Evidentemente este es un acontecimiento ininteligible sin el contexto mundial: el 2 de enero, Fidel Castro declaraba 1968 Año del Guerrillero Heroico a la memoria de Ernesto Che Guevara, muerto hacía tres meses en Bolivia. En Asia sucedían mientras varias cosas, por un lado, se seguía mirando la Revolución Cultural en China, en Japón los estudiantes protestaban contra la presencia del buque norteamericano Enterprise, en Corea del Norte se apresaba al barco espía también norteamericano Pueblo y, sobre todo, a finales de este mes de enero, el Vietcong lanzaba el ataque que desde entonces cambiaría el curso de la guerra en Vietnam, la ofensiva del Tet.
Como dice Eley, “el radicalismo europeo de 1968 era totalmente internacionalista, inspirado por movimientos revolucionarios no occidentales o por la ira que Estados Unidos despertaba por contrarrevolucionario”.
Por su parte, en Checoslovaquia se iniciaba un proceso trascendental. A primeros de enero, el presidente estalinista Antonín Novotny, fue sustituido como primer secretario del KSC por Alexander Dubcek. En marzo, se había liberalizado la prensa, abolido la censura cultural, reconocido la libertad académica y rehabilitado a las víctimas de las purgas. “Su programa del 10 de abril centró las esperanzas políticas en lo que se conocería por la Primavera de Praga. No obstante, contrariamente a lo que se suele informar o leer al respecto, este proceso no era revolucionario ni mucho menos y en ningún momento perseguía la escisión o el fin del socialismo en la pequeña república soviética, sino, como dan a ver dichas reformas, buscaban un cierto aperturismo que permitiese una mayor maniobrabilidad político–sociales dentro de los parámetros del socialismo. El problema con que contó fue que la propia URSS nunca permitiría unas reformas políticas, por nimias que estas fueran, si no eran bajo supervisión suya. La invasión de Checoslovaquia, por ello, hizo ganarse la condena de los partidos comunistas occidentales, entre los que se encontraba el Partido Comunista de España.
Italia, Gran Bretaña, Alemania Occidental e incluso España, ya habían contado con sus revueltas estudiantiles que ponían en entredicho de un modo más o menos radical, la propia autoridad del Estado. En Francia, que se habían producido movilizaciones similares a las de Alemania e Italia, el salto cualitativo lo propició toda una serie de factores que fueron a darse en la capital, París. Según Geoff Eley, los factores, grandes rasgos, decisivos se encontraban en el enorme aumento del número de estudiantes que provocó un cierto colapso y gran malestar debido a la insuficiencia de las instalaciones y a un fuerte entorno “alienante”. Incluso en los EE.UU., donde nunca nada parece moverse, se radicalizaba el movimiento por los derechos civiles, al tiempo que crecía la combatividad de los Panteras Negras y los disturbios iban a sucederse hasta llegar a su punto más álgido con el asesinato de Martin Luther King.
Todo comenzó en la Universidad de Nanterre, en el noroeste de París, donde las movilizaciones en contra de la guerra del Vietnam habían sido ya el año anterior virulentas. El 22 marzo, seis estudiantes de esta universidad fueron detenidos por protestar contra dicha guerra, a lo que los estudiantes respondieron ocupando las oficinas del rector. Así fue como nació el Movimiento 22 de Marzo, que se asentaba en la unión estudiantil fuera de cualquier sectarismo político, ya que se había acordado que todas las decisiones se tomarían en asambleas generales. Un manifiesto del Movimiento fue firmado por 1.500 estudiantes y en él se concentraban las esencias por las que se distinguiría el mayo del ’68: “rechazo total de la universidad capitalista–tecnocrática, de la división del trabajo y del llamado conocimiento neutro (…) complementado por un llamamiento a la solidaridad con la clase obrera”.
Al comenzar el mes de mayo otras universidades y hasta fábricas de otras zonas de Francia parecían sumarse a las protestas. Al Movimiento 22 de Marzo se sumaron además la UJC —marxistas–leninistas— y la JCR. Por supuesto, las movilizaciones no se habían detenido durante el mes de abril pero la chispa que hizo saltar definitivamente la combatividad social se produjo un viernes, al congregarse una multitud en el patio de la Universidad de Nanterre. El rector llamó a la policía, que detuvo a los presentes. Sin embargo, al momento en que la policía se disponía a irse, otros estudiantes los atacaron. La policía actuó con brutalidad excesiva, deteniendo a 596 personas e hiriendo a incontables. La respuesta de los estudiantes fue inesperada y arremetieron violentamente contra la policía.
Se mandaron a cuatro estudiantes a la cárcel y la Sorbona fue cerrada. Se convocó una huelga para el lunes en la que se exigía la amnistía para los detenidos y la reapertura de la universidad. Veinte mil policías hicieron frente a la multitud, que llegó a agrupar a treinta mil manifestantes y consiguió contener la carga policial. La violencia empleada por la policía hizo despertar las simpatías de la ciudadanía y, tras esta última actuación de las fuerzas policiales, una encuesta revelaba que cuatro quintas partes de los parisinos estaba a favor de los estudiantes.
El martes y miércoles se realizaron grandes marchas pacíficas. Y el jueves tuvo lugar un intenso debate. El 6 de mayo parecía que la situación se normalizaba, sin embargo, el gobierno seguía guardando silencio y las negociaciones con el vicerrectorado fracasaron debido a que se negaron a transigir en el punto sobre la puesta en libertad de los detenidos. La noche del viernes 10 de mayo se reprodujeron las movilizaciones tras el fracaso o mejor la negativa a negociar de las autoridades gubernativas y 20.000 manifestantes ocuparon el Barrio Latino. Cohn-Bendit, representante del Movimiento 22 de Marzo y cara visible de la revuelta estudiantil, convocó por radio una huelga general.
El Partido Comunista Francés no se había interesado decisivamente por el movimiento, pues consideraba a los estudiantes “pseudorrevolucionarios” de la clase obrera. Pero conforme avanzaban los acontecimientos, sucedió que los comunistas de base pasaron a tomar parte en las decisiones y siendo parte importante de todo el movimiento estudiantil que ya había cobrado tal forma y acaparado la suficiente atención y simpatías de la opinión pública, que la CGT —el mayor sindicato de Francia, vinculado al PCF— consideró llegado el momento de conjugar el movimiento estudiantil e incipientemente obrero, con una llamada a la movilización general de la industria francesa.
Mayo del '68 francés
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