sábado, 9 de enero de 2010

De eurodiputados y visados

Si bien ciertas cosas no son en nada nuevas, sí lo son realmente cansinas. Y lo son porque discutir según qué y con quién puede ser exasperante por un motivo muy básico más allá de que una postura pueda ser más difícilmente defendida que otras. En este caso concreto, resulta “cansino” defender a Cuba. Y no por un problema de la coherencia política de la isla, si no de lo fatigoso que es ver cómo algunos (digamos la mayoría) son incapaces de ver en la pequeña isla caribeña un país “normal”, al uso.

Hoy publica un artículo de opinión Luis Yáñez-Barnuevo, quien tristemente hubo de regresar a su casa tras unas frustradas vacaciones en La Habana por causa, dice, de unas autoridades gubernativas que no le concedieron permiso para el ingreso en el país. El título ya se las trae, pero desde luego el contenido me parece lamentable y sangrantemente insultante, por cierto como la ilustración que lo acompaña. Por lo demás, habría que decir que está todo lo bien escrito que cabe presuponérsele a un diputado, pero poco más. Las referencias empleadas, además de poco originales, son las panfletarias de siempre o las de moda de ahora, y el uso de cada una denota un cierto conocimiento superfluo de todas ellas. (Por supuesto, dentro de lo escueto que permite vislumbrar dicho artículo).

Las referencias a la “libertad”, aparte de que resulten muy molestas, lo son además baratas y tremendamente maniqueas. Y es que hablar de “desarrollar políticas sociales” y “de igualdad” fuera de los márgenes de “libertad y democracia”, en un sistema capitalista, lo que es sin más es un oxímoron y como tal debiera empezar a ser considerado: capitalismo e igualdad social o del tipo que sea es, sin más, un contrasentido atroz y terrible en tanto que no se tiene por tal. Para los socialistas moderados, la referencia en este caso será siempre Fernando de los Ríos y su más que famoso viaje a la Unión Soviética de 1920. Evidentemente, ni Yáñez ni muchos de los que gustan de usar y abusar la referencia del “¿libertad para qué?” se habrán leído El Estado y la revolución u otros muchos escritos de Lenin. Por supuesto, tampoco el propio de los Ríos, pero quedarse en la pregunta es lo bastante resultista como para que resulte poco tentador tratar de ir más allá. Curiosidades de la vida, hoy Público el que ofrecía era el libro de John Reed, Diez días que estremecieron al mundo, y no el de F. de los Ríos.

“Por todo ello, para mí la lucha contra la patología totalitaria de la derecha –que es el fascismo– y la patología totalitaria de la izquierda –que es el comunismo cuando llega al poder– es la misma lucha”. Aquí quisiera remitir a alguno de los post ya publicados en este espacio (por ej. el anterior), por lo que no insistiré más en esta cuestión, pero comparar fascismo con comunismo debiera dar una idea bien de lo limitado del individuo a nivel de los conocimientos que expone, bien de lo oportunista y malintencionado de sus palabras. Me gustaría saber qué habría dicho una de sus referencias, la de Camus, miembro hasta su expulsión (lo cual no quiere decir que dejase entonces de ser comunista ni mucho menos) del Partido Comunista Francés. En este sentido, supongo que a cualquiera le haya chirriado la afirmación de “es la misma lucha” [contra el fascismo y el comunismo], dado lo ocurrido en los países de la Europa occidental ocupados por los nazis durante la II GM, como muy elocuentemente demuestra el cambio de intención de votos en 1945 desde el socialismo a los partidos comunistas en lugares como Francia, Checoslovaquia, Grecia o Italia.

