domingo, 20 de julio de 2008

Ciclo de Conferencias


He pasado la última semana en Santander, allí ha tenido lugar la celebración de un Ciclo de Conferencias inscrito en el master de Historia Contemporánea en el que están metidas 9 universidades españolas.

Mucho se ha hablado de Historia estos días en Santander y por mi parte puedo decir que la experiencia ha sido poco menos que inmejorable. El ambiente creado, la atmósfera, la gente que he conocido… todo ha hecho que estos pasados días hayan sido para mí absolutamente memorables. Los casi cien estudiantes que allí nos juntamos y que compartíamos una pasión —mayoritariamente— y amor por la Historia ha hecho que estos cinco días tengan a mi entender la entidad propia de experiencia.

Nos hemos divertido enormemente todos juntos, y es que hubo tiempo para todo, pero además de las copas —o con ellas más bien— la diversión ha venido desde un lugar común por todos compartido: la Historia, sobre la que hemos hablado y hasta cierto punto interactuado; muchos somos los que se sintieron identificados —y por momentos hasta violentados en su más hondo ser— con lo tratado en las conferencias. Aquellos que allí estuvieron sabrán de lo que hablo y es por esto que he elegido este cuadro —a falta aún de fotos— como síntesis de lo allí vivido.

Fue la sesión más conflictiva y para muchos más desagradable, la de Miguel Ángel Cabrera, la que muchos de una u otra forma —entre los que yo me incluyo— más disfrutamos. No por lo que dijera, sino por todo lo que ello comportó y las reacciones que desató. Yo me sentí hasta cierto punto ultrajado, me sentí quizás por primera vez y creo que así puedo decirlo, historiador.

Lo que Cabrera afirmaba como tácito y legítimo, como plausible, ponía en cuestión mi concepción de la Historia y del mundo y afectaba a aquello que yo creo más importante en una persona: las ideas, cuales quiera que estas sean —aunque voy a incluir un dentro de lo razonable que espero que se me permita y entienda.

Creo que ya lo había apuntado en otra ocasión: son las ideas las que conforman al individuo y le permiten desarrollarse, inventarse si se quiere, y adquirir su particularismo dentro de la masa general; aquel que no desarrolle unas ideas carece de algo vital para existir, en tanto que falta de aquello que le da sentido a la existencia, un camino hacia el que dirigirse.

El mural de Rivera creo que representa a la perfección lo que en una charla de apenas una hora se puso en cuestión: la modernidad entendida como el desarrollo coherente y progresivo. La ciencia en el centro, tomada en abstracto, y a su lado, en una esfera, la confrontación de las ideas o modelos confrontados, flanqueados, por un lado, por las masas y, por el otro, por el desarrollo histórico, esto es, la confrontación entre clases.

Yo veo este mural y no puedo dejar de ver, si se me permite tal expresión, la Historia pintada, plasmada en todo su desarrollo: liberados unos y represaliados otros, sin dioses unos y con dioses los otros, y arriba la batalla, la “lucha final”. Todo eso es lo que la sesión del jueves puso en cuestionamiento y, claro está, hubo reacciones airadas y encontradas pero enormemente —vistas ahora— estimulantes. Disfruté con la confrontación porque disfruto defendiendo mis ideas, mi forma de entender el desarrollo humano a fin de una esperanza, un anhelo: cambiarlo, darle la vuelta.

Se podrá poner todo bajo cuestionamiento— en el sentido de que siempre habrá alguien, como siempre ha habido, que lo haga— pero qué bonito es ver a un grupo de jóvenes historiadores defendiendo apasionadamente sus ideas, sus concepciones. La Historia será una ciencia, pero posee una particularidad que le confiere ese halo de maravillosidad, el ser la única ciencia que debe hacerse además de con la cabeza, con generosas dosis de corazón y entusiasmo, porque de lo que nosotros hablamos es de personas y de ninguna otra cosa más.

Lo que quiero decir no sé si habrá quedado bien reflejado, pero lo expresa maravillosamente Federico Luppi en la siguiente escena de una excelente película: Lugares comunes. La expresión de la que hablo creo que todos se darán cuenta de cuál es pero la adelanto:

¿Y según vos que tenía que haber hecho? ¿Seguir manejando un taxi, cagarme de hambre, cagarle el futuro a la mujer y a los chicos pero seguir escribiendo?

No traicionarte; seguir haciendo lo que es tu vocación, lo que te gusta, lo que te conmueve

(La cursiva es mía).

4 comentarios:

Lara dijo...

