martes, 25 de diciembre de 2007

¿Merece la pena buscar el Grial?

Para los pocos que puedan tener una cierta curiosidad mientras están a su ordenador sobre si habré actualizado esta vez o no, pido disculpas por ser tan sumamente poco riguroso con los “plazos” y me demore siempre hasta la eternidad al momento de publicar. Normalmente me falta algo de inspiración para elegir el tema de discusión. Este sábado salí por Gijón y hacía ya casi tres meses desde que me fui a Barcelona que no veía mi siempre querida ciudad de noche. Lo que dan esas horas y copas en la nocturnidad es lo que me ha digamos inspirado.

Con nosotros salió Elena, hermana de mi muy querido amigo Joaco, y tuvimos un acalorado debate en torno a los problemas del mundo y, más que eso, a las actitudes colectivas ante los mismos. Con veinte años se la veía con ganas de hacer algo aunque ya desesperanzada por lo que consideraba a priorísticamente como una labor vana.

En estos momentos en que el mundo es unipolar y de los dos modelos político-económicos existentes sólo ha permanecido uno, parece que se ha perdido el a dónde mirar y, con ello, el modelo en sí como si se hubiera extinguido para siempre y nunca hubiera existido. Ahora las alternativas, los altermundistas que llaman, no proponen alternativas, proponen negar lo existente. Antes la gente, en general, se colgaba la chapa de socialista, hoy la de anticapitalista. Poco puede aportar lo segundo descartando lo primero.

Efectivamente, yo soy de los que consideran que en la actualidad se promueve la idiocia, que cristaliza a fin de cuentas en una desideologización generalizada que no hace sino contribuir, como se pretende, al no cuestionamiento de las relaciones de producción y a la distribución digamos más o menos igualitaria de la riqueza. Decían Adolfo Aristaráin y Kathy Saavedra —guionistas de Lugares Comunes— en boca de Federico Luppi que «los dueños del mundo están tan sólidamente establecidos que hasta permiten que exista la Izquierda ¿por qué? Porque no jode a nadie». Efectivamente es así, y para cualquiera que quiera hacer memoria, sin embargo, no siempre lo fue.

El panorama es evidentemente descorazonador, porque siempre tienes la sensación cuando estás haciendo algo, que quizás de ésta alguien más haya comprendido, y puede que así sea, pero a los que se ve es a la mayoría que evidentemente aún no lo han hecho por lo que se duda, razonablemente, de que vayan a hacerlo. Cuando en Matrix están el Agente Smith y Cifra sentados en un restaurante negociando las condiciones de la traición de éste último, se produce una interesantísima conversación en la que Cifra confiesa al agente, mientras se está comiendo un suculento filete que, pese a ser consciente de ser éste ficticio, falso, le gusta. Es más, le encanta ya que se entrega a sus pasiones, dejando completamente a un lado su raciocinio e integridad morales. Creo que todos recordarán bien dicho pasaje. Resulta enormemente elocuente al momento de explicar las actitudes generales ante los problemas mundanos.

Y, sin embargo, ¿supone esto argumento suficiente como para disuadir a esa minoría que ha elegido tomar la pastilla roja? El siguiente pasaje, de las memorias de E. J. Hobsbawm, creo, explica de un modo inmejorable la mentalidad que cualquiera que pretenda cambiar, a mejor, el mundo debiera adoptar:

“A finales de los ochenta un dramaturgo de la Alemania Oriental escribió una obra titulada Los caballeros de la Tabla Redonda. ¿Qué futuro les espera? Se pregunta Lancelot. «El pueblo ya no quiere saber nada del Grial ni de la Tabla Redonda (…) Ya no cree en nuestra justicia ni en nuestro sueño (…) Para el pueblo los caballeros de la Tabla Redonda son una pila de locos, de idiotas, de criminales.» ¿Acaso el propio Lancelot ya no cree en el Grial? «No lo sé —responde—. No puedo dar respuesta a esa pregunta. No puedo decir ni que sí ni que no…» No, probablemente nunca encuentren el Grial. ¿Pero no tiene razón el rey Arturo cuando dice que lo importante no es el Grial, sino su búsqueda? «Si abandonamos la búsqueda del Grial, nos abandonamos a nosotros mismos.» ¿Sólo a nosotros mismos? ¿Acaso la humanidad puede vivir sin los ideales de libertad y justicia, o sin aquellos que le dedican su vida? ¿O acaso incluso sin el recuerdo de los que así lo hicieron en el siglo XX?”

