilmente Capriles, a la sazón uno de los hombres más ricos del país, podrá soportar haber sido vencido por alguien de tan baja condición. Su pataleta al son de los tambores que acostumbran a preceder al injerencismo, es síntoma de su deshonra. Habrá pues de reconocer y decirse a sí mismo, que lo ha derrotado el proyecto de país que legó Hugo Chávez. Continuismo, es por ende la palabra que explica mejor estos últimos comicios.

La oposición ya lo ha probado todo y esto es lo interesante, porque muestra todo lo que ha cambiado Venezuela en estos años, más allá de índices, tasas o estadísticas que, irrefutables, prueban la mejora del país en base al interés general. En las anteriores elecciones, las fuerzas unificadas opositoras marcharon juntas, y fueron derrotadas. Pero lo hicieron no definiéndose como «derecha», algo que ya sabían el núcleo duro de sus votantes que es una estrategia para captar votos del contrincante (algo por cierto impensable desde la izquierda, lo cual establece la diferencia entre unos y otros de cara a unas elecciones), sino como una izquierda más moderada y explícitamente no socialista. Capriles se dijo entonces el Lula Da Silva venezolano, algo que debió escandalizar al propio Lula. Para ganar, están obligados a «proletarizarse» (con perdón del uso del término), a presentarse como parte de la prole (etimológicamente, de los «pobres») para conseguir atraerlos como votantes.

Vestir de chandal en público para uno de los hombres más ricos del país es una estrategia política también impensable en nuestro «viejo continente», y por algún motivo no tildada en medio alguno de (francamente) deshonesta. A lo que se añade el hecho de que, como estrategia de campaña, antes se atacara duramente como supuestamente autoritario al proyecto bolivariano y ahora, ante su continuador, se haya adjuntado el eslogan «Maduro no es Chávez», lo cual no es más honesto. Y todo ello acaba formando parte integrante del arte de la mentira política, por decirlo en palabras de Jonathan Swift.

El resultado es tan ciertamente preocupante para los seguidores de la revolución como esperanzador para los opositores, pero prueba al menos dos cosas. Que sin Chávez ya no podrá hablarse de chavismo, por lo que adquiere el bolivarianismo rango de movimiento, lo que, después de todo, ha acabado probando como cierto que la revolución «llegó para quedarse». Esto incluye por supuesto —y no puede ser de otra manera en un sistema electoral representativo— el perder las elecciones. Desde la implantación progresiva de este sistema desde la mitad del siglo XIX, esto es algo que la reacción siempre combatió con el golpe de Estado. Bueno es comprobar que cada vez es más difícil hacer esto, pues no lo han tentado desde 2002, aunque quede verificar que no vuelva a ser así en el momento actual. De lo que se sigue que, dada la presentación que la reacción hace de su proyecto, difícilmente podrán desplegar su naturaleza intrínseca, es decir, abolir lo que tanto detestan. Dicho de otro modo, el grado de movilización social les puede hacer víctimas de sus propias palabras.

Es posible que, al igual que Mariano Rajoy, Capriles acabe llegando al poder en su tercer intento. Dudoso será que puedan llevar a cabo su proyecto. La movilización social que existe en Venezuela en la actualidad no es la que en España hoy está en visos de ir desapareciendo.

jueves, 14 de marzo de 2013

La muralla, de Nicolás Guillén

La muralla

Para hacer esta muralla,
tráiganme todas las manos:
Los negros, su manos negras,
los blancos, sus blancas manos.
Ay,
una muralla que vaya
desde la playa hasta el monte,
desde el monte hasta la playa, bien,
allá sobre el horizonte.

—¡Tun, tun!
—¿Quién es?
—Una rosa y un clavel...
—¡Abre la muralla!
—¡Tun, tun!
—¿Quién es?
—El sable del coronel...
—¡Cierra la muralla!
—¡Tun, tun!
—¿Quién es?
—La paloma y el laurel...
—¡Abre la muralla!
—¡Tun, tun!
—¿Quién es?
—El alacrán y el ciempiés...
—¡Cierra la muralla!

Al corazón del amigo,
abre la muralla;
al veneno y al puñal,
cierra la muralla;
al mirto y la yerbabuena,
abre la muralla;
al diente de la serpiente,
cierra la muralla;
al ruiseñor en la flor,
abre la muralla...