Saludos Pablo!
Vamos a ver, estoy de acuerdo en muchos de los aspectos que comentas pero creo que algunas cosas podrían matizarse.
Dices que la historia debe hacerse además de con la cabeza, con el corazón. Para mi eso es una verdad a medias. Lo más importante a la hora de hacer un análisis histórico es, creo yo, la objetividad en los hechos. El querer implicarnos a modo personal puede hacernos caer en una forma de enseñanza como la que Cabrera expuso, es decir, dando por válidas sólo unas ideas y dejando al margen otras por el mero hecho de creer que son irreefutables. Debemos defender nustras ideas a través de los hechos, sí, pero en el contexto académico hemos de evitarlo. De hecho yo creo que es posible la objetividad sin implicación emocional, la cual encuentro necesaria en un debate pero no en la enseñanza.
Dices también que las ideas son las que permiten desarrollarse al individuo y las que le dan un camino al que dirigirse. Coincido con eso pero estarás de acuerdo en que ese camino no sólo no es inamovible sino que es poco riguroso. El hecho de que no sea inamovible lo baso en que las personas y sus puntos de vista cambian y las ideas que podían defender hace un tiempo a capa y espada, puede que no sean las mismas con el paso de los años, en función de si algo ha influído o no en su forma de pensar. Por otra parte, el hecho de que crea que ese camino es poco riguroso va en parte ligado al punto anterior. Una persona que cambia sus ideas con facilidad, ¿puede considerarse que tenga realmente un desarrollo o camino a seguir? Es decir, ¿alguien que durante una etapa de su vida es anarquista, que posteriormente escucha algún comentario que le hace pensar que lo mejor es el republicanismo y que finalmente, influenciado por otras causas acaba viendo la monarquía como la mejor de las soluciones, tiene realmente un desarrollo interno que le hace ser particular? De ahí que crea que sea poco riguroso. No creo que todas las ideas nos permitan ir desarrollándonos y marcándonos un camino a seguir aunque así lo pensemos, puesto que muchas de ellas nos acaban pareciendo inverosímiles conforme pasa el tiempo y acabamos considerando que no nos ha servido de nada creer en ellas habiendo otras que ahora se ajustan más a nosotros.
En fin, como de costumbre todo es relativo y eso es precisamente lo mejor, que lo sea.
Bueno Pablito, que disfrutes de tu querido Gijón y ya sabes, a debatir y a trabajar mucho!
Un abrazo guaje!

John Cornford dijo...

Bueno, lo primero decirte que es de agradecer tu comentario, además es interesante y me apetecía contestarlo. Al grano.
Había dejado bastantes cosas poco sólidamente establecidas y son precisamente las cosas q destacas; paso a matizarlas porq es normal que hayan quedado nadando un tanto en la ambigüedad.
Para mí la mejor forma de desarrollar un trabajo es sintiéndote apasionado por él, aquello q Federico Luppi en Lugares comunes se refería con hacer “lo que te conmueve”. Dicho esto, la historia será mejor cuanto más pasión se ponga en escribirla, en trabajarla, y es ese apasionamiento el q te da una motivación extra al momento de desarrollar tu trabajo. De lo que se trata, y voy al grano, es de ser rigurosos; objetividad no quiere decir rigurosidad. Claro q hay q controlar las pasiones, pero también puede hacerse política (q creo q es en lo q estabas pensando) desde la autocrítica, es más, debiera hacerse siempre así. Las emociones creo q nunca pueden dejarse completamente de lado y los q menos lo hacen son aquellos q presumirán de objetividad pero q de lo q pecan es precisamente de rigurosidad, porq ésta lleva implícita la coherencia.
Cabrera, por cierto, tiene un texto a mi entender muy bueno sobre la Iglesia catalana durante el franquismo, y leyéndolo pues uno podría decirle q el hay q predicar con el ejemplo, porq si algo puede sobrarle al texto es apasionamiento precisamente. Y vuelvo a repetir q a mi el articulo me encanto.
Lo de las ideas es complejo. Unamuno es una persona q pasó por todos los estados ideológicos posibles, pero algunos lo llamarán evolución. En muchos casos lo de este personaje, q resulta ejemplificador, yo lo tomaría como un auténtico retroceso, pero precisamente este devenir ideológico forma parte de él, y en gran medida se le explica a través de ello. No digo q sea mejor ni peor, pero evidentemente lo q puede luego entrar a valorarse es la coherencia de pensamiento, q es otra cosa y q precisamente ésta puede verse alterada por externalidades q le hayan influido, y en esto la historia del PSOE (y recíprocamente la del PCE) está llena de ejemplos de estos y me estoy refiriendo a Nicolás Sartorius, Cristina Almeida, Tini Areces… en fin, no acabaría nunca.
Podrían plantearse serias dudas de si “evoluciones” como estas son precisamente eso, evoluciones ideológicas o suponen retrocesos, depende los puntos de vista supongo, pero lo q sí es claro es q prefiguran al sujeto indistintamente.
De todos modos, lo q no estoy de acuerdo es en q todo es “relativo”, q es precisamente de donde partiría la postmodernidad en gran medida y como muy bien dijo el amigo Carles (Montoliu alias Buenaventura) “sí todo es relativo, pero los barcos flotan…”. Hay cosas q son innegables y el querer hacer de todo algo relativo me parece hasta peligroso. A los postmodernos les gusta mucho eso de matizar el lenguaje, pues bien, yo no diría q todo es relativo, sino matizable, q eso sí q lo es.