Lo que no se puede es no hacer nada; salud.

martes, 4 de diciembre de 2007

Referéndum en Venezuela

Mucho se ha hablado en los dos últimos meses del Referéndum a la reforma de la Constitución de Venezuela y casi todas negativas desde los medios españoles.
Se han leído cosas bastante llamativas como las que recogía el pasado domingo 2 de diciembre el diario La Vanguardia que aseveraba que “Venezuela elige hoy entre democracia y dictadura”. Debo confesarme ingenuo; no sabía que tan magna decisión pasase por las urnas.
Ciertamente este tipo de cosas no sólo se leen sino que se oyen, de tal forma que en La Mirada Crítica, el programa de “debate” matinal de Tele 5, su presentador aseguraba que Hugo Chávez había perdido el Referéndum que había convocado “para ganarlo”. Nos ha jodido si lo hubiera convocado “para perderlo” pero en fin todo puede ser, más viniendo de un despótico como él que, ha diferencia de S. M. Juan Carlos I, ha sido ratificado en seis ocasiones desde llegó al poder en 1998. Extraño secuestro de conciencias el del presidente de Venezuela.
Durante estos dos últimos meses se ha hablado también del despotismo y la soberbia que demuestra diariamente Hugo Chávez. No comentaré nada más sobre el incidente de la Cumbre Iberoamericana, pues ya lo había hecho con anterioridad en este mismo espacio, pero supongo que, como siempre, libres e imparciales son los medios españoles, quienes han denunciado el autoritarismo de la reforma del texto constitucional. Pero, entonces, teniendo en cuenta la mayoría absoluta de que goza en el parlamento venezolano, ¿por qué motivo el gobierno convoca un Referéndum, una consulta popular en la que puede salir “No” y echar atrás su propuesta, en lugar de pasar la votación por la Asamblea Constituyente en la que sin duda saldría a favor? La reforma constitucional de la que tanto se ha hablado durante la última legislatura del PP en nuestro país, ¿pasaba por una consulta popular? En realidad tal reforma de nuestra Carta Magna habría sido realizada por sufragio indirecto, o sea, a través de las Cortes (cosa, por otra parte, completamente legítima) y no por sufragio directo como sí han hecho en Venezuela que, dicho sea de paso, resulta sensiblemente más democrático.
No es nuevo el decir que dichos medios crean “estados de opinión” y la opinión generalizada en España con toda seguridad sigue la línea editorial marcada por todos ellos. Medios tan antagónicos como ABC y El Mundo por un lado, y El País por otro, se han puesto de acuerdo para denunciar a este personaje, quien parece haberse puesto solo en el asiento presidencial sin consultar a nadie. Se equivocan obviamente términos. Así, dichos medios han puesto la voz de alarma para denunciar sin paliativos la intención del venezolano de “autonombrarse” presidente (literalmente) “vitalicio”.
Me resultó enormemente desconcertante enterarme de que, en realidad, la prensa española y mundial había, quizás, interpretado mal el texto, puesto que no decía nada de “vitalicio”. Según parece lo que le otorgaría tal reforma sería “simplemente” poder presentarse indefinidamente a la reelección, ya que actualmente la Constitución venezolana (por cierto, por el mismo Chávez promovida y ratificada igualmente con amplio margen en Referéndum) sólo autoriza a presentarse cuatro veces a un mismo candidato. Aquí, para todo aquel que considere un abuso la capacidad de reelección indefinida, deberíamos recordar que en España Felipe González se presentó cuatro veces y tuvo que abandonar el poder al no ser reelegido en 1996 pero que, de haberlo sido, podría haberse vuelto libremente a presentar, ya que en España la capacidad de reelección es también indefinida. ¿Por qué entonces en Venezuela a esto se le considera un abuso de autoridad, máxime cuando esta reforma sale a votación popular? Extraño abuso de poderes y evidente doble rasero el de los españoles a la hora de juzgar los asuntos de terceros.
Hoy lunes 3 de diciembre la prensa se congratulaba por el estrecho margen que había obtenido la negativa a la reforma de la Constitución. Según el diario El País en su edición digital del domingo, antes de conocerse los resultados, afirmaba que la baja participación habría beneficiado al “Sí”, lo cual no tendría, creo yo, mucho sentido, puesto que quienes más concienciados estaban de acudir a la votación eran los partidarios del “No”. Extraña lógica la aplicada por el periódico.
Al final ha triunfado el “No” y el presidente Hugo Chávez se ha apresurado a reconocer y felicitar el resultado, pese a ser el no deseado por él. La consulta no ha sido muy multitudinaria y la participación finalmente ha sido escasa, por lo que la reforma tendrá aún que esperar y la propuesta que vaya hacerse entonces tendrá que entusiasmar a los venezolanos, cosa que ahora no ha conseguido. Yo espero que lo logre.

