sábado, 13 de octubre de 2007

Un modesto homenaje


Finalmente, y tras muchas deliberaciones, me he decidido a escribir en la “red” y abrir el blog que hoy inauguro y con el que rendiré un sentido, a la vez que modesto, homenaje a John Cornford (Cambridge, 1915 – Lopera, 1936). A este admirable y para muchos desconocido personaje lo conocí a través del libro del más conocido autor Eric John Hobsbawm, Años interesantes. En él, el historiador británico, refiriéndose a la vorágine política de sus años de estudiante en el “Cambridge rojo”, hacía referencia a un joven líder estudiantil afiliado al Partido Comunista de Inglaterra desde los 17 años, el cual había caído en los primeros meses de la guerra civil española como voluntario de las Brigadas Internacionales y cuyo retrato presidía las repisas de muchas de las chimeneas de los universitarios anglosajones de la época.
Bisnieto por línea materna de Charles Darwin, quien formulara la teoría de la evolución de las especies, e hijo de Francis MacDonald Cornford, poeta y catedrático de Filosofía Antigua en la Universidad de Cambridge, “en 1933 publica un demoledor artículo, ‘Left?’ en la ‘Cambridge Review’ en el que arremete contra los representantes literarios de la burguesía, la ausencia de compromiso social y el capitalismo rampante: Eliot, Pound, Lawrence e incluso Joyce”.
Cuando dio comienzo la guerra en España se encontraba de vacaciones en Francia, por lo que prefirió no regresar y cruzar la frontera durante el tiempo que ésta permaneció abierta (apenas un mes), convirtiéndose en el primer inglés en alistarse como internacionalista en las filas republicanas.
El 14 de septiembre volvió a Inglaterra en busca de voluntarios dispuestos a adherirse a la causa republicana. Logró reclutar a 15 voluntarios, entre los que se encontraban intelectuales, estudiantes de Cambridge, uno de Oxford, algunos parados y su amigo y también escritor Ralph Fox. Fueron llevados a Francia y desde Marsella llegaron a Alicante, donde se encontraba el Cuartel General de la Brigadas Internacionales. Allí se adhirieron al batallón Comuna de París, adscrito a la XI Brigada mandada por un veterano oficial del ejército soviético, el legendario general Emilio Kléber cuyo verdadero nombre era en realidad Lazar Stern, natural de Bucovina, entonces parte del Imperio Austro-Húngaro, y que tras caer prisionero del ejército ruso en la primera guerra mundial se unirá al partido bolchevique durante la revolución.
Cornford combatió heroicamente en la defensa de Madrid en la Ciudad Universitaria, donde resultó herido en la cabeza, por lo que fue retirado del servicio varios días. Finalmente, ya en el sur, un día después de cumplir los 21 años, el 28 de diciembre de 1936, cayó muerto en Lopera, Jaén.
Pese haber contraído matrimonio tempranamente con una joven llamada Ray Peters y con la cual tuvo un hijo, el gran amor de su vida parece ser que fuera Margot Heinemann, también militante comunista, profesora y escritora a la que dedicó varias cartas y versos durante su breve estancia en España. De traducción de José Agustín Goytisolo, este es uno de ellos:
A Margot Heinemann
Alma del mundo desalmado,
alma mía, tu recuerdo
es el dolor que siento en mi costado,
la sombra que ensombrece cuanto veo.
Al atardecer se alza el viento
a recordarnos que el otoño viene,
yo, yo tengo miedo a perderte,
y tengo miedo a mi miedo.
Camino de Huesca, en el último tramo,
última barrera para nuestro honor,
tan tiernamente pienso en ti, mi amor,
como si tú estuvieras a mi lado.
Y si la suerte acaba con mi vida
dentro de una fosa mal cavada,
acuérdate de toda nuestra dicha;
no olvides que yo te amaba.
Pese a que el personaje sobre quien me quiero centrar es Cornford, quisiera rendir también un pequeño tributo a Felicia Browne, primera mujer y ciudadana británica en alistarse y morir por la humanidad en España. Si Cornford (y por cierto su amigo Ralph Fox) murieron en Jaén, Felicia hizo lo propio en Tardienta, Cataluña, el 25 de agosto del mismo 1936, a los 32 años de edad.
Camarada de Cornford, también ella era miembro del Partido Comunista, e hizo lo posible por ingresar en las columnas del PSUC. Desgraciadamente “no hay huellas de esta combativa miliciana ‘demasiado generosa para pertenecer al siglo XX’, según dejaron escrito sus compañeros artistas”.
Debo decir que gran parte de lo leído a fin de documentarme sobre la breve e intensa vida de John Cornford ha sido de un artículo publicado en la página de la Fundación Andreu Nin, a la que pertenecen también las comillas del segundo párrafo y éstas anteriores.
Creo solo me resta dedicarle esta modesta contribución a éstos y a todos aquellos que tan generosa y diligentemente vinieron a la Tierra de España dispuestos a entregar todo lo que un ser humano es capaz de dar y a los cuales este ingrato país tanto nos cuesta le cuesta tanto siquiera reconocer.
A los Voluntarios de la Libertad.

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