“Es un atentado a la industria turística, y otro secuestro del ciudadano en su derecho fundamental de la movilidad.” -Jesús Gatell, presidente de la Asociación Hotelera de Madrid-
¿Por qué los trabajadores de AENA convocan huelga en festivos, puentes y días de salida de vacaciones? ¿Por qué no hacen huelga un lunes de madrugada? O mejor aún: ¿por qué no limitan la huelga a un solo aeropuerto y en una fecha determinada? Por ejemplo, el aeropuerto de Huesca, en cualquier día de mayo o junio. ¿Cómo? ¿Qué el aeropuerto de Huesca no tiene vuelos en esas fechas, pues sólo opera en temporada de esquí? Pues mejor, así no molestan a nadie.
Hay cosas que uno cree obvias, de cultura general (de cultura trabajadora general), pero cada vez que hay una huelga importante hay que repetirlas. A saber: la huelga es un derecho fundamental, de ninguna manera equiparable al “derecho” a viajar en avión (el único derecho reconocido es “a circular por el territorio nacional”, cosa que se puede hacer en otros transportes si no hay avión).
Otro recordatorio: las huelgas buscan la mayor presión posible sobre la empresa, y en términos de aviación eso significa unas cuantas fechas calientes. En este caso además la huelga es contra la empresa AENA y contra el gobierno que la privatiza. Y visto lo pronto que han mostrado voluntad de negociar, la presión está dando resultado.
Pero una vez más se dispara el mismo resorte antihuelga y antisindical: otra vez nos hablan de secuestro de ciudadanos a manos de unos privilegiados (que no lo son ni por condiciones laborales ni por sueldo; su único ‘privilegio’ es la capacidad de hacer huelga que muchos otros han perdido); y de nuevo oímos llamamientos a una ley de huelga restrictiva. Y con el precedente de los controladores, habrá quien proponga un árbitro (ojo a la figura, que puede acabar con los últimos restos de lucha sindical), y no faltará quien pida otro estado de alerta.
Como llueve sobre mojado, parece fácil lograr el objetivo: que los ciudadanos (incluidos los que no viajan en avión) carguemos contra los trabajadores, en vez de cuestionar la privatización, y pasemos por alto la trayectoria de una empresa, AENA, que se gasta millones en un ruinoso aeropuerto para esquiadores.
Hay cosas que uno cree obvias, de cultura general (de cultura trabajadora general), pero cada vez que hay una huelga importante hay que repetirlas. A saber: la huelga es un derecho fundamental, de ninguna manera equiparable al “derecho” a viajar en avión (el único derecho reconocido es “a circular por el territorio nacional”, cosa que se puede hacer en otros transportes si no hay avión).
Otro recordatorio: las huelgas buscan la mayor presión posible sobre la empresa, y en términos de aviación eso significa unas cuantas fechas calientes. En este caso además la huelga es contra la empresa AENA y contra el gobierno que la privatiza. Y visto lo pronto que han mostrado voluntad de negociar, la presión está dando resultado.
Pero una vez más se dispara el mismo resorte antihuelga y antisindical: otra vez nos hablan de secuestro de ciudadanos a manos de unos privilegiados (que no lo son ni por condiciones laborales ni por sueldo; su único ‘privilegio’ es la capacidad de hacer huelga que muchos otros han perdido); y de nuevo oímos llamamientos a una ley de huelga restrictiva. Y con el precedente de los controladores, habrá quien proponga un árbitro (ojo a la figura, que puede acabar con los últimos restos de lucha sindical), y no faltará quien pida otro estado de alerta.
Como llueve sobre mojado, parece fácil lograr el objetivo: que los ciudadanos (incluidos los que no viajan en avión) carguemos contra los trabajadores, en vez de cuestionar la privatización, y pasemos por alto la trayectoria de una empresa, AENA, que se gasta millones en un ruinoso aeropuerto para esquiadores.
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