lunes, 12 de noviembre de 2007

Antichavismo y Juancarlismo

Ha tenido lugar recientemente la XVII Cumbre Iberoamericana en la que la noticia más reseñable ha sido el debate, o mejor, polémica que ha despertado Hugo Chávez, presidente de Venezuela y sus dudosas formas de referirse al ex presidente del gobierno español. Justo después, viene la polémica entre Argentina y Uruguay por la construcción de una planta química en las orillas del Río de la Plata, frontera limítrofe entre ambos países. Por supuesto, este es un problema que sólo atañe a dichos gobiernos y poco importa al resto de la cumbre. Lo de Chávez, claro, es otra cosa. Chávez se ha convertido en el centro de la Cumbre, lo cual puede tener varias lecturas; la que aquí le damos es la del centro de iras y controversias pero, realmente, no se sabe muy bien de qué se ha hablado en dicha cumbre, sólo se conocen los desplantes del presidente venezolano.

Los medio de comunicación capitalistas —esto es, de las actuales y más bien mal llamadas democracias— parten del discurso de la “objetividad”, lo cual supone una exposición de los hechos sin criterio y análisis alguno, lo que contribuye decisivamente a la desinformación general. Como en los buenos discursos de Felipe González, uno escucha atento lo que se dice y, sin saber muy bien qué es lo que se ha dicho, el oyente se impregna de la lectura que el orante pretendía transmitir. Cualquiera que escuche un telediario, sin haber asistido a una gran exposición dialéctica de los acontecimientos, habrá digerido lo que se pretende que digiera, en este caso, lo negativo que tiene la persona de Chávez.

Realmente pongo muy en duda que todo el maremagnum montado por los medios españoles —parte montado como un elogio a la personalidad de Su Majestad, parte como el descrédito de los radicalismos que van contra los “intereses españoles” en el Cono Sur ejemplificados en la figura de Hugo Chávez—, obedezca a una indignación de la opinión pública general, pues estoy convencido de que una gran parte de la población española coincidiría plenamente con las palabras de los presidentes que descalificaron tanto a empresarios españoles como al ex presidente Aznar. ¿Le resulta a alguien racional hacer también suyo el desquite del Rey?

Bien, así que Zapatero pidió en la rueda de prensa posterior al cierre de la Cumbre “respeto”, “pues así —dijo— es como se construye el diálogo y la democracia”. Sorprende la hipocresía a la que se llega a someter a la opinión pública. O sea, los presidentes iberoamericanos —no sólo protestó Chávez, también lo hizo al menos el presidente de Nicaragua— protestan en contra del intrusismo, el expolio por parte de las multinacionales —en este caso hablaban de las españolas— y las injerencias en sus soberanías de los gobiernos y empresas occidentales pero, cuando éstos desheredados alzan la voz y protestan —por muy malas que fuesen las formas, que creo, nadie discute— entonces, han faltado al respeto y, por ende, al principio sobre el que, según Zapatero, se sustenta la democracia.

