lunes, 29 de junio de 2009

Crisis no, golpe de Estado en Honduras

Es algo que parecía, quizás un tanto incrédulamente, erradicado por fin del Cono Sur y toda América Latina desde que a lo largo del siglo veinte se hubieran producido toda clase de golpes de Estado protagonizados bien por el intervencionismo extranjero (o también norteamericano) y por los elementos de las oligarquías locales a través de sus instrumentos de represión como el ejército. En esta ocasión, EEUU se ha desmarcado y no parece tener nada que ver con dicho golpe; no así, en cambio, las oligarquías, que ya habían avisado, desde hacía tiempo, que no gustaba la idea que el legítimo presidente Zelaya tenía de gobernar. En España, la opinión de la reacción oligárquica es ampliamente conocida y ya ha dado las informaciones al respecto a través de su órgano más conocido de difusión: El País.

Que todos lean un editorial para el que no hay un golpe sino una "crisis". Por supuesto, para todos aquellos habituales lectores del "diario global" (es lo que reza bajo el rótulo principal una vez que sustituyesen el conocido "diario independiente") que no gusten de leer demasiado sobre países que no parecen ser importantes, pueden ver resumidas las en su opinión motivaciones del golpe bajo el titular central, pero bien destacadas: "El presidente Zelaya quiere repetir mandato contra la Constitución, el Congreso y el Supremo".

Por supuesto, todos, en tal caso, entenderemos estos bruscos procederes de una época que parecía ya olvidada. Por cierto que el dichoso artículo no tiene desperdicio alguno. Una inyección de doctrina aleccionadora que puede muy bien relacionarse con la crisis en Europa de la izquierda en sentido amplio que podía leerse aquí a través del artículo de Navarro, ante lo que son unas declaraciones sin ambivalencias posibles realmente reaccionarias de un diario que por todos aún es considerado de "izquierdas".

No es de extrañar el giro hacia la derecha de una sociedad que ya, con toda probabilidad, le cuesta realizar la distinción entre derecha e izquierda, por todos lo que entre unos y otros (especialmente por parte socialdemócrata) han diluido la línea de demarcación, diciendo cosas como "La moda de repetir mandatos presidenciales saltándose la ley o modificándola al antojo del que manda se extiende en Latinoamérica. Y no es sólo cosa de caudillismos izquierdistas, véase el caso colombiano", dan buena muestra de esto que estamos diciendo.

Y como el demonio de este siglo en la zona Americana es Hugo Chávez, a El País le da por confundir a Zelaya con un seguir del chavismo en lugar de sandinista, como realmente se declaró tras llegar a la presidencia. Curioso que mientras el fascismo (o cualquier cosa que resulta más similar que nunca a éste) retorna a Europa no de mano de la extrema derecha, sino de "liberales de derecha", la emergencia para las libertades democráticas esté encendida en América Latina. Y nada mejor que la mera reproducción para verlo: "Pero los argumentos de Zelaya para justificar su seudoreferéndum de mañana y sus opiniones sobre el Parlamento y el poder judicial son sonrojantes, rozan el chafarrinón valleinclanesco y descalifican antes que a nadie al propio dirigente hondureño. Que rápidamente ha sido jaleado desde Caracas por el vitalicio Chávez con el refinado argumento de que la burguesía intenta un golpe contrarrevolucionario."

Que un referéndum (la expresión máxima de la participación popular en democracia) pueda llegar a ser calificado de "[p]seudoreferéndum", es grave, pero justificar soterradamente el golpe militar, es aún peor. Huelga decir que ni Chávez es "vitalicio", ni puede ser negada la implicación de las "oligarquías" aquí llamadas de un modo que suena trasnochado como "burguesía" en un golpe que, por definición intrínseca del mismo, es por supuesto "contrarrevolucionario", como lo fueron aquellos que ocurrieron en la segunda mitad del siglo XX en el continente. Qué poco tiene que ver el análisis, por lo demás mucho más certero, de Público: "Los paralelismos con la complicidad con el golpe de Estado en Venezuela, en abril de 2002, son evidentes. También ahora nos llegaba la tendenciosa y falsa interpretación de un presidente populista que deseaba cambiar la Constitución para ator-nillarse al cargo sólo porque intentó consultar a los ciudadanos".

Supongo que no hará falta decirle a nadie que el presidente de Honduras, pese a lo que pueda indicar ese conservador editorial, lo era legítimamente.

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