sábado, 19 de diciembre de 2009

"Si el clima fuese un banco, ya lo habrían salvado"


Se termina la cumbre de Copenhague y tras asistir a un nuevo espectáculo sobre las propiedades divinas del presidente de los EEUU con la tan vacía como pomposa y diría que hasta grosera frase repetida por los medios de "he venido a actuar", resulta que, una vez más, la culpa de los problemas del mundo la tienen los de siempre.

No son China (el país más contaminante desde hace apenas unos pocos años) ni Rusia (uno de los que más), tampoco EEUU (hasta hace bien poco el con diferencia país que más contaminaba del mundo desde la práctica totalidad del siglo XX) o La India (a la que acusaron desde La Casa Blanca de provocar la crisis alimentaria mundial por el hecho de cubrir parte de la demanda alimenticia del seguramente el país más poblado del mundo), no; la culpa de no llegar a un “acuerdo” de mínimos según se ha dicho, es de los “países bolivarianos” según los cataloga Público. Entre ellos está Sudán, que de “bolivariana” no sé muy bien qué tiene, pero ahí está. Y como hay que poner caras a las cosas no vaya a ser que la gente no las identifique como debe, pues encontramos un titular, también en Público, en el que sin rubor se enuncia “Hugo Chávez hace una espantada en la cumbre del clima”. El País y de paso la SER, por su parte, ha llamado a ese grupo de cinco como “oposición”; por si quedaban dudas, en plena cumbre por el cambio climático hay cinco países que “se oponen”. Será que no puede haber disparidad de opiniones, cosa extraña dado que no se ha llegado a acuerdo alguno. En la línea de la tendenciosidad de ese grupo empresarial.

Cualquiera que quiera entender un poco, seguro no le costará hacerlo.

Resulta que el llamado Protocolo de Kyoto, derogado desde su surgimiento por parte fundamentalmente de los EEUU, es ahora obstaculizado por acción exclusiva de estos díscolos que no quieren colaborar con una causa común que por fin nuestros líderes mundiales (a la sazón los jerarcas de Washington) han entendido que debe llevarse a cabo. Por cierto que éstos son los únicos que han exigido que el acuerdo incluya el tan dichoso como derogado Protocolo. Como el Nobel de la Paz al primer embajador de la guerra en el mundo, se dibuja una pantomima de tal calibre que se me ocurren varias cosas que puedan explicar tamaño insulto a la inteligencia individual y colectiva por parte de los Mass media. Una puede ser que se nos tome por lo suficientemente tontos como para tragarlo (y justo es decir que lo han logrado según parece) o también que nos hayan idiotizado de tal forma que ahora pueden darse de modo tan burdo y sin ningún tipo de disimulo noticias que son auténticas inyecciones de ideología realmente barata.

Todo el mundo debiera condenar lo que de hecho ya han realizado las organizaciones ecologistas, que esto es una tomadura de pelo. Pero da rabia, al igual que las congratulaciones por la caída del Muro de Berlín bajo el discurso del feliz reencuentro del pueblo alemán, en lo que más bien son los vítores del triunfante capitalismo en lo que Benjamin enunciaba como la secularización del futuro. En efecto, el capitalismo logra convertir todo en una auténtica pantomima ridiculizando con sus particulares formas de propaganda (marketing) lo que lleva eludiendo desde siempre. Y es que la lucha de los pintados desde que tengo uso de razón como “locos” para aludir a los ecologistas (también asociados a términos como hippies o vagos), es de hecho una lucha directa por el clima e indirecta contra el crecimiento del capitalismo, por cuya naturaleza tiende al expansionismo. Ahora parece que, de pronto así como que no quiere la cosa, han caído en la cuenta de que hay que tomar medidas. Curioso es que nos vendan que a ellas han llegado cuando no hay ni texto de compromiso. Obviamente, no se quiere llegar a ningún acuerdo, pero no dudo que los reunidos en Copenhague no quieran proteger el planeta, seguro que muchos aman sinceramente la naturaleza; lo que pongo más que en duda es que puedan.

