Recientemente, a Izquierda Unida de Asturias se le planteó el dilema por que antes pasaron otras agrupaciones de la misma formación: Extremadura, el pasado año, y Andalucía, apenas un par de meses atrás. En la primera, el trauma de haber de escoger entre un gobierno de una de las derechas más reaccionarias de Europa (por concentrar en su seno al conjunto de las derechas nacionales, amén de su herencia pasada -léase franquismo-, que por supuesto y como toda herencia, pesa) o un PSOE que, allí, más que por estar situado en la margen derecha en las aguas de lo político, por haber gobernado desde el fin de la dictadura. La particularidad caciquil del PSOE, muy acentuada en Extremadura también por las características de la región, unido al desgaste del gobierno socialista tanto allá como para el conjunto del Estado, que gustó de ejecutar fórmulas propias del neoliberalismo salvaje (llegaron incluso a pactar con el PP en apenas dos semanas una reforma constitucional para regular el límite en el déficit público) hizo que
las directrices que desde Madrid habían sido marcadas por la dirección
central de IU (no permitir gobernar a la derecha "ni por activa, ni por pasiva") se viesen difuminadas.
A situación excepcional, confusión asegurada. Y a las tensiones hubo que agregar, como cabe en estos casos, improvisación. Se consultó a las bases de la formación por referéndum y el resultado fue que más de un aplastante 70% se negó a cualquier tipo de colaboración con el PSOE. La reacción resultaba en no poco comprensible.
La experiencia, en estos tiempos interesantes, como cabía esperar no fue en absoluto marginal y muestra, más allá del desgaste de la formación socialista para con IU, la crisis del PSOE para con la izquierda.
La experiencia del referéndum, decimos, volvió a repetirse en cuanto hubo oportunidad para ello, y las siguientes fueron Andalucía y Asturias.
Las formas en política son importantes y a nadie se le escapa lo impresentable de la política en términos de "izquierda" que ha llevado y lleva a cabo el PSOE. La crisis no ha sido más que el catalizador de un proceso que arrancó en los años setenta y que hoy, en tiempos de toma de decisiones cuya incidencia se deja ver inmediatamente, se hace burdamente evidente. Mucho más allá de un problema de supervivencia política, la izquierda realmente-existente habría de volver a sus postulados originales. No es cierto pero sí es cierto, que en política "ya está todo inventado", en consonancia con ello, para innovar, tiene sentido que IU vuelva a los postulados que la vieron nacer.
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