El otro día, buscando un discurso de Fidel Castro por Internet encontré, por contra, otro de Salvador Allende. Me ha parecido oportuno y sugerente actualizar con una pequeña reseña.
Todo el mundo le tiene un inmenso aprecio o, mejor dicho, le tiene —sobre todo— un inmenso respeto a su figura que, por mérito propio, ha adquirido la trascendencia de histórica. Sin embargo, conviene recordar —que para eso tiene un alto grado de utilitarismo la historia— que no siempre fue así.
Mi intención era la de no escribir demasiado pero prometo volver sobre esta figura que también a mí parece absolutamente admirable.
Allende trató de hacer realidad un principio que ahora, más de treinta años después, otros tratan de hacer cumplir: devolverle —si es que alguna vez tuvo oportunidad de tenerla— la soberanía al Pueblo, lo cual ha de pasar necesariamente por la adquisición, por parte de cada nación, de la soberanía a nivel nacional e internacional, como aseveró memorablemente Salvador Allende ante las Naciones Unidas.
Hoy no se denuesta a Allende, sino a sus homólogos actuales —Hugo Chávez, Evo Morales, Daniel Ortega, Rafael Correa y por supuesto a Fidel Castro, imperecederamente demonizado— que, como dijera hace ya varios años un profesor mío, los héroes de hoy son los demonios del pasado. Entre éstos, mencionó tres grandes figuras como Ho Chi Minh, Patrice Lumumba y Ernesto “Che” Guevara. Todos ellos, en la opinión pública de entonces, pasaron por supuesto por villanos y sin embargo hoy son reconocidos universalmente. Valga el ejemplo del hoy tan aclamado Nelson Mandela, quien pasó 20 años de su vida en la cárcel y que pocos sabrán que era el Secretario General del Partido Comunista de Sudáfrica.
Todos ellos, los de ayer como los de hoy, tuvieron una lucha contra el imperialismo hegemónico que entonces como hoy ejemplificaban los Estados Unidos. Los más damnificados pasaron a la posteridad como grandes figuras que a otros de la lista sin embargo les ha sido negado, al menos de momento.
Como todo el mundo sabe, tal rebeldía Allende la pagó cara. No obstante, dejó imborrable para la historia todo un ejemplo de coherencia política y humana que pueden verse en su último discurso.
No sorprende, pues, que los medios critiquen, ultrajen y difamen a los líderes políticos que tanto hoy como hace décadas están promoviendo el justo reequilibrio del reparto mundial de la riqueza a fin de que nosotros perdamos gran parte de lo que desvalijamos en esa parte del mundo nunca olvidada gracias a lo alto que logran alzar la voz esos pueblos reivindicando justicia y soberanía, por mucho que un real deficiente mental ordene lo contrario. Hay algo que sorprende un poco más aunque no demasiado, que la opinión pública —incluso los que consiguen considerarse o auto convencerse por méritos laborales o académicos de ser gente “formada” o “inteligente”—, es decir, la población de nuestra parte del mundo, esa que avasalla y desvalija a la otra parte, entren por la puerta de lo fácilmente criticable, precisamente por eso, porque es fácil. Fijémonos si es sencillo, que ni tan siquiera se precisa de argumentos para enarbolar la crítica o el insulto.
Decía muy acertadamente un tipo que conocí durante la carrera de esos que son tan típicos de café universitario, de esos que gustan más de hablar que de otra cosa, de esos que son revolucionarios de café, haciendo alusión a una conocida y excelente película, “esto es muy fácil, se trata de elegir entre la pastilla roja o la azul”.
Lamentablemente, como ocurría en la película, la mayoría optan por la mediocridad de la segunda, y así va este mundo.
2 comentarios:
La pastilla roja es más dificil de digerir, e implica ciertas incomodidades y compromisos que no todo el mundo parece estar dispuesto a aceptar... Es triste pero cierto...
Un beso
Sí que lo es, pero ha sido la tónica general siempre y más en esta acomodada sociedad en q vivimos gracias a todos los productos de consumo q tenemos a nuestra disposición.
Si no has oído el último discurso de Allende escúchalo q es brutal; realmente muy emotivo.
Un beso.
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