Alcemos una muralla
juntando todas las manos;
los negros, sus manos negras,
los blancos, sus blancas manos.
Una muralla que vaya
desde la playa hasta el monte,
desde el monte hasta la playa, bien,
allá sobre el horizonte...

Nicolás Guillén

miércoles, 6 de marzo de 2013

sábado, 2 de febrero de 2013

70 años de la liberación de Stalingrado

Stalingrado, 2 de febrero de 1943

Se cumplen 70 años de la liberación de Stalingrado por el Ejército Rojo. Si bien los rusos ya llevaban todo el peso de la guerra contra Alemania desde el verano de 1941, en adelante, la historia de la guerra para los nazis será un constante repliegue y retroceso.

Jamás penséis que una guerra, por necesaria o justificada que parezca, deja de ser un crimen.
El autor de esta frase, Ernest Hemingway, dejó escrita también esta otra:

Toda una vida no sera suficiente para agradecer lo que hizo el ejercito rojo por la libertad.

No hay contradicción alguna entre ambas y las dos son absolutamente ciertas. El antifascismo es el eje sobre el que se mueven.

Honor, Gloria y reconocimiento eternos al pueblo soviético.

jueves, 17 de enero de 2013

«Lo que la película "Lincoln" no dice sobre Lincoln»

Reproduzco el excelente artículo de Vicenç Navarro publicado en Público en 17/01/2013, donde realiza una revisión histórica de la figura del presidente de los EE.UU. Abraham Lincoln. Visión que se reivindica en muchos lugares como en amplias zonas de América Latina (también, o sobre todo en Cuba o la actual Venezuela) pero que en la propia EE.UU. se desconoce en detrimento del unidimensional antiesclavista que dibuja la película de Spielberg.

La película Lincoln, producida y dirigida por uno de los directores más conocidos de EEUU, Steven Spielberg, ha reavivado un gran interés por la figura del presidente Lincoln, uno de los presidentes que, como el presidente Franklin D. Roosevelt, ha intervenido siempre en el ideario estadounidense con gran recuerdo popular. Se destaca tal figura política como la garante de la unidad de EEUU, tras derrotar a los confederados que aspiraban a la secesión de los Estados del Sur de aquel Estado federal. Es también una figura que resalta en la historia de EEUU por haber abolido la esclavitud, y haber dado la libertad y la ciudadanía a los descendientes de las poblaciones inmigrantes de origen africano, es decir, a la población negra, que en EEUU se conoce como la población afroamericana.

Lincoln fue también uno de los fundadores del Partido Republicano que en sus orígenes fue directamente opuesto al Partido Republicano actual, que está hoy altamente influenciado por un movimiento –el Tea Party- chauvinista, racista y sumamente reaccionario detrás del cual hay intereses económicos y financieros que quieren eliminar la influencia del gobierno federal en las vidas económicas, sociales y políticas del país. El Partido Republicano fundado por el presidente Lincoln era, por el contrario, un partido federalista, que consideró al gobierno federal como garante de los Derechos Humanos. Y entre ellos, la emancipación de los esclavos, tema central de la película Lincoln, fue al que Lincoln dio mayor hincapié. Terminar con la esclavitud significaba que el esclavo pasaba a ser trabajador, dueño de su propio trabajo.