Un beso chula, te aseguro q lo estoy disfrutando como bien se merece mi querida ciudad. Salud!!!

Lara dijo...

Muy buenas guaje!
Bueno aunque reconozco que en según qué cosas coincido, hay dos aspectos concretos de tu comentario en los que no estoy nada de acuerdo, como son el tema de la rigurosidad y el del relativismo.
Dices que no hay que ser objetivo sino riguroso. Bueno, pese a que en un diccionario de la RAE puedas encontrar significados levemente distintos de cada palabra, para un historiador esa diferencia no existe. A fin de cuentas, ser objetivo requiere contar las cosas tal y como son, sin cambiar, interferir o influir en los hechos. ¿No haría lo mismo una persona rigurosa? También seguiría esas pautas. Creo que esas dos palabras son del todo compatibles y que no es que debamos elegir entre ser objetivos o rigurosos sino ambas cosas a la vez.
Tampoco coincido en el hecho de “pecar de rigurosidad”. Se puede pecar de muchas cosas pero en historia, pecar de rigurosidad (o de objetividad) significa ser un perfecto o al menos un muy buen historiador, puesto que nada interfiere en tu narración. Además es lo que más favorece a los más profanos: una explicación poco rigurosa de un hecho histórico puede confundir a un lector no experto en el tema puesto que no conoce ningún detalle al respecto. Y cuando posteriormente encuentre otras versiones con matices distintos, no sabrá a qué carta quedarse. Es cierto que parte del trabajo de un historiador consiste precisamente en eso, en comparar las fuentes, pero también hay que destacar que si éstas fuesen rigurosas nos ahorrarían un tiempo considerable. Si hay que ser rigurosos, mejor contra más intentemos serlo.

En cuanto al tema del relativismo…bueno he de decir que si yo lo defiendo es en parte porque además de la historia, otro de mis ámbitos preferidos es el de la filosofía y a través de su estudio, compruebas que efectivamente todo es relativo. Por ejemplo, Descartes te diría que no es correcto asegurar que un barco flote: para él, cuando estamos soñando no distinguimos la realidad del sueño. Por tanto no podemos fiarnos de nuestros sentidos porque no sabemos si son reales. Si los sentidos son dudosos no podemos utilizarlos para asegurar verdades o negarlas puesto que no son fiables. Y en consecuencia, si no podemos asegurar o negar una verdad, significa que ésta es relativa porqué dependerá de lo que uno crea ver.
No es que yo me base en esta opinión para defender la relatividad y sé que no se debe mezclar historia con filosofía pero por un lado la idea cartesiana no es del todo inverosímil o falta de argumento y por otro, habiendo más de 6000 millones de habitantes en todo el mundo es complicado no creer en la relatividad a sabiendas de que es imposible que todos vayamos a coincidir o a ponernos de acuerdo en un aspecto puesto que siempre dependerá del punto de vista que se utilice.

Bueno Pablo que vaya todo muy bien! Por cierto, no te ilusiones demasiado con el barça que luego la caída es más dura… mejor céntrate en el Sporting que seguro que te da más alegrías y menos disgustos jejeje.
Ah y gracias por pasar la información de los congresos, pinta realmente bien!
Mucha suerte con todo! Un beso noi!:-)

John Cornford dijo...

Hola Lara. Bueno para empezar no estoy muy de acuerdo pero igual no me expresé del todo bien en el anterior comentario. Me explico.
Yo creo q, sin más, la objetividad no existe ya que la historia, a mi parecer aunq creo fervientemente q esto es así, se interpreta. Muchas veces se dijo durante las conferencias que “no hay nada aséptico, y menos en historia”; estoy de acuerdo. Uno de los q lo dijo te diría q con total seguridad fue Fradera, pero no fue el único.
Si partimos de esta afirmación —y yo lo hago—, no ha de tratarse de ser presuntuosamente objetivo, pues no se puede, sino —y esto es a lo máximo q uno puede aspirar a mi juicio aunq de forma obligada— riguroso.
Lo de la relatividad es un tema jugoso. Descartes puede decir q un barco no es q flote, sino q yo creo q flota porq así lo percibo. El tema numérico viene muy a cuento porq, salvo q no me haya enterado, de esos ya casi 10 mil millones de seres humanos q somos actualmente, todos sin excepción consideran q los barcos flotan. Así q, de alguna manera, sí q se puede alcanzar algún tipo de consenso entre ciertos postulados —derecha e izquierda política, revolución industrial (pese a q haya incluso quien lo cuestione), guerra civil española, guerra mundial…—. Todos estos términos pueden ser puestos en duda por alguna cosa q se saque de quicio, pero lo importante, si lo q queremos es progresar y no discernir entre el sexo de los ángeles o el qué fue primero si el huevo o la gallina, debemos tener una terminología lo más clarificada posible y lo más consensuada q se pueda, siempre y cuando no haya un gran número en contra de alguna definición.
Un saludo y q siga un buen verano. Salud!!!