El trasvase de votos del PSOE al PP en las próximas elecciones parece una realidad cada vez más cercana. Leo en las llamadas "redes sociales" a numerosas personas que, afines al entorno socialista, publican numerosas informaciones que reman, sin demasiado margen de dudas, hacia la defensa del PSOE. Esto acostumbra a tener truco, y es que en las noticias que se cuelgan o "twitean" son alusivas al Partido Popular en una mayor medida que al Partido Socialista. Ello no deja de resultar curioso dado el último ejercicio gubernativo del PSOE, cuya derechización -creo- deja menor margen aún a las dudas.
Me ha pillado un tanto de sorpresa el discurso que repentinamente le ha dado por soltar al presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, sacando vanagloriándose de su gestión en defensa del Estado del bienestar. Y es que resulta sorprendente que se acuse de "mentir como bellacos" a quienes hablan de recortes sociales cuando él no sólo los lamentó sino que no ocultó que lo eran cuando "se vio forzado" a acometerlos.
Pero el desmantelamiento, nuevamente, del Estado del bienestar por parte del PSOE, es insultantemente obvio y esto, lejos de ser una aseveración meramente discursiva, es en absoluto incontestable. Desde el propio Gobierno y el propio Partido Socialista han vendido todas sus medidas de emergencia como producto precisamente de eso, de las emergencias y las circunstancias. Cuando anunciaron los recortes con tanto pesar como mostró el presidente Zapatero ante las Cortes, no estaban en nada orgullosos de verse obligados a ello. No se entiende pues el por qué de tanta arrogancia actual. ¿Es acaso el lamentable afán electoralista el motivo último o por el contrario están verdaderamente orgullosos de su gestión?
Desde el Partido Socialista no se cesa en recordar a todos las "distintas políticas sociales emprendidas por su gobierno", como el pasado miércoles 3 de mayo hacía en un mitin en Santander, en donde además volvió a la verborrea en negativo. Para el PSOE, su mayor política social será la no-privatización de la sanidad que por parte del PP, según parece -y hay que dar fe visto lo visto por Madrid-, se pretende, proponiendo la imposición del Copago sanitario al sistema de la Seguridad Social.
Efectivamente, un año más, la mejor promesa del PSOE es que no harán realidad las políticas del PP. Se sigue que si éstos giran a la derecha, los primeros girarán irremediablemente con ellos. Esta derechización del sistema político que el Partido Socialista tanto ha contribuido a crear, ha arrastrado a unos socialdemócratas por en esas aguas discursivas propias de la derecha, pero en las que tan cómodos parecen nadar.
Pero más allá de todo esto, sobre estos cuatro años ha planeado la sombra de la crisis económica. Tanto que no sólo ha planeado, se ha ceñido sobre un determinado colectivo y una determinada clase social, los trabajadores. Los contextos y las coyunturas "especiales" sacan a menudo a relucir contradicciones. En virtud de ello, el PSOE no ha escatimado esfuerzos en eliminar cargas fiscales a las rentas altas al tiempo que tendía manos salvadoras a empresas privadas y a grandes -y no tan grandes- bancos, so pretexto de evitar su quiebra sin contemplar siquiera su estatalización. No es pues extraño oír a Emilio Botín confirmar lo que todos saben, pero que enunciado queda grosero: "Somos claramente ganadores en la reciente crisis económica". Muy al contrario, un partido dicho socialista ha privatizado parcialmente dos de las pocas empresas públicas que aún quedan y cuya rentabilidad resultaba difícilmente contestable (Aena y Loterías del Estado).
Pensaban los ideólogos del socialismo del siglo XIX, que mientras hubiera desigualdad estructural no podría haber libertad, dos de los ejes de la tríada revolucionaria francesa. Y sin ellas tampoco habría paz, habría lucha de clases. Si bien es cierto que el panorama actual parece extrañamente calmo, motivos no faltan para que estalle la guerra social. Convendría concienciarse de ello, pues si tal cosa llegara a ocurrir, la violencia estructural que contra los desesperados se ha ceñido en este tiempo hará entendibles los desmanes.
No estaría demás que dichos desamparados se cubrieran de un halo de legitimidad cambiando su voto hacia cualquiera que se haga eco de su situación, la haga suya y ofrezca políticas acordes a sus intereses objetivos. Que pueda ganar la derecha no es motivo para la abstención o elegir por el mal menor. La derecha ya está de facto gobernando.
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