Otra nota más que gastada es la de Orwell y su libro 1984 que, paradójicamente para todos aquellos que suelen emplearla, sitúa su historia en Inglaterra y no en la Rusia soviética. Ello no era una metáfora, y para quien lo viese exagerado hechos como los de los últimos años están demostrando lo contrario, a la vista de la degeneración de nuestro sistema legal y jurídico en la indefinida batalla contra el terrorismo. “¿Leyeron en mi cerebro?”: pues a la vista de lo reconocido por él mismo que tenía pensado llamar a “sus amigos” en La Habana, podríamos decir que sí, que efectivamente lo hicieron, pero por supuesto Cuba, al igual que todo país, cuenta con servicios de inteligencia y espionaje que se dedican, entre otros menesteres, a controlar este tipo de cosas.

Desinformación o malinformación es la única disyuntiva que habría que resolver en este caso, pues nuestro eurodiputado “yerra” al afirmar que el Partido Comunista Cubano lleva en el poder 52 años, pues pese a ser el único partido legalmente admitido según la Constitución de 1976 (aprobada por cierto en referéndum) no interviene en el proceso electoral ni puede proponer candidaturas.

No entraremos a valorar los supuestos premios a los que Yáñez alude, pero pocas dudas quedarán a la vista de la última edición de los supuestamente más prestigiosos de entre los prestigiosos (los Nobel), del oportunismo y manipulación de este tipo de eventos. Desde luego, las Damas de Blanco no son un feliz ejemplo de represión si no más bien de control de la soberanía nacional. Discutible o no, el que ello pueda ser siquiera cuestionado es en sí motivo más que suficiente como para no tomar pies juntillas el discurso que nos dibuja a este grupúsculo femenino como vestal de la libertad y justicia, cosa que sí lo son, en cambio, las Madres de la Plaza de Mayo, que protestaron enérgicamente por tales comparativas.

Huelga decir, y ya por ir terminando, que en Cuba cualquier autoridad europea o del lugar que sea tiene pleno derecho y permiso para entrar en el país, siempre y cuando (como en el resto de lugares de este mundo) sea para cumplir con su agenda oficial, cosa que no se corresponde con el caso del Sr. Yáñez. Sobra pues decir que “por el contrario, altas autoridades del poder cubano entran sin problemas en Europa y realizan su agenda en el Parlamento Europeo sin la menor cortapisa. Esa es la grandeza de la democracia”. Una vez más, qué gratuito resulta hablar de “democracia” y llenarnos con ella la boca. Podríamos hablar de la Constitución Europea y luego del Tratado de Lisboa, todo según los estrictos filtros democráticos (y 2) (ver si no los titulares aquí) o de las leyes de inmigración europeas o de la distribución social e igualitaria que aludía al inicio Yáñez en las democracias capitalistas. Todo exquisitamente democrático y participativo. Soberanía popular en estado puro, o casi.

Por concluir, tres o cuatro cosas: 1) si en Cuba hicieran como ocurre en, por ejemplo, EEUU o el Estado de Israel, en donde te facilitan un formulario en el que juras los motivos de tu viaje, este hombre estaría legalmente en la cárcel. 2) Si un cubano (o de donde fuese) viniera a España a entrevistarse con el llamado “entramado de ETA” (conglomerado ambiguo en el que entra casi de todo lo que se quiera), se le denegaría automáticamente el permiso de entrada; está, por razones de “seguridad nacional”, absolutamente prohibido. 3) Que “el futuro de Cuba le corresponde decidirlo a los cubanos” no hay ninguna duda, pero que lo diga alguien que iba a reunirse con la disidencia no es muy coherente. Por contra, el hecho de que tras 52 años el consenso social y político de la isla sea el abierto por la revolución es en sí elocuente y lo demuestra la estabilidad política de que goza (otras dictaduras latinoamericanas no dispusieron de ella ni en períodos muy sensiblemente más breves) sobre todo si de lo que hablamos es de un país pobre. Y 4) Que la expulsión del eurodiputado socialista Luis Yáñez-Barnuevo, no fue arbitraria si no acorde a las leyes. Ah, y una más, que para país terrorista, el que justifica las guerras y no el que sufre su política exterior.

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