Ahora bien, Lincoln, incluso antes de ser presidente, consideró otras conquistas sociales como parte también de los Derechos Humanos, y entre ellas, el derecho del mundo del trabajo a controlar, no sólo su trabajo, sino también el producto de su trabajo. El derecho de emancipación de los esclavos transformaba al esclavo en una persona libre asalariada, unida –según él- en lazos fraternales con los otros miembros de la clase trabajadora, independientemente del color de su piel. Sus demandas de que el esclavo dejara de serlo y de que el trabajador –tanto blanco como negro- fuera el dueño, no sólo de su trabajo, sino también del producto de su trabajo, eran igualmente revolucionarias. La emancipación de la esclavitud requería que la persona fuera la dueña de su trabajo. La emancipación de la clase trabajadora significaba que la clase trabajadora fuera la dueña del producto de su trabajo. Y Lincoln demandó los dos tipos de emancipación. El segundo tipo de emancipación, sin embargo, ni siquiera se cita en la película Lincoln. En realidad, la ignora. Y utilizo la expresión “ignora” en lugar de “oculta”, porque es del todo posible que los autores de la película o del libro sobre el que se basa ni siquiera conozcan la historia real de Lincoln. La Guerra Fría en el mundo cultural e incluso académico de EEUU (que continúa existiendo) y el enorme dominio de lo que en allí se llama la Corporate Class (la clase de los propietarios y gestores del gran capital) sobre la vida, no sólo económica, sino también cívica y cultural, explica que la historia formal de EEUU que se enseña en las escuelas y en las universidades sea muy sesgada, purificada de cualquier contaminación ideológica procedente del movimiento obrero, sea socialismo, comunismo o anarquismo. La gran mayoría de estudiantes estadounidenses, incluso de las universidades más prestigiosas y conocidas, no saben que la fiesta del 1º de Mayo, celebrada mundialmente como el Día Internacional del Trabajo, es una fiesta en homenaje a los sindicalistas estadounidenses que murieron en defensa de trabajar ocho horas al día (en lugar de doce), victoria que inició tal reivindicación exitosa en la mayoría de países del mundo. En EEUU, tal día, el 1º de Mayo, además de no ser festivo, es el día de la Ley y el Orden -Law and Order Day- (ver el libro People’s History of the U.S.A., de Howard Zinn). La historia real de EEUU es muy distinta a la historia formal promovida por las estructuras de poder estadounidenses.

Las ignoradas y/o ocultadas simpatías de Lincoln
Lincoln, ya cuando era miembro de la Cámara Legislativa de su Estado de Illinois, simpatizó claramente con las demandas socialistas del movimiento obrero, no sólo de EEUU, sino también mundial. En realidad, Lincoln, tal como indiqué al principio del artículo, consideraba como un Derecho Humano, el derecho del mundo del trabajo a controlar el producto de su trabajo, postura claramente revolucionaria en aquel periodo (y que continúa siéndolo hoy), y que ni la película ni la cultura dominante en EEUU recuerda o conoce, convenientemente olvidada en los aparatos ideológicos del establishment estadounidense controlados por la Corporate Class. En realidad, Lincoln consideró que la esclavitud era el dominio máximo del capital sobre el mundo del trabajo y su oposición a las estructuras de poder de los Estados sureños se debía precisamente a que percibía estas estructuras como sustentadoras de un régimen económico basado en la explotación absoluta del mundo del trabajo. De ahí que viera la abolición de la esclavitud como la liberación no sólo de la población negra sino de todo el mundo del trabajo, beneficiando también a la clase trabajadora blanca, cuyo racismo él veía que iba en contra de sus propios intereses. Lincoln también indicó que “el mundo del trabajo antecede al capital. El capital es el fruto del trabajo, y no hubiera existido sin el mundo del trabajo, que lo creó. El mundo del trabajo es superior al mundo del capital y merece la mayor consideración (…) En la situación actual el capital tiene todo el poder y hay que revertir este desequilibrio”. Lectores de los escritos de Karl Marx, contemporáneo de Abraham Lincoln, recordarán que algunas de estas frases eran muy semejantes a las utilizadas por tal analista del capitalismo en su análisis de la relación capital/trabajo bajo tal sistema económico.

Le sorprenderá a gran número de lectores saber que los escritos de Karl Marx influenciaron a Abraham Lincoln, tal como documenta en gran detalle John Nichols en su excelente artículo “Reading Karl Marx with Abraham Lincoln Utopian socialists, German communists and other republicans” publicado en Political Affairs (27/11/12), y del cual extraigo las citas así como la mayoría de datos publicados en este artículo. Los escritos de Karl Marx eran conocidos entre los grupos de intelectuales que estaban profundamente insatisfechos con la situación política y económica de EEUU, como era el caso de Lincoln. Karl Marx escribía regularmente en The New York Tribune, el rotativo intelectual más influyente en Estados Unidos en aquel periodo. Su director Horace Greeley se consideraba un socialista y un gran admirador de Karl Marx, al cual invitó a ser columnista de tal diario. En las columnas de su diario incluyó gran número de activistas alemanes que habían huido de las persecuciones ocurridas en la Alemania de aquel tiempo, una Alemania altamente agitada, con un naciente movimiento obrero que cuestionaba el orden económico existente. Algunos de estos inmigrantes alemanes (conocidos en el EEUU de aquel momento como los “Republicanos Rojos”) lucharon más tarde con las tropas federales en la Guerra Civil, dirigidos por el presidente Lincoln.

