Que la cumbre de Copenhague fue un fracaso generalizado parece algo evidente y tan obvio que casi pudiera ser omitido, por redundante, en sucesivas referencias a la misma. Sin embargo, esto, que denuncian todas las organizaciones ecologistas más varios países y muy especialmente quienes protagonizaron la “espantada” durante la cumbre (los países del ALBA), y las propias Naciones Unidas, no es compartido por los países que mayor responsabilidad comparten en los condicionamientos que facilitaron dicho encuentro. Baste decir que el propio Barack Obama argumentó, como lectura amable de la cumbre, que “al menos mantuvimos una posición y no hubo un gran retroceso desde donde estábamos”. Supongo que hubiera resultado ya excesivamente irónico haber salido de Copenhague con un acuerdo para lanzar un mayor número de emisiones, pero en fin, aquí el que no se conforma es porque no quiere.
Y a estas voces se ha unido, claro, la nuestra, que puede leerse bien clara por boca de nuestra ministra de Medio Ambiente, Elena Espinosa, hoy en Público. Y sus declaraciones habría que decir que son no tan sólo lamentables sino vergonzosas. Desde luego la enunciación de las preguntas es ya en muchos sentidos “tramposa” y huelga decir pretenciosa y presuntuosa. En este sentido, son destacables algunas como “¿Falló España en las negociaciones? Los países que boicotearon el acuerdo fueron, precisamente, países con los que tenemos amistad, como Venezuela, Bolivia y Cuba”, o “¿Por qué cree que Hugo Chávez y Evo Morales torpedearon el acuerdo?” (los subrayados son míos). Pero las respuestas de la ministra son el fiel reflejo de la posición de quienes pretenden eludir sus responsabilidades haciendo parecer que toman conciencia y compromiso. Desde luego que nuestro país no está entre los más contaminantes del mundo (o al menos no dentro del grupo de los realmente más contaminantes), pero sí pertenece a un grupo selecto que ha tendido a denominarse (con no pocas dosis de etnocentrismo, condescendencia y oportunismo político-ideológico) los de “Primer mundo”, y a ello nos atenemos a la vista de los acontecimientos.
Para España (en tanto que lo es para nuestra representante en este asunto) hay dos responsables: China e India por un lado, y Venezuela, Bolivia y Cuba, por otro. Sorprende que mencione éstos y no hable de otros Estados como Nicaragua, Sudán o Tuvalu, que también denunciaron o abandonaron la cumbre. Pero lo que más lamentable resulta de todo es que se culpe a estos países explícitamente por defender sus intereses, que Espinosa los clasifica por sus “recursos naturales” (petróleo y gas). Y es lamentable porque volvemos al paternalismo del Primer sobre el Tercer Mundo. Resulta que todos los países, o al menos China, la India , y los del ALBA, defienden sus intereses por encima de lo que exigen las responsabilidades del momento que estamos viviendo. Sin embargo, cuando toca hablar de España, la UE o los EEUU, no se ha oído hablar de intereses, lo cual resulta tan extraño y curioso como demagógico y maniqueo.
Así, cuando toca hablar de quien salvaguarda nuestros intereses y a quién se le debe por ello pleitesía, nos encontramos con declaraciones como ésta: “Hay quien echa la culpa a Obama, pero yo discrepo. Su actitud sí fue constructiva para ayudar a la UE , que hasta el momento había estado desempeñando casi en solitario el papel de aglutinador”. He aquí una síntesis perfecta de quien busca colaborar y quien debe garantizar que se hagan efectivas las medidas, por mínimas que éstas sean, lo cual casa a la perfección con sus palabras de cierre que justificaban los supuestos acuerdos, ya que menos, era nada.
El colmo del cinismo, rancio, pretencioso y realmente maleducado, cristaliza en el momento en que afirma que “quizá pensaron [Bolivia y Venezuela] que sus expectativas de crecimiento económico se verían mermadas con un acuerdo de reducción de emisiones. No coincido con esa visión, pero hay que respetarlos”.
Desde luego creo que es incuestionable no sólo el fracaso, sino la evidencia de que en ningún momento se han antepuesto los intereses comunes y el medio ambiente al de las grandes potencias, que son en efecto y aunque nos quieran vender lo contrario, quienes tienen la capacidad de mover y realizar acuerdos. En este sentido, lejos de suponer una “espantada”, las palabras del representante de la República de Cuba me parecen críticas en un sentido sobre todo necesario, porque de lo que se estaba hablando era de una urgencia que no admite, o al menos eso es lo que continuamente se nos dice, dilaciones. Y si no las admite, los “acuerdos” no vinculantes que no contemplan reducción de emisiones son, o deberían de ser, intolerables. Dicha intervención puede leerse aquí, no llevará mucho hacerlo y creo es recomendable, aunque sólo sea para comprobar por uno mismo que tal crítica no era un planteamiento al “inmovilismo absoluto”.
1 comentario:
Sí sí, lo que hay que leer.. Vaya entrevista.. Yo me he centrado más en ver la peliculilla sobre el "Planeta Tierra" que regalaban hoy con el diario..
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