El 1º de mayo, día del trabajo y la fiesta por antonomasia de todos/as los trabajadores/as.
Todos y todas debiéramos estar hoy en la calle, en las manifestaciones de nuestras respectivas ciudades o de aquellas en que nos encontremos en ese momento, para festejar este día que no es sino la reivindicación del orgullo de pertenecer a esta clase y demostrar hoy más que nunca que somos ciudadanos, con nuestros deberes y obligaciones, pero también con derechos, cada vez más coartados.
Si perdemos de vista este hecho fundamental, si abandonamos el sentir de pertenencia a un colectivo, a una clase, y que somos los depositarios últimos de la soberanía nacional, si perdemos todo esto de vista, entonces sucederá lo que cada día se está confirmando con más firmeza: la pérdida cada vez mayor de bienestar, de derechos sociales y, por ende, de los principios sobre los que se asienta todo sistema democrático, la soberanía del popular.
Por encima de todo, el 1º de mayo es una fiesta pacífica que se usa como medio de reivindicación del poder y soberanía de los trabajadores, y se reclama, una vez hecho un balance general, la ampliación y recuperación —sobre todo hoy día— de derechos y bienestar de los colectivos sociales más desfavorecidos y abrumadoramente mayoritarios.
Cada vez son menos los que salen a festejar este día, que es también el homenaje en recuerdo a todos aquellos que lucharon por conquistar esos derechos que, lejos de ser éstos dados u otorgados, son arrancados a las clases dirigentes, a fin de alcanzar sistemas siempre más solidarios, plurales e igualitarios. En definitiva, más democráticos.
Feliz 1º de mayo.
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