Todavía no sabemos qué ocurrirá en Libia con Gadafi en paradero desconocido, pero todo parece indicar que si, que habrá finalmente un cambio de régimen. Los que se opusieron a la intervención militar hace ya tiempo que están desencantados. En realidad desde que comenzaron las operaciones, ni mas ni menos. Esto, que es una perogrullada, suena a ridiculez, precisamente por lo necesario de la aclaración. Escasos han sido quienes defendían el régimen libio anterior, y presumiblemente mas numerosos serán los que se verán en buena medida forzados a justificar el nuevo.
La embriagadora esencia romántica del mito revolucionario: acabar con la tiranía por medio de la (necesaria) lucha armada. El sacrificio del pueblo que, unido, vence a sus enemigos. Este atrayente narrativo se da de bruces con la realidad que todos los anteriormente aludidos pretendieron dejar en un segundo plano -como si careciese de importancia- o, premeditadamente, obviaron. Esto no ha sido una revolución. Y no lo ha sido porque el pueblo, en su conjunto, no fue el ente revolucionario que se levanto contra la tiranía. Sin saber aun hoy demasiado de los rebeldes, éstos contaron con la inestimable y absolutamente imprescindible ayuda militar del mayor ejército imperial que la historia haya conocido: la OTAN. Y ahora la ayuda la hay que pagar.
Este es, de hecho, el punto clave de toda la cuestión, o al menos el que aquí nos planteamos desde el primer momento: la imposibilidad de ser independiente un pueblo que en lo sucesivo dependerá mas que nunca del exterior. Ahora, cuando ya parece que ha pasado todo, están saliendo algunas cosas a la luz. Que Francia, uno de los mas empeñados en ayudar a los rebeldes, recibirá el 35% de los nuevos contratos energéticos; que China había invertido en los últimos años alrededor de 13.500 millones de euros en Libia y ahora todo parece indicar que sera marginada del botín, incluso ya que ha reconocido al CNT; o que existía un plan ya desde 2007 de invadir 7 países árabes en 5 años, según había desvelado por aquel entonces el general Wesley Clark.
Libia parece que ya no tiene dictador. Parece, pero al menos de momento esta por ver si será reflejada la voluntad popular. En cualquier caso, será de celebrar, qué duda cabe, la implantación de las libertades civiles en ese país. Esto es algo que todos celebramos, pero que no todos compartimos los medios, incluso si son para alcanzar gloriosos fines. Atrás (?) queda un conflicto armado que esta por ver que ahí se quede, pues ya comienzan las represalias a los vencidos, que ha dejado un saldo de miles de muertos, como suele ocurrir, en abrumadora mayoría civiles. Hasta suena irónico que muchos de éstos hayan sido causados por los bombardeos de la OTAN.
La operación fue altamente irregular en su comienzo, dudosa en tanto su planteamiento e injustificada en cuanto que sus motivaciones, que pasaron por ser de ética universal pero que sirvieron unicamente para este caso especifico. Para ningun otro, ni tan siquiera para los que resultaban mucho más sangrantes y que siguen trayendo cola (léase Siria).
Francamente, me gustaría poderle reconocer a alguno de aquellos abyectos entusiastas de las "guerras humanitarias" que, al menos a posteriori, es capaz de entonar un mea culpa.
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