¿Antidemócratas los gobiernos suramericanos? Puede que la democracia se sustente, más que en el mero y absolutamente necesario respeto verbal incluso para tipos de la talla baja del ex presidente de nuestro gobierno, en el respeto a las soberanías nacionales, algo de lo que España carece.

Por si fuera poco el portavoz del PP critica al gobierno español, o sea, del PSOE por no haber preparado mejor esta cumbre, como si de él dependiera siempre todo lo divino y lo humano que ocurre dentro y allende nuestras fronteras. Eso sí, elogiaron el gesto de nuestro “legítimo” Rey que no fue sino una salida de tono que de haber venido de cualquier otro los medios estarían hablando de falta de entereza, serenidad o incluso buenos modales.

Supongo que las salidas de tono, por muy incitadas que estén, sólo son excusables cuando vienen de una persona que, en nuestro país, resulta que se halla por encima de la Ley.

La sugerencia del Rey Juan Carlos de “callarse” al presidente de Venezuela sonó a imperativo si se me permite, un tanto barriobajero, que en nuestras televisiones resonó como “machada” Juancarlista. A nuestro, hasta hoy aparentemente imperturbable, monarca parece habérsele olvidado que los súbditos nos habíamos quedado al otro lado del charco. Cabe recordarle pues que nuestros hermanos de América se sacudieron el yugo político de nuestra Corona hace un tiempo, falta que lo hagan, como están hoy haciendo, del económico.

viernes, 2 de noviembre de 2007

"El Cielo por asalto"