Pero lo de poder no lo digo en el sentido de que las fuerzas corporativas que operan en las sombras del sistema vaya a impedirlo. No. Lo que digo es que un grupo de capitalistas reunidos (que son la práctica totalidad de los allí reunidos, e incluyo por supuesto a China) “puedan” tomar alguna medida siquiera significativa, porque es sin más imposible.

Con el impacto inicial de la crisis se habló de “refundar” el capitalismo. Entre otros, esto fue propuesto por Nicolás Sarkozy, quien abogó por un capitalismo “a la francesa”. Así, lo de “refundar” pasó entonces y ya desde antes de su inicio a ser un concepto vacío. ¿Y qué medidas se han tomado para que una crisis como esta no vuelva a ocurrir? Por supuesto ninguna, pese a que ya desde el siglo XIX se consideraba que las crisis son inherentes al sistema capitalista, pero algo habría que decir, al menos en aquello momentos de incertidumbre inicial, para que no pareciera que aquellos que dirigen la economía y política mundiales son en efecto unos irresponsables, sobre todo cuando habían salvado con dinero público a bancos, industrias varias y aseguradoras. Además de pésima justificación ideológica, ésta lo fue también en negativo, pues desde el inicio se supo que no iba a beneficiar a aquellos que con sus impuestos habían salvado a quienes en más de un caso iban a embargarles (una ironía genuinamente macabra). Lo que es más, se arguyó que era una medida necesaria para sostener el mismo sistema que nos había arruinado. Todo esto, que justificaría no ya una huelga general, sino una revolución mundial, apenas sí logró levantar las protestas de una población que ya ha sido inculcada en el credo de que la economía es un fin en sí mismo y no una herramienta para mejorar la vida de las personas.

Por supuesto, otros eufemismos justificatorios fueron empleados, pero se me ocurre que las palabras de nuestra ministra de medio ambiente, Elena Espinosa, tras la cumbre son un calco del mismo argumento: “el documento no es del todo ambicioso a lo que la UE hubiera deseado, pero la única alternativa que teníamos era el absoluto fracaso”. Lo que parece es que el fracaso ha logrado ser mediáticamente relativizado. La naturaleza del capitalismo, genialmente descrito por Marx (que ahora no sólo defienden los marxistas sino también algunos gurús de Wall Street), tiende al crecimiento y, por ende, a la expansión. Vendernos que este sistema sin techo de crecimiento prefijado o por fijar, es capaz de comedirse y salvar el ecosistema que él mismo es quien devora es vender una reductio ab absurdum, una entelequia.

Lejos de tildar de “oposición” a las únicas voces que, junto con los grupos ecologistas han denunciado tan magno engaño, y de tratar como tarados a dos jefes de Estado como Hugo Chávez y Evo Morales haciendo que todo lo que digan pase por el prejuicioso filtro de su supuesta demencia, podría tenerse en cuenta una postura crítica (que huelga decir, es el medio mejor para progresar) que ha puesto la única nota lúcida de la cumbre: “el culpable del cambio climático es el sistema capitalista” (Morales) y que “si el clima fuese un banco, ya lo habrían salvado” (Chávez) (aquí). Todo lo contrario. Pueden leerse en Público bajo el encabezamiento “Críticas interesadas” una especulación acusatoria del porqué del “no” de Bolivia y Venezuela, pero pocas parecen darse para la actitud de los países más ricos. De todos modos esto puede entenderse mejor leyendo un poco más arriba, donde se recogen las declaraciones de Michael Zammit Cutajar, economista maltés y presidente del grupo de negociaciones de la ONU que tenía como misión elaborar un “protocolo de Copenhague”, quien se lamentaba que la cumbre hubiera degenerado en un “evento político y mediático, y el aspecto ideológico ha eclipsado el interés por luchar contra el cambio climático”.

Qué curioso que desde tan altas esferas trate de desligarse la lucha por el clima de la esfera de lo ideológico (vicio del que no tienen poca culpa las organizaciones ecologistas). Parece curioso porque tenía entendido que el capitalismo era una ideología, ¿o será que sacando la parte doctrinal puede éste reconciliarse en armonía con la naturaleza?

Sea como fuere, una cosa parece evidente a tenor del momento que vive el capitalismo y que es algo casi normativo (hay ejemplos en sentido opuesto): los imperios, cuando están en crisis, reprimen, y reprimen duramente.

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