Efectivamente, la confusión creo que ha sido la nota predominante de este inicio de conflicto en la región georgiana de Osetia del Sur.
Una cosa está clara, y es que desde que han empezado las agresiones —iniciadas por cierto por Georgia sobre su propia región—, por alguna extraña razón, Rusia denuncia el drama humanitario pero, sea cierto o no, las imágenes mostradas sólo representan a los civiles muertos por ataques de la aviación rusa.
El drama del conflicto viene de antaño, pero se ha recrudecido hasta llegar a la situación actual en el tránsito de estos más o menos dos últimos años. El conflicto se explica en valores geoestratégicos principalmente.
Resulta —pese a la acostumbrada deficiente información de los medios— que en 1989, al disgregarse la URSS, Osetia del Sur se declaró, como tantas otras regiones soviéticas, independiente aunque perteneciente a Osetia del Norte y dentro a su vez de la Federación Rusa. Tal decisión fue declarada inconstitucional por la recién nacida república independiente de Georgia y consecuentemente ocupada por ésta con el apoyo de su nuevo aliado en la zona, los EE.UU.
Desde entonces, muchas cosas han cambiado en el panorama mundial de la zona, especialmente en los últimos años. Tras declararse la “revolución rosa” en 2003, que supuso la deposición por golpe de Estado del anterior mandatario en detrimento del actual pro estadounidense Mijaíl Saakashvili, los intentos de Washington por hacer entrar en la OTAN a la antigua provincia soviética han sido incesantes.
Sucede que, por estatutos internos de funcionamiento, en la OTAN no puede acceder nadie que tenga previos problemas territoriales internos —pese a pertenecer a dicha organización Turquía o por ejemplo España, aunque ésta con problemas nada comparables a los de la primera— y, al igual que ocurriera en 1992, en 2006 tuvo lugar un referendo similar al kosovar de hace apenas unos meses por el cual, con igual decisión en ambas datas, la población decidió mayoritariamente —nada menos que un 99% con un 91% de participación en la de hace dos años— en favor de la independencia. Sucede también que, a diferencia del caso kosovar, tal referéndum no fue reconocido ni por las autoridades de Georgia ni por la comunidad internacional.
Estados Unidos es siempre aliado de cualquier país antaño perteneciente o miembro de la extinta Unión Soviética y, en este caso, “se juntan el hambre con las ganas de comer”, pues es por Georgia por donde atraviesa el único oleoducto proveniente del Cáucaso que no pasa por Rusia. Geoestratégicamente, Georgia juega, por tanto, un papel de primera magnitud y es de hecho hasta tal punto aliado de los EE.UU., que tiene 2.000 soldados desplegados como fuerzas de ocupación en territorio iraquí; soldados que dicho sea, ya han sido repatriados a fin de ser empleados en el presente conflicto.
Aunque las primeras noticias que se hayan visto y oído sobre el conflicto fuese el inicio de las hostilidades por parte rusa —ver también este—, lo cierto es que, como informa por el contrario Rebelión —basándose igualmente en informaciones dadas por entre otros El País— los iniciadores del fuego habría sido el ejército georgiano:
«Aviones de guerra georgianos han atacado las posiciones de la provincia de Osetia del Sur horas después de que abrieran fuego con tanques. Varios aviones georgianos modelo Su-25, tomaron parte en el ataque en la capital de la región separatista de Tsjinvali. El Comité de Información y Prensa (CIP) del Gobierno secesionista afirma que los ataques han causado al menos quince muertos.
»Esto ocasionó una fuerte respuesta de Rusia, que penetró el territorio. 'El Kremlin envió tanques y aviación a la capital independentista, Tsjinvali, para evitar su captura por las tropas georgianas que, al mediodía de ayer, estaban a punto de controlar la ciudad después de un asalto masivo en el que según diversas fuentes, se registraron numerosas víctimas civiles', relata El País de España».
Hay quien se preguntará, y no sin razón, por qué, si ya hubo represión por parte de Georgia —en 1991 para ser exactos— contra los intentos independentistas osetios, Rusia no hizo nada entonces y sí lo hace ahora.
La respuesta, desde mi cierta ignorancia, me parece simple: Rusia entonces no estaba a disposición de enfrentar nada siendo un país en pleno proceso de disgregación, menos aún tomar acciones por una pequeña región cuya independencia era reprimida por un país declaradamente aliado de los Estados Unidos. Pero muchas cosas han cambiado desde entonces en Rusia y, entre otras, que ha vuelto a la escena internacional tras una breve ausencia y vuelve a ser una potencia de primer orden; tanto como para que los EE.UU. hayan declarado ya que no tomarán acciones militares pero que “tal agresión no quedará sin respuesta”, como ya se han apurado a declarar Dick Cheney y otros miembros del gabinete presidencial y de guerra de la Casablanca. Suena más bien a la pataleta de la gran potencia que ha dejado —o está en proceso de hacerlo— de serlo para presenciar impotente cómo Rusia reclama su lugar y soberanía en su zona de influencia otrora parte de sus fronteras nacionales.
Como alguien me dijo hace unos días, el razonamiento es simple, “Rusia siempre estará ahí”.
Ahora se apela a la crisis humanitaria, el problema es que antes de hacerlo Georgia, ya lo había hecho Rusia, por lo que el argumento ha perdido fuerza y, al calor de los hechos, suena a vieja excusa que de pie a una intervención extranjera que de un respiro a la torpeza del presidente georgiano. Midió mal sus fuerzas y las capacidades o compromisos de sus aliados, pero sobre todo subestimó a Rusia o, al menos —y en esto radica su torpeza— no la logró ver capaz de responder sin ambages a un aliado de la “Gran Potencia”.
Las debilidades y limitaciones de Estados Unidos ya son palpables, al tiempo que se debilita, aparecen o resurgen nuevos Estados que reclaman su posición en el mundo —China, Rusia, India, una Europa más fuerte económicamente—, también regiones enteras —caso de América Latina— y el poder estadounidense se ve mermado para desviar los focos de atención en un mundo que escapa cada vez más a su control, como demuestra la situación latinoamericana, muy diferente de la que vivieron Salvador Allende o los sandinistas, y el caso ruso en el Cáucaso. El gigante asiático de momento parece tranquilo. Veremos.
Hay, no obstante, una lección que se desprende y habría que apuntar de todo esto; como había anunciado ya con anterioridad Vladimir Putin, lo de Kosovo es un ejercicio de irresponsabilidad y “tendrá consecuencias”. A la vista está, aunque nada hubiera ocurrido si nunca se hubiera producido un reequilibrio geoestratégico mundial que viene a mermar o al menos a cuestionar la fuerza de nuestro mundo occidental.
Por lo demás, la lección es muy antigua, “el que siembra vientos, recoge tempestades”. Este caso es una manifestación más del despotismo de Occidente.
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