Todos los 25 de octubre (según nuestro calendario) se conmemora el aniversario de la revolución rusa. El “año cero” de los partidos comunistas. Este 25 octubre de 2007, se celebra nada menos que el 90 aniversario del acontecimiento histórico (a mi juicio sin género de dudas) más trascendental del pasado siglo XX.
Siempre se han ensalzado los grandes nombres y figuras de la revolución soviética, y no es para menos, pues en ella convergieron nombres tan relevantes e importantes para el pensamiento político del momento y de la Historia como Kamenev, Zinovien, Bujarin, Trotsky, quien había militado antes en las filas de los antagonistas de los bolcheviques, los mencheviques, el propio Lenin y el no muy relevante en su momento pero sí en lo posterior, Iosif Stalin. Todos ellos van a coincidir el las filas del Partido Bolchevique.
Sin embargo, y pese a la trascendencia de sus indiscutibles figuras, no debe olvidarse que, como toda revolución, el proceso fue dirección abajo-arriba. En Rusia se dieron un cúmulo de circunstancias que hicieron propicias la revolución, lo que Lenin vino a denominar “condiciones objetivas”. Había hambre y una enorme escasez, una crispación que venía de antaño contra la monarquía zarista (seguramente la monarquía más ostentosa y autócrata de toda Europa) y sobre todo una guerra, la Gran Guerra o Primera Guerra Mundial, que estaba siendo perdida, lo cual agudizaba el resto de los factores.
Los bolcheviques tuvieron el acierto de incluir en su programa político los tres puntos más elementales que acuciaban a la sociedad rusa “pan, paz y tierra”. Esto, unido a su superior organización, les hizo hacerse con el poder e instaurar el primer Estado Socialista de la Historia.
Desde el Islam, ningún movimiento político-cultural expandió tanto en tan poco tiempo sus fronteras geográficas y su influencia a otros Estados y sociedades. En lo geográfico, esa expansión vino determinada en gran parte por su afán de recuperar los territorios perdidos en el armisticio firmado en Brest-Litovsk con la Alemania del II Reich en 1917. Tal fue el caso de los países bálticos, algunas zonas de Polonia oriental y de la Rumanía septentrional.
Al poco tiempo del triunfo de la revolución, recién acabada la Gran Guerra, se abrió un período de guerra civil que enfrentó al nuevo Ejército Rojo (entonces organizado por Trotsky) con los ejércitos Blancos, integrados por un heterogéneo grupo de antiguas tropas zaristas adeptas al viejo régimen y una serie de ejércitos provenientes, paradójicamente, de las potencias democráticas vencedoras en la guerra mundial, principalmente EE.UU, Francia y Gran Bretaña. Esto, que puede parecer en sí mismo una contradicción, no lo fue sin embargo en absoluto.
Muchos seguramente no aprueben esta forma de hacer las cosas, de tomar “el cielo por asalto” que dijera Lenin y hacerse con el poder mediante un golpe de Estado. No obstante, al referirse a la otra gran revolución de la Historia, la francesa (notablemente más sangrienta que la rusa), pese a ser igualmente criticada en lo que se refiere a la convulsión que inevitablemente acompañó al proceso, existe una susceptible diferencia, y es que no se cuestiona, a diferencia de la rusa, su resultado. La diferencia de rasero puede medirse habitualmente en función de quién lo establezca y, obviamente, para los países capitalistas no resulta lo mismo hablar de la revolución de la cual proceden que referirse a otra que atentaba directamente contra su modo mismo de concebir el mundo.
A la Unión Soviética se le pueden reconocer o achacar, según de qué o quién se traten, toda una serie de hechos que condicionaron drásticamente el corto siglo XX. Lo tangible parece bastante evidente. Fue el único país (junto con Méjico) que apoyó la causa de la II República, lo que hizo posible el simple hecho de la lucha, dándole a la República la oportunidad de plantar batalla con dignidad; otro hecho, de valor y relevancia universales, del que fuera protagonista casi exclusivo la URSS, es el desenlace de la Segunda Guerra Mundial, a cuya victoria contribuyó con 27 millones de sus ciudadanos (más de la mitad de la cifra total de víctimas aceptada de la guerra) y con el aniquilamiento de las 9/10 partes del ejército alemán. Además, la mera existencia de la URSS contuvo el apogeo norteamericano (del que padecemos sus efectos en la actualidad) y su competitividad misma, unido a que fue la propia Unión Soviética la iniciadora con el lanzamiento del Sputnik (del que se cumplieron sus 50 años el 4 de octubre pasado), propició el enorme desarrollo tecnológico que vivió la humanidad con la “carrera espacial” entre las dos superpotencias. Su sola existencia hizo posible, o mejor necesario, el estado del bienestar, desarrollado en los países situados en su entorno más inmediato tras la guerra, y su disolución significó el fin de las esperanzas de emancipación que alguna vez pudieron haber tenido las naciones en proceso de descolonización.
Los ejemplos no tan tangibles de lo que supuso la influencia del Ser de un Estado Socialista, que era además superpotencia, se dejan sentir en los trabajadores y partidos obreros de todo el mundo. A la vista está el enorme poderío que tuvieron los partidos comunistas de países tan relevantes como Francia e Italia, y cómo éstos llegaron a condicionar de modo tan decisivo las políticas sociales de sus países, incluso con la permanencia de gobiernos de derechas en el poder. El final de la Unión Soviética conllevó la pérdida de influencia y presencia social y política de esos grandes partidos comunistas, así como con las posibilidades de mejora en los niveles de vida de las sociedades en aquellos lugares en los que contaban con fuerza.
No es mi intención ofrecer una visión edulcorada de lo que fue la URSS, aunque considero que suelen obviarse datos que resultan más o menos relevante al momento de someterla al juicio habitual que suele acabar en condena moral, y a las taxativas generalizaciones, por lo demás bastante ligeras, que acostumbran a acompañar los comentarios y estudios sobre la URSS.
Hace algunos años, no muchos, Julio Anguita realizó una especie de gira por algunos lugares de España en forma de ciclo de conferencias. En la dada en Gijón en el Antiguo Instituto Jovellanos, realizó una afirmación que pretendía ser tajante: “los soviéticos, guste o no a la gente, fueron los únicos en Rusia que dieron de comer a su pueblo”. Para muchos de los asistentes creo pasó bastante desapercibida. Yo la encuentro enormemente elocuente.

jueves, 18 de octubre de 2007

Por qué "El Cuarto Estado"



Ya he explicado de dónde viene el nombre del autor, así que quisiera dedicar unas líneas acerca del por qué del nombre puesto a este blog. La causa es el cuadro que veis encima, El Cuarto Estado, de Giuseppe Pellizza da Volpedo.