Greeley y Lincoln eran amigos. En realidad Greeley y su diario apoyaron desde el principio la carrera política de Lincoln, siendo Greeley el que le aconsejó a que se presentara a la presidencia del país. Y toda la evidencia apunta que Lincoln era un ferviente lector del The New York Tribune. En su campaña electoral para la presidencia de EEUU invitó a varios “republicanos rojos” a integrarse en su equipo. En realidad, ya antes, como congresista, representante de la ciudadanía de Springfield en el Estado de Illinois, apoyó frecuentemente los movimientos revolucionarios que estaban ocurriendo en Europa, y muy en especial en Hungría, firmando documentos en apoyo de tales movimientos.

Lincoln, gran amigo del mundo del trabajo estadounidense e internacional.
Su conocimiento de las tradiciones revolucionarias existentes en aquel periodo no era casual sino que era fruto de sus simpatías con el movimiento obrero internacional y sus instituciones. Animó a los trabajadores de EEUU a organizar y establecer sindicatos y continuó haciéndolo cuando fue presidente. Y varios sindicatos le nombraron miembro honorario. En su respuesta a los sindicatos de Nueva York subrayó “vosotros habéis entendido mejor que nadie que la lucha para terminar con la esclavitud es la lucha para liberar al mundo del trabajo, es decir, a liberar a todos los trabajadores. La liberación de los esclavos en el Sur es parte de la misma lucha por la liberación de los trabajadores en el Norte”. Y durante la campaña electoral, el presidente Lincoln promovió la postura en contra de la esclavitud indicando explícitamente que la liberación de los esclavos les permitiría a los trabajadores exigir los salarios que les permitirían vivir decentemente y con dignidad, ayudando con ello a aumentar los salarios de todos los trabajadores, tanto negros como blancos.

Marx, y también Engels, escribieron con entusiasmo sobre la campaña electoral de Lincoln, en un momento en que ambos estaban preparando la Primera Internacional del Movimiento Obrero. En un momento de las sesiones, Marx y Engels propusieron a la Internacional que enviara una carta al presidente Lincoln felicitándolo por su actitud y postura. En su carta, la Primera Internacional felicitaba al pueblo de EEUU y a su presidente por, al terminar con la esclavitud, haber favorecido la liberación de toda la clase trabajadora, no solo estadounidense, sino también la mundial.

El presidente Lincoln respondió, agradeciendo la nota y respondiendo que valoraba el apoyo de los trabajadores del mundo a sus políticas, en un tono cordial, que, por cierto, creó gran alarma entre los establishments económicos, financieros y políticos a ambos lados del Atlántico. Estaba claro, a nivel internacional que, como señaló más tarde el dirigente socialista estadounidense Eugene Victor Debs, en su propia campaña electoral, “Lincoln había sido un revolucionario y que por paradójico que pudiera parecer, el Partido Republicando había tenido en su orígenes una tonalidad roja”.

La revolución democrática que Lincoln inició y que nunca se desarrolló.
Ni que decir tiene que ninguno de estos datos aparece en la película Lincoln, ni son ampliamente conocidos en EEUU. Pero, como bien señalan John Nichols y Robin Blackburn (otro autor que ha escrito extensamente sobre Lincoln y Marx), para entender Lincoln hay que entender el periodo y el contexto en los que él vivió. Lincoln no era un marxista (término sobreutilizado en la literatura historiográfica y que el propio Marx denunció) y no era su intento eliminar el capitalismo, sino corregir el enorme desequilibrio existente en él, entre el capital y el trabajo. Pero, no hay duda de que fue altamente influenciado por Marx y otros pensadores socialistas, con los cuales compartió sus deseos inmediatos, claramente simpatizando con ellos, llevando su postura a altos niveles de radicalismo en su compromiso democrático. Es una tergiversación histórica ignorar tales hechos, como hace la película Lincoln.

No hay duda de que Lincoln fue una personalidad compleja con muchos claroscuros. Pero las simpatías están escritas y bien definidas en sus discursos. Es más, los intensos debates que ocurrían en las izquierdas europeas se reproducían también en los círculos progresistas de EEUU. En realidad, la mayor influencia sobre Lincoln fue la de los socialistas utópicos alemanes, muchos de los cuales se refugiaron en Illinois huyendo de la represión europea.

El comunalismo que caracterizó a tales socialistas influenció la concepción democrática de Lincoln, interpretando democracia como la gobernanza de las instituciones políticas por parte del pueblo, en el cual las clases populares eran la mayoría. Su famoso dicho (que se ha convertido en el espléndido eslogan democrático más conocido en el mundo –Democracy for the people, of the people and by the people- claramente señala la imposibilidad de tener una democracia del pueblo y para el pueblo sin que sea realizada y llevada a cabo por el mismo pueblo. De ahí que viera la liberación de los esclavos y del mundo del trabajo como elementos esenciales de tal democratización. Su concepto de igualdad llevaba inevitablemente un conflicto con el dominio de tales instituciones políticas por el capital. Y la realidad existente hoy en EEUU y que detallo en mi artículo “Lo que no se ha dicho en los medios sobre las elecciones en EEUU” (Público, 13.11.12)es una prueba de ello. Hoy la Corporate Class controla las instituciones políticas de aquel país.

Últimas observaciones y un ruego
Repito que ninguna de estas realidades aparece en la película. Spielberg no es, después de todo, Pontecorvo, y el clima intelectual estadounidense todavía está estancado en la Guerra Fría que le empobrece intelectualmente. “Socialismo” continúa siendo una palabra mal vista en los círculos del establishment cultural de aquel país. Y en la tierra de Lincoln, aquel proyecto democrático que él soñó nunca se realizó debido a la enorme influencia del poder del capital sobre las instituciones democráticas, influencia que ha disminuido enormemente la expresión democrática en aquel país. Y la paradoja hiriente de la historia es que el Partido Republicano se haya convertido en el instrumento político más agresivo hoy existente al servicio del capital.

Por cierto, agradecería que todas las personas que encuentren este artículo interesante lo distribuyan ampliamente, incluyendo en su distribución a los críticos de cine, que en su promoción de la película, seguro que no dirán nada del otro Lincoln desconocido en su propio país (y en muchos otros, incluyendo España). A uno de los fundadores del movimiento revolucionario democrático ni siquiera se le reconoce como tal. Su emancipación de los esclavos es una gran victoria que hay que celebrar. Pero Lincoln fue incluso  más allá. Y de esto ni se habla.

viernes, 11 de enero de 2013

"Los logros de Hugo Chávez y la revolución bolivariana"

Artículo de Carles Muntaner, Joan Benach y María Páez Víctor publicado en SinPermiso. (Las notas al pie no se reproducen aquí, pero pueden ser consultadas en el artículo original.)

Los logros de Hugo Chávez y la revolución bolivariana 
Mientras que el presidente de Venezuela Hugo Chávez está luchando por salvar su vida en Cuba, la prensa liberal de ambos lados del Atlántico (por ejemplo el diario “El País") no ha dejado de machacar a su gobierno. La importancia de su reciente victoria (12 puntos por delante de su competidor), aún no ha sido adecuadamente analizada en base a los datos y evidencias disponibles. Es importante destacar que Chávez ha ganado estando enfermo de cáncer, siendo crucificado por los medios de comunicación locales e internacionales (piénsese en Syriza en las elecciones griegas) y, algo menos conocido, en un escenario electoral extremadamente sesgado hacia las clases media y alta, donde han existido barreras geográficas y dificultades de acceso (al no disponer de tarjetas de identificación) para las personas de clase trabajadora.

Uno de los factores principales de la popularidad del gobierno de Chávez y de su aplastante victoria y reedición de resultados en octubre de 2012, ha sido la reducción de la pobreza. Este hecho ha sido posible porque el gobierno retomó el control de la empresa petrolera nacional PDVSA, utilizando los abundantes ingresos petroleros no para beneficio de una pequeña clase de rentistas, como ocurrió con los gobiernos anteriores, sino para construir infraestructuras que hacían falta e invertir en servicios sociales que los venezolanos necesitaban con urgencia. Durante los últimos diez años, el gobierno ha aumentado el gasto social en un 60,6%, (772.000 millones de dólares) [1].

La pobreza no se define únicamente por la falta de ingresos así como la salud no se define tampoco por la ausencia de enfermedad. Ambos factores están correlacionados y ambos tienen una naturaleza multifactorial, es decir, están determinados por un amplio conjunto de procesos sociales. Para realizar una evaluación lo más objetiva posible de los logros reales alcanzados por la Revolución Bolivariana de Venezuela durante los últimos 13 años, es indispensable revisar algunos de los principales datos disponibles sobre los determinantes sociales de la salud y la pobreza como son la educación, la desigualdad, el empleo, los ingresos, la atención sanitaria, la seguridad alimentaria y los servicios y protección social.

Con respecto a los indicadores sobre determinantes sociales de la equidad en salud, Venezuela es hoy el país de la región con el nivel más bajo de desigualdad (medida según el Coeficiente de Gini), habiendo reducido la desigualdad en un 54% y la pobreza en un 44%. La pobreza ha pasado del 70,8% (1996) al 21% (2010) y la pobreza extrema se redujo del 40% (1996) a un nivel tan bajo como el 7,3% (2010). Cerca de 20 millones de personas se han beneficiado de los programas de lucha contra la pobreza, las llamadas "Misiones". Hasta el momento, 2,1 millones de personas mayores o ancianas han recibido pensiones de vejez, es decir, el 66% de la población, mientras que antes del actual gobierno sólo 387.000 personas recibieron pensiones.

La educación es un determinante clave de la salud y la pobreza donde el gobierno bolivariano ha puesto un especial énfasis, asignando a ella más del 6% del PIB. La UNESCO ha reconocido que en Venezuela el analfabetismo ha sido eliminado y que es el tercer país de la región cuya población en mayor medida lee. Desde la guardería hasta la universidad, la educación es gratuita: el 72% de los niños asisten a guarderías públicas, el 85% de los niños en edad escolar asisten a la escuela, y hay miles de escuelas nuevas o restauradas (entre las que se incluyen 10 nuevas universidades). Por lo que hace a la proporción de estudiantes universitarios, el país se ubica en el segundo lugar de América Latina y en el quinto lugar del mundo. De hecho, 1 de cada 3 venezolanos está inscrito en algún programa educativo [2]. También es un gran logro el hecho de que Venezuela esté ahora mismo al nivel de Finlandia como el 5º país del mundo cuya población se siente más feliz [3].

Antes del primer gobierno de Chávez en 1998, el 21% de la población estaba desnutrida, ahora Venezuela ha establecido una red de distribución de alimentos subsidiados con tiendas de comestibles y supermercados. Mientras que en 1980 se importaron el 90% de los alimentos, hoy el porcentaje es menor al 30%. La Misión Agro-Venezuela ha entregado 454.238 créditos a productores rurales, y en el año 2012 han recibido créditos 39.000 productores rurales. Cinco millones de venezolanos reciben comida gratis, cuatro millones de los cuales son niños y niñas en las escuelas y 6.000 comedores alimentan a 900.000 personas. La reforma agraria y las políticas para ayudar a los productores agrícolas han aumentado la oferta interna de alimentos. El resultado de todas esas medidas de seguridad alimentaria es que la desnutrición es hoy tan sólo de un 5%, y que la desnutrición infantil, que alcanzó el 7,7% en 1990, hoy es del 2,9%. Se mire como se mire, se trata de logros sociales de enorme trascendencia para la salud de la población.

Por lo que hace a la atención sanitaria y la salud pública, algunos de los datos más importantes son los siguientes [4], [5], [6]:

* La mortalidad infantil se redujo de 25 por 1.000 (1990) a sólo 13 por 1.000 (2010);
* Un impresionante 96% de la población tiene acceso ahora a agua limpia (una de las metas de la revolución);
* En 1998, había 18 médicos por cada 10.000 habitantes mientras que en la actualidad son 58 por cada 10.000, y el sistema de salud pública dispone de 95.000 médicos;
* Los gobiernos anteriores construyeron 5.081 clínicas a lo largo de cuatro décadas, mientras que en tan sólo 13 años el Gobierno Bolivariano construyó 13.721 (un aumento del 169,6%);
* Barrio Adentro (es decir, el programa de atención primaria que recibe la ayuda de más de 8.300 médicos cubanos), con sus 7.000 clínicas, ha ofrecido 500 millones de consultas y ha salvado aproximadamente 1,4 millones de vidas;
* En el año 2011 tan sólo, 67.000 venezolanos recibieron medicamentos gratuitos de alto costo para tratar 139 patologías como el cáncer, la hepatitis, la osteoporosis, la esquizofrenia entre otras; en la actualidad hay 34 centros de tratamiento de adicciones;
* A lo largo de 6 años, 19.840 personas sin hogar han sido atendidas a través de un programa especial, y prácticamente no hay niños que vivan en las calles;
* Venezuela tiene ahora la mayor unidad de cuidados intensivos de la región;
* Una red de farmacias públicas vende medicamentos subsidiados en 127 tiendas, realizando ahorros que estiman entre el 34-40%;
* 51.000 personas han recibido tratamiento especializado para la visión en Cuba, y el programa de atención oftalmológica "Misión Milagro" ha devuelto la vista a 1,5 millones de venezolanos.

Un ejemplo de cómo el gobierno ha tratado de responder de la mejor manera posible a las necesidades reales de las personas es la situación que se produjo en 2011, cuando las fuertes lluvias tropicales dejaron a 100.000 personas sin hogar. La población fue inmediatamente protegida en forma temporal en todo tipo de edificios públicos y hoteles, y en sólo un año y medio el gobierno construyó 250.000 viviendas. El gobierno obviamente no ha erradicado todos los males sociales, pero sus habitantes se dan cuenta de que, a pesar de las deficiencias y errores cometidos, el gobierno está a su lado y trata de utilizar sus recursos para satisfacer sus necesidades. Como parte de este esquema, también se encuentra la intensa participación política de la democracia venezolana, la cual incluye 30.000 consejos comunales que determinan las necesidades sociales y los problemas locales, permitiendo que las personas sean los verdaderos protagonistas de los cambios que reclaman [7].

La economía venezolana tiene una baja deuda y reservas de petróleo y de ahorro muy elevadas; sin embargo, los economistas occidentales que se oponen al presidente Chávez repiten hasta la saciedad que la economía venezolana no es "sostenible" y predicen su desaparición cuando los ingresos petroleros se acaben. Curiosamente, no lanzan esas nefastas predicciones sobre economías petroleras como Canadá o Arabia Saudita. Claro está, debido a sus intereses ideológicos, ignoran que la reserva petrolera de Venezuela (500 millones de barriles de petróleo) es la más grande del mundo y consideran que la inversión social de la renta petrolera, o bien es una pérdida o bien es un empeño inútil. Sin embargo, durante estos últimos 13 años, el gobierno bolivariano ha estado construyendo una infraestructura industrial y agrícola que 40 años de gobiernos anteriores habían olvidado, y su economía continua siendo fuerte incluso ante la crisis financiera global.

Un indicio de la creciente diversificación de la economía es el hecho de que ahora el Estado obtiene casi tantos ingresos de la recaudación de impuestos como por la venta de petróleo, ya que ha reforzado su capacidad para la recaudación de impuestos y la redistribución de la riqueza. En tan sólo una década, el Estado obtuvo 251.694 millones de dólares en impuestos, es decir, más que sus ingresos anuales por el petróleo. Entre los hitos económicos de estos últimos diez años cabe incluir la reducción del desempleo del 11,3% al 7,7%, la duplicación en el número de personas que reciben beneficios del seguro social, el hecho de que la deuda pública se ha reducido del 20,7% al 14,3% del PIB, y el florecimiento de cooperativas que han fortalecido a las economías locales endógenas. Más en general, la economía venezolana ha crecido un 47,4% en diez años, es decir, un 4,3% anual [8]. Muchos son los países europeos que verían con envidia cifras como esas. Algunos de los economistas que durante años han estudiado detalladamente la economía venezolana han señalado que: "Las predicciones de colapso económico, la balanza de pagos o la crisis de la deuda y otros pronósticos sombríos, así como muchas de las previsiones económicas realizadas, han demostrado ser erróneas... el actual crecimiento económico de Venezuela es sostenible y podría continuar al ritmo actual o incluso superior durante muchos años" [9].

Según fuentes como el Global Finance y el CIA World Factbook, la economía venezolana presenta los siguientes indicadores [10]: la tasa de desempleo es del 8%, la deuda pública del gobierno es el 45,5% del PIB (mientras que la de la Unión Europea es del 82,5%), y existe un crecimiento real del PIB (el PIB per cápita es de 13.070 dólares). En el 2011, la economía venezolana desafió a la mayoría de pronósticos con un crecimiento del 4,2%, con un aumento del 5,6% en el primer semestre de 2012. La razón entre deuda y PIB se halla claramente por debajo de la de los EE.UU. y el Reino Unido, y es más sólida que la de los países europeos; la tasa de inflación, un problema endémico durante muchas décadas, ha caído en el último trimestre del 2012 a un mínimo del 13,7% en los últimos cuatro años. Incluso The Wall Street Journal ha señalado que el intercambio de acciones de Venezuela es con mucho la bolsa que mejores resultados tiene en el mundo (alcanzándose un máximo histórico en octubre de 2012), a la vez que los bonos de Venezuela se hallan entre quienes tienen mejores resultados en los mercados emergentes.

La victoria de Hugo Chávez ha tenido un impacto en todo el mundo siendo reconocido por haber liderado un cambio radical, no sólo en su propio país, sino en el conjunto de América Latina donde han sido elegidos gobiernos progresistas que han remodelado el orden global. Su victoria fue aún más significativa si se tiene en cuenta la enorme ayuda financiera y estratégica que las agencias de Estados Unidos y sus aliados ofrecieron a los partidos de la oposición y a los medios de comunicación. Desde 2002, Washington canalizó 100 millones de dólares a los grupos de oposición en Venezuela siendo distribuidos tan sólo en este año electoral entre 40 y 50 millones de dólares [11]. Sin embargo, el pueblo venezolano pasó por alto el aluvión de propaganda desatada contra el presidente por unos medios de comunicación que en un 95% son de propiedad privada y claramente anti-Chávez [12]. La ola de cambio progresista en la región ha comenzado a construir la infraestructura para lograr por vez primera que haya una Latinoamérica realmente independiente a través de organizaciones que permitan su integración política y económica como son el Banco del Sur, CELAC, ALBA, Petrosur, Petrocaribe, UNASUR, MERCOSUR y TELESUR. Estas instituciones están mostrando al resto del mundo que en el siglo XXI existen alternativas económicas y sociales de tipo global [13]. Siguiendo un modelo de desarrollo diferente al del capitalismo mundial global y en fuerte contraste con Europa, los niveles de deuda en América Latina son bajos y siguen cayendo.

Los cambios que tienen lugar en Venezuela no son por tanto entes abstractos o intangibles. El gobierno del presidente Chávez ha mejorado significativamente las condiciones reales de vida de los venezolanos que se han comprometido en un dinámico proceso de participación política a lograrlo [14]. Este nuevo modelo de desarrollo socialista ha tenido un impacto espectacular en toda América Latina, incluyendo en los últimos tiempos a Colombia y a gobiernos progresistas de centro-izquierda que ahora son mayoritarios en la región y que ven en Venezuela el catalizador que ha traído más democracia, soberanía nacional y progreso social y económico a la región [15]. Ninguna retórica neoliberal, por masiva que ésta sea, puede negar todos esos hechos. Decenas de expertos pueden seguir debatiendo obstinadamente hasta el fin de la historia si la Revolución Bolivariana es o no es socialista, ya sea ésta revolucionaria o reformista (es probable que sea ambas cosas a la vez). A final de cuentas, sin embargo, logros tan substanciales como los señalados son innegables. Eso es lo que enfurece a sus oponentes, tanto dentro como fuera de Venezuela y, particularmente, a los países neocolonialistas. Un semanario "objetivo" y "empírico" como The Economist no dará a conocer estos datos, prefiere predecir una vez más el inminente colapso de la economía venezolana. Por su parte, en España, el periódico El País prefiere que Moisés Naim, uno de los diseñadores del Caracazo (la masacre de 3.000 personas en Caracas que protestaban por las medidas de austeridad impuestas de 1989) y ministro de Hacienda del anterior gobierno, siga escribiendo sin pausa y de forma obsesiva contra Chávez. Sin embargo, ninguno de ellos puede poner en duda que el Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidad sitúa ya a Venezuela en el lugar número 61 de entre 176 países, habiendo subido 7 lugares en apenas una década. Y esa es una razón más por la que la Revolución Bolivariana de Chávez sobrevivirá al líder socialista de Venezuela.