Normalmente no puedo evitar ser tremendamente dubitativo a la hora de elegir un nombre, para lo que sea, pero tengo que decir que esta vez no me ha llevado lo que se dice demasiado tiempo el decantarme; y me explico. El cuadro en sí me parece absolutamente elocuente y la verdad que no podía haber tenido otra en titulación más apropiada. Expresa además, varias cosas que son para mí un referente y de las que no puedo evitar sentir una gran admiración y deuda también como estudiante de Historia que soy. En realidad, ha sido un poco la casualidad la que me ha hecho decantarme a nombrar este espacio como la obra de da Volpedo, también a modo ciertamente de homenaje y es que en este año de 2007, se cumple el centenario de su muerte a la corta edad de 39 años.

El motivo de tan breve existencia se debió, según parece, al fallecimiento durante el parto de su tercer hijo y su esposa, Teresa, a quien retrató en numerosas obras y a la que parece veneraba enormemente.

Pese a no haber nacido dotado con el talento de los llamados “Genios Universales”, logró realizar lo que muy pocos tienen la suerte o el talento para conseguir: una obra que trascienda más allá de épocas y concepciones que pueda ser considerada como Universal. El cuadro, de 1901, es fruto de una evolución previa que viene de otros trabajos anteriores como son Embajadores del hambre, Fiumana, y un boceto de 1898 llamado El camino de los trabajadores. “La composición del cuadro resulta un equilibrio en la forma y el movimiento en la luz, transmitiendo perfectamente la idea no estática de la masa en movimiento”.

Realmente el conjunto consigue transmitir esa sensación de poder, basada en la fuerza del colectivo al que se ve avanzar de forma tranquila, nada intimidatoria, dando sensación de calma y sosiego, pero al mismo tiempo caminando hacia delante con paso ineluctable.

Como no soy un entendido en la materia me abstengo de realizar cualquier interpretación o valoración artística de la pintura. No obstante, creo que el cuadro condensa perfectamente el llamado largo siglo XIX, y uno de los aspectos indiscutiblemente más esenciales de éste: el despertar de un nuevo poder en alza, la clase obrera, que verá cristalizar su fuerza con el advenimiento en 1917 de la Revolución de Octubre, de la que surgirán desde entonces los partidos comunistas que serán los que enarbolarán, con más fuerza y decisión que nadie en el conjunto del siglo XX, la auténtica y decisiva defensa de los intereses de la clase obrera.

El cuadro es una escena de la vida social (bastante más común entonces que en la actualidad más inmediata), la huelga, pero es algo más. Da Volpedo pinta un símbolo: el pueblo caminando hacia la luz, hacia el horizonte, dejando atrás la oscuridad para dirigirse hacia un futuro que pretende hacer suyo. Avanza tranquilo pero seguro, abriéndose paso en el curso de la Historia.

Para dar una muestra de lo ilustrativo de la pintura, decir a modo de anécdota para quien no lo sepa que éste fue empleado para ilustrar el cartel de la película Novecento, de Bernardo Bertolucci, filme que resulta todo un canto al movimiento obrero italiano y al Partito Comunista d´Italia.

sábado, 13 de octubre de 2007

Un modesto homenaje


Finalmente, y tras muchas deliberaciones, me he decidido a escribir en la “red” y abrir el blog que hoy inauguro y con el que rendiré un sentido, a la vez que modesto, homenaje a John Cornford (Cambridge, 1915 – Lopera, 1936). A este admirable y para muchos desconocido personaje lo conocí a través del libro del más conocido autor Eric John Hobsbawm, Años interesantes. En él, el historiador británico, refiriéndose a la vorágine política de sus años de estudiante en el “Cambridge rojo”, hacía referencia a un joven líder estudiantil afiliado al Partido Comunista de Inglaterra desde los 17 años, el cual había caído en los primeros meses de la guerra civil española como voluntario de las Brigadas Internacionales y cuyo retrato presidía las repisas de muchas de las chimeneas de los universitarios anglosajones de la época.
Bisnieto por línea materna de Charles Darwin, quien formulara la teoría de la evolución de las especies, e hijo de Francis MacDonald Cornford, poeta y catedrático de Filosofía Antigua en la Universidad de Cambridge, “en 1933 publica un demoledor artículo, ‘Left?’ en la ‘Cambridge Review’ en el que arremete contra los representantes literarios de la burguesía, la ausencia de compromiso social y el capitalismo rampante: Eliot, Pound, Lawrence e incluso Joyce”.
Cuando dio comienzo la guerra en España se encontraba de vacaciones en Francia, por lo que prefirió no regresar y cruzar la frontera durante el tiempo que ésta permaneció abierta (apenas un mes), convirtiéndose en el primer inglés en alistarse como internacionalista en las filas republicanas.
El 14 de septiembre volvió a Inglaterra en busca de voluntarios dispuestos a adherirse a la causa republicana. Logró reclutar a 15 voluntarios, entre los que se encontraban intelectuales, estudiantes de Cambridge, uno de Oxford, algunos parados y su amigo y también escritor Ralph Fox. Fueron llevados a Francia y desde Marsella llegaron a Alicante, donde se encontraba el Cuartel General de la Brigadas Internacionales. Allí se adhirieron al batallón Comuna de París, adscrito a la XI Brigada mandada por un veterano oficial del ejército soviético, el legendario general Emilio Kléber cuyo verdadero nombre era en realidad Lazar Stern, natural de Bucovina, entonces parte del Imperio Austro-Húngaro, y que tras caer prisionero del ejército ruso en la primera guerra mundial se unirá al partido bolchevique durante la revolución.
Cornford combatió heroicamente en la defensa de Madrid en la Ciudad Universitaria, donde resultó herido en la cabeza, por lo que fue retirado del servicio varios días. Finalmente, ya en el sur, un día después de cumplir los 21 años, el 28 de diciembre de 1936, cayó muerto en Lopera, Jaén.
Pese haber contraído matrimonio tempranamente con una joven llamada Ray Peters y con la cual tuvo un hijo, el gran amor de su vida parece ser que fuera Margot Heinemann, también militante comunista, profesora y escritora a la que dedicó varias cartas y versos durante su breve estancia en España. De traducción de José Agustín Goytisolo, este es uno de ellos:
A Margot Heinemann
Alma del mundo desalmado,
alma mía, tu recuerdo
es el dolor que siento en mi costado,
la sombra que ensombrece cuanto veo.
Al atardecer se alza el viento
a recordarnos que el otoño viene,
yo, yo tengo miedo a perderte,
y tengo miedo a mi miedo.
Camino de Huesca, en el último tramo,
última barrera para nuestro honor,
tan tiernamente pienso en ti, mi amor,
como si tú estuvieras a mi lado.
Y si la suerte acaba con mi vida
dentro de una fosa mal cavada,
acuérdate de toda nuestra dicha;
no olvides que yo te amaba.
Pese a que el personaje sobre quien me quiero centrar es Cornford, quisiera rendir también un pequeño tributo a Felicia Browne, primera mujer y ciudadana británica en alistarse y morir por la humanidad en España. Si Cornford (y por cierto su amigo Ralph Fox) murieron en Jaén, Felicia hizo lo propio en Tardienta, Cataluña, el 25 de agosto del mismo 1936, a los 32 años de edad.
Camarada de Cornford, también ella era miembro del Partido Comunista, e hizo lo posible por ingresar en las columnas del PSUC. Desgraciadamente “no hay huellas de esta combativa miliciana ‘demasiado generosa para pertenecer al siglo XX’, según dejaron escrito sus compañeros artistas”.
Debo decir que gran parte de lo leído a fin de documentarme sobre la breve e intensa vida de John Cornford ha sido de un artículo publicado en la página de la Fundación Andreu Nin, a la que pertenecen también las comillas del segundo párrafo y éstas anteriores.
Creo solo me resta dedicarle esta modesta contribución a éstos y a todos aquellos que tan generosa y diligentemente vinieron a la Tierra de España dispuestos a entregar todo lo que un ser humano es capaz de dar y a los cuales este ingrato país tanto nos cuesta le cuesta tanto siquiera reconocer.
A los Voluntarios